DONDE LOS ÁRBOLES DAN CARNE 7 puntos

(Argentina/España/Estados Unidos, 2024)

Dirección: Alexis Franco.

Guion: Alexis Franco y Fernando Krapp.

Duración: 72 minutos.

Estreno en Cine Gaumont y Espacios INCAA.

La imagen que prologa Dónde los árboles dan carne –título de aires poéticos, aunque con raíces enterradas en la realidad más concreta– puede sorprender e incluso impactar. Durante un breve trayecto, una vaca sin vida es arrastrada por una camioneta sobre la tierra seca. Detrás del vehículo corren un par de perros. Una vez llegado al destino, el cuerpo del enorme animal es dejado a la intemperie junto a otros cadáveres vacunos en diversos estados de descomposición. El gaucho Omar regresa luego a casa, a su pequeños campo, sabedor de que el ciclo de la vida ha llegado a su fin para el viejo animal. La sequía no ayuda y acelera procesos que, de otra manera, se darían de forma menos drástica. Alexis Franco, experimentado productor y asistente de dirección en varios films del italiano Roberto Minervini (The Other Side, What You Gonna Do When the World’s on Fire?) está instalado desde hace un tiempo en los Estados Unidos, pero regresó al terruño para su ópera prima, un documental de observación sensible y honesto filmado en el interior profundo de la provincia de Mendoza.

La película de Franco, que tuvo su paso por el prestigioso festival dedicado al cine documental Visions du Réel, en Suiza, no especifica el lugar donde fue rodada, abstracción que no oculta un deseo de cierta universalidad (en varias entrevistas el realizador admitió que el lugar no es otro que el de sus propios ancestros). Omar, un hombre que ha pasado las seis décadas de existencia, vive junto a su nonagenaria madre y, de tanto en tanto, recibe las visitas de su pequeña nieta, acostumbrada a las faenas camperas aunque de ojos siempre abiertos de par en par. Otra vaca vieja no logra levantarse del suelo para comer y el dueño intenta sostenerla en pie gracias a un artilugio. A unos quilómetros, las oxidadas aspas de un molino son desmanteladas para su reciclado. El que puede apreciarse en Donde los árboles dan carne no es un mundo en vías de extinción, pero sí un universo de durezas y luchas cotidianas que, aunque no se lo explicite, está amenazado constantemente por la falta de agua y los focos de incendio provocados por el cambio climático.

Franco no dirige el lente de la cámara solamente a los trabajos y sus dolores, y la película le dedica bastante tiempo a las instancias de ocio y los vínculos intergeneracionales: una siesta en épocas de calor, un paseo en pickup y el rastro de una avestruz que convoca la atención de la niña, una salida en busca de un felino amenazante, los arreglos de un antiguo nicho en el pequeño cementerio de la zona. También un asado en toda regla, con el animal recién carneado y su cabeza colgada del árbol. Una costumbre del lugar o, tal vez, un talismán para pedir por algo o por alguien. La anciana tiene su fe favorita, la Difunta Correa, a quien le consagra unas velas y sobre cuya obra intenta evangelizar a la bisnieta. Así, con esos retazos robados a la realidad y entrelazados gracias al montaje, el realizador ofrece una mirada sobre lo gauchesco alejada por completo de los clichés e idealizaciones, pero también del miserabilismo antropológico.