Una actriz filma una novela y el galán la toca, la besa y la incomoda sin que su lengua entre en ningún guión. Una conductora se sienta a la mesa de Mirtha Legrand y en el corte le hablan al oído para decirle un volcán de propuestas desagradables sin que ella pueda levantarse ni decirlas a cámara. Una periodista trabaja en un diario y un jefe le insinúa favores sexuales que a veces se parecen a elogios y otros a la puerta de salida. Una bailarina entra a su trabajo y la danza parece excusa para que tenga que escuchar comentarios que la descomponen, pero sonreír, siempre, a cámara. Una locutora entra a la radio y tiene que decir la hora, la humedad y reírse de la descripción de su escote o de los chistes sobre su vida sexual. Una mujer se sube al escenario y el actor con el que comparte una escena le toca la pierna sin que ella pueda quejarse frente al público. Todas estas escenas sucedieron. La diferencia es que lo que pasaba antes ya no se aguanta. Y las mujeres -o las que pueden y se animan y son acompañadas o son fuertes- ya no se callan más. El movimiento Ni Una Menos en Argentina, el hashtag #AMíTambién en Estados Unidos o la consigna #YoTeCreo en España son signos de una época en donde el abuso ya no es un sapo que se traga, sino que se frena.

“Yo no me callo mas”, escribió la actriz Calu Rivero en una carta publicada en sus redes sociales. La decisión, igual que la de muchas víctimas, no es fácil. Muchos comentarios la juzgan y revictimizan: cómo se manejó, por qué no se fue de la novela, por qué sí se fue, por qué no lo dijo antes, por qué no denunció ante la justicia o por qué después se mostró feliz son algunos de los clásicos argumentos contra las víctimas. El combo viene con clásicas defensas de los victimarios: es fachero, es padre de familia, nadie vio nada, no hay sentencia judicial; no hay cámaras, ADN y grabaciones que muestren una violación desatada; pasó mucho tiempo y otros tips que se reproducen con una actriz o con una empleada doméstica. Pero, en este caso, repercuten más. Y eso genera miedo en otras mujeres víctimas de violaciones a las consecuencias de denunciar o aliento para que no se callen.

Carla Conte

La mayoría de los medios de comunicación en Argentina van a contramano de la tapa de Time, que decidió que lxs personajes del año eran las mujeres que se habían animado a denunciar abusos en Hoolywood y en Uber, de todas las clases sociales y escalafones culturales, en base a una revolución vertiginosa y sin vuelta atrás. En cambio, La Nación habló de “supuesto” abuso, a las palabras de Calu las descalificó como “catarsis” y la puso en la sección “famosos en crisis”. Ni catarsis, ni supuesto, ni crisis. El No es No para quienes tocan, abusan o besan a una mujer sin su consentimiento y también para quienes editan intentando tildar de desquiciada, parcial, vengativa o descontrolada a una mujer que frena la violencia machista. En Infoabe directamente pusieron las escenas de sexo de “Dulce amor” entre Juan Dhartes y Calu Rivero. En el sitio se lo ve a él sin camisa y besándola a ella que cuenta su dolor público pero como si el morbo hiciera excitante o ganchero ver a una chica que cuenta su dolor en una escena erótica que aparece, si hay empatía con quienes quieren disfrutar del sexo con quien quieren, cuando quieren, como quieren y donde quieren, como repugnante, pero que se naturaliza. En Clarín también fueron por la misma línea y pusieron una foto de Calu con la cabeza gacha y en pareja para una foto de promoción de una ficción que hoy incita a recrudecer el dolor o la descalificación a una joven que hace público su dolor, su decisión de no tolerar la violencia y que el acoso la llevó a alejarse de la actuación y su carrera. 

En su carta Calu escribió: “Cinco años de silencio al ser tomada por la chica problemática en el contexto que más amo: el actoral. Cinco años de silencio por no estar preparada para enfrentar la catarata de agravios que recibe quién pone en evidencia la conducta inapropiada de un galán, padre de familia, felizmente casado. Cinco años viendo cómo algunos medios confundían a Calu persona con Natasha personaje, esa impulsiva, buscona, jugada, que no le importaba nada, que me tocó interpretar. Cinco años sin poder decir lo que sentí, ni cuánto me dolió y marcó, y eso que tuve y tengo a un excelente terapeuta. A veces no necesitás una mano tapándote la boca o una pistola en la cabeza amenazándote para sentir que se acaba tu mundo. Más aún, cuando dicha persona pide en los medios que me retracte y que le pida disculpas públicas porque sino me demandará por daños y perjuicios”.

Julieta Ortega

La violencia existe en todas las clases sociales. Pero cuando los denunciados tienen poder mediático y adquisitivo las amenazas son parte de un amedrentamiento judicial y de un show televisivo que anuncia nuevas novelas. “Dos días después de decir #AMiMePaso, recibí una citación a una audiencia de mediación. Si yo, que conozco buenos abogados, sentí incomodidad, temor y angustia y el desagrado de revivir todo lo que pasó, me imagino lo que tienen que atravesar aquellas mujeres que tienen que dar estos pasos solas, al luchar contra los prejuicios y el machismo sin una espalda donde apoyarse para confiar. O peor aún, ¡Nunca darlos! Tuve a mi abogado que me salió a defender, pero ¿y ellas, las que no tienen esta posibilidad? Me angustia pensar en eso”, subrayó Calu. No es la única, pero en su caso está la trama invisible sobre tantas denunciantes de abuso a ellas o a sus hijas o hijos que son condenadas al infierno de Tribunales. Pero ella no se descargó, sino que tomó una decisión de frenar, con su palabra, la violencia y la idea de que no pasa nada. Si la palabra influencer es usada para contar marcas, paisajes o atardeceres también es una influencia que las chicas que son más vistas o leídas digan basta. “La verdad es poderosa porque sana. La verdad aparece solo si nos atrevemos a decirla. Ya lo hice. Ya no me callo más”, definió Calu.

Y no se quedó sola. Jimena Barón, Griselda Siciliani, Florencia Bas (ex suegra de Calu) y Carla Peterson compartieron, entre otras, la carta de Calu en Twitter bajo la consigna No es no. Y otras actrices, como Julieta Ortega, Dolores Fonzi, Malena Pichot, María Carámbula, Srta Bimbo, María Valenzuela, Mercedes Morán, Verónica Lorca, Muriel Santa Ana y las conductoras Julia Mengolini y Carla Conte hicieron de la sororidad una red en donde la violencia no es excepción, sino una regla que ya no va más.

Muriel Santa Ana

El machismo no es una rara avis, sino una sombra entre las cámaras, a la que por primera vez se le puede poner foco para que desaparezca. “Me he sentido incómoda más de una vez en mi lugar de trabajo por comentarios fuera de lugar en un set de grabación, por ejemplo. Era moneda corriente cuando yo arranqué a trabajar en este medio”, cuenta Julieta Ortega. Y apunta contra la repercusión de este caso: “Si me guío por lo que he leído en redes sociales no todo el mundo le cree y siempre está la sospecha ante todo: ¿Lo estará haciendo para promocionarse? ¿Por qué no lo dijo antes? ¿Se querrá sumar a la ola de denuncias en Hollywood?... y demás canalladas. Sería genial que los medios no alimenten esas dudas nefastas. Lo único que logran es que una piense que siempre es mejor no decir nada, para no estar en boca de cierta gente, para que nadie se burle en twitter, para no ser cuestionada. Lo único que tengo claro es que una mujer con el coraje suficiente como para salir a contar que ha sido víctima de acoso, abuso o violencia, merece ser escuchada. Y que se le crea”. Con su trayectoria a cuestas Mercedes Moran también apunta que ninguna mujer está exenta de la violencia: “En una sociedad machista como la nuestra, donde jerárquicamente se ubica al hombre por encima de la mujer, en el mejor de los casos, el trato es condescendiente. Yo vivo aquí. Y sufro el machismo en todas sus manifestaciones”. La actriz Muriel Santa Ana reafirma: “Por supuesto que sufrí y aguanté violencia machista”, dice poniendo el cuerpo a una propuesta para que las actrices no cuenten más si adelgazaron o van a casarse o tener hijos como forma de frenar la actuación a una estantería de estereotipos desfasados. 

La dramaturga y directora Mariela Asensio cuenta que, de joven, dejó de trabajar dos años –cuando empezaba como actriz– por el acoso de un director. También, en otro momento, un compañero al que rechazó se violentó con ella y la situación fue peligrosa para su integridad física. Ella suma su trayectoria feminista y de denuncia de abusos al respaldo entre mujeres. “Respecto a la denuncia de Calu creo fundamental apoyarla porque lo que hizo es muy valiente y marca precedente para muchas otras chicas que viven o vivieron situaciones similares y tienen miedo de hablar”. Y critica a los medios que muestran como hot una situación de violencia. “Los medios reproducen violencia machista con una liviandad que asusta. No tienen formación en género y mucho menos interés. Es aberrante lo que pasa con la forma de comunicar, por el machismo propio de las personas que hacen periodismo, por los intereses de los medios que casi nunca van de la mano con la igualdad y el respeto hacia las mujeres; y el capitalismo –brazo indispensable del patriarcado– que busca solo vender sin medir consecuencias sobre nada”. La comediante y guionista Verónica Lorca relata: “Sufrí violencia machista. Incluso en una entrevista un productor me dijo si me iba a llevar bien con la conductora que era mujer por ser mujer. La denuncia de Calu es la única forma de poder reparar. Pero necesitamos que los medios dejen de revictimizar a quienes denuncian”. 

La guionista Soledad Girardi cuenta, en base a su experiencia: “Trabajo en televisión hace más de veinte años para señales nacionales e internacionales y solamente en uno contábamos con una asesora en temáticas de género. En el resto, los contenidos estaban librados al azar. Para muchos era mejor ir a la guerra que mostrar a una mujer sin deseos de consumir, tener hijos o casarse con un príncipe azul”.

La bailarina y conductora Carla Conte remarca: “Celebro lo que está pasando. Hace algunos años, antes de las marchas de Ni Una Menos, el medio no estaba preparado”. Carla Conte era bailarina de “Showmatch” cuando Marcelo Tinelli le quiso cortar, sin su consentimiento, la pollerita y ella se negó. La demostración pública de no es no logró que en ese espacio (en el que esta semana se presentó Juan Dhartes con bombos y platillos por la nueva tira de Polka, “Simona”) no se cortaran más polleritas. Carla participa de Encuentros de Mujeres y lucha por el parto respetado y el aborto legal. Pone el cuerpo y cuenta: “Yo viví situaciones de acoso en la mesa de Mirtha Legrand con gente diciéndome cosas al oído desagradables. Y ahora hay tipos que se están muriendo de miedo de que salgan a la luz estas cosas. Y a las que salen a denunciar hay que contenerlas y sostenerlas. Es maravilloso lo que pasa en este momento histórico”. “A los veinte años fui a tomar una clase de escritura con un escritor reconocido que me partió la boca a los veinte años. Me sentí muy mal y no dije nada porque era casado y tenía hijos. En mi generación no era habitual denunciar. Por eso me enorgullece mucho que las pendejas ahora tengan otra cabeza, que denuncien y hablen para que no le pase a nadie más. Por eso me parece muy valiosa la denuncia de Calu”, remarca la comediante Dalia Gutman. 

La conductora Julia Mengolini subraya: “Banco mucho a Calu. Me parece muy valiente salir a hablar cuando te pasó algo así. Es coraje para que le de coraje a muchas otras que son menos famosas y que se repiten en la televisión y los medios de comunicación. Es claro que tiene un precio porque genera una defensa corporativa de varones y de muchas mujeres. Es ridículo que Calu busque fama con un galancillo de poca monta. Pero todas nos damos cuenta que pasamos por situaciones de maltrato, sometimiento y dominación y por eso es importante no callarnos más”.