Prendería fuego, echaría a la hoguera al pensamiento miserable y a los valores estigmatizantes del patriarcado. A los espejos distorsivos que exigen niñas y jóvenes a imagen y semejanza de ciertas niñas y jóvenes de grandes carteles y publicidades. A los talles de ropa que no admiten bellezas tamaño “L” ni mucho menos “XL”, sino  “S” o “M”. A los rumores que rugen en las pantallas agazapados tras un  “me gusta”; a la cárcel de los sentidos y las emociones, tras las rejas de caritas o corazones rojos de vuelo rápido. A las series enlatadas que nos colonizan silenciosamente, mientras las vemos recostados y relajados, y nos imponen una ficción de hoteles caros, amores irreales y desenlaces previsibles.  A los mandatos internos que habitan en las memorias familiares, “que el asado los varones” y “las ensaladas las mujeres”; que el desparpajo unos, que la delicadeza otras. A las instituciones educativas que por un lado defienden el discurso de la diversidad y la igualdad entre los géneros y por el otro, censuran los aros y accesorios, porque defienden la uniformidad de la imagen externa. A las personas que se autodenominan “de buenas familias” que donan lo que les sobra y no ven más allá de sus narices egoístas. Al discurso falso de la grieta, que no deja ver el escalofriante dominio del poder hegemónico mediático. Los prendería fuego y les cantaría un candombe. Y así, con un tambor, con la fuerza y la luz del fuego y al son de una canción, esa mísera partícula de alma que aún tienen en algún lugarcito recóndito de esos cuerpos, se transforme.

*Pianista y cantante. Presenta El aguacero, el 18 de noviembre a las 21 en Quetzal, 

Guatemala 4516, CABA.