La Copa Sudamericana que Independiente sumó antenoche a su poblada vitrina de títulos internacionales en el mítico Maracaná ante Flamengo ofrece muchas aristas para el elogio. Y una se relaciona con su técnico, Ariel Holan. El entrenador llegó al Rojo con el establishment futbolístico mirándolo de reojo, prejuicios basados en su falta de abolengo futbolero. Es cierto, Holan viene del palo del hockey sobre césped (logró la medalla de bronce con la selección femenina de Uruguay en los Juegos Panamericanos de 2003). Pero cuando llegó al fútbol –“Remé mucho para estar acá”, recordó la semana pasada– supo sacarles el jugo a sus experiencias en los cuerpos técnicos de Jorge Burruchaga (en Arsenal, Estudiantes, Banfield y en el mismo Independiente) y de Matías Almeyda (en River, en el año del Millonario en la B), dos antecedentes que le valieron ser convocado por Defensa y Justicia en 2015 para conducir a su plantel profesional. Con el Halcón de Varela ganó reconocimiento e hizo hablar al periodismo de “la maquinita de Holan”. El paso siguiente es más conocido, porque dirigir a Independiente es como estar en las carteleras de la calle Corrientes. Y al encarar el mayor desafío de su carrera, Holan se hizo fuerte siendo genuino ciento por ciento, y no lo cambiaron ni siquiera las burlas por el novedoso uso de drones para filmar los entrenamientos o aquellas que se ensañaban por un cuerpo técnico con muchos más integrantes que los habituales. Apostó a un fútbol ofensivo y a jugarlo del mismo modo de local o de visitante. Hubo momentos de incertidumbre, sobre todo al comienzo del ciclo, con un par de resultados que sembraron las dudas. Pero como buen capitán de barco, Holan mantuvo la serenidad y el rumbo. Esa solidez de convicciones se fue contagiando a los jugadores, que poco a poco, además, se fueron empapando de la mística de Independiente, que el técnico les inculcó acercando al día a día a glorias que construyeron el mote de Rey de Copas. Y como si fueran pocos estos méritos hay que rescatar otros dos. El primero, la valentía del técnico en denunciar la apretada de la barra brava liderada por Pablo “Bebote” Alvarez, que lo secuestró para reclamarle 50.000 dólares amenazándolo de muerte. El segundo: la construcción de un equipo que llega a la cima de Sudamérica integrado por futbolistas surgidos del club (Bustos, Franco, Barco), algunos a los que debió recuperar desde un bajísimo nivel (Gigliotti, Albertengo) y el aporte de la experiencia de futbolistas que el mercado casi casi que desechaba (Ervitti, Domingo, Amorebieta, Martínez). Desde allí se construyó este Independiente, el campeón de la Copa Sudamericana que el año que viene volverá a jugar la Copa libertadores, el certamen que lo llevó al primer plano internacional.
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