Ahora que los recitales se convirtieron en una “experiencia” en las que la música pasó a un segundo plano, la vuelta a Buenos Aires de Meshell Ndegeocello fue un acto de resistencia frente a tanta opulencia. A nueve años de su único paso por la ciudad, la artista estadounidense puso su granito de arena en la imperiosa necesidad de reconquistar la fe en la sencillez, así como en el valor de los sentimientos. Como respuesta a esta cruzada, la entrega del público fue tan sobrecogedora que esa hora y un poquito más de show devino literalmente en una liturgia, en la que el recogimiento y la (re) conexión con las emociones estuvieron a flor de piel. Algo que a veces parece casi imposible en este oscuro período del mundo, decidido a perseverar en la anulación de la lucidez con la sobrecarga de estímulos.
Casi en los primeros minutos del del jueves, en la última función de las cuatro que ofreció la bajista, cantante y compositora (brindó una doble tanda tanto el martes como el miércoles), en la sala Bebop Club, las reacciones a su performance fueron fluctuantes. Aunque el mejor semblante de la noche fue el de una moza que se acercó a atender un pedido y mientras la pareja miraba el menú, se recostó en una columna, cerró los ojos y se sumergió en el viaje con un rostro de placer envidiable. Al voltear a verla, los clientes no tuvieron otra opción que esperar a que volviera de donde estuviera en el fondo de su mente. En esa instancia del show, Ndegeocello ya había recorrido buena parte de lo que vino a presentar esta vez: su más reciente álbum, No More Water: The Gospel of James Baldwin (2024).
Si bien la artífice de 56 años ostenta una trayectoria musical en la que hizo de todo, y tocó con todos y todas, sus dos últimos discos de estudio confirman que aún tiene mucho para decir y explorar. De hecho, ambos obtuvieron el Grammy al “Mejor álbum de jazz alternativo”, una de las flamantes categorías en el premio, lo que la convierte en su única ganadora hasta la fecha. Primero lo hizo con el alucinante The Omnichord Real Book (2023), y a continuación volvió a levantar la estatuilla gracias a su decimocuarto trabajo solista, inspirado en el desaparecido escritor y activista afroestadounidense por los derechos civiles James Baldwin (y en parte por la también escritora y activista Audre Lorde). Pese a que aparecieron a través del legendario sello de jazz Blue Note, ubicarlos en ese género no es más que otro capricho de la industria.
Conceptualmente, No More Water: The Gospel of James Baldwin bucea en el libro de no ficción The Fire Next Time, pero al mismo tiempo pone el foco en algunos aspectos de la intensa vida del intelectual norteamericano, como su aversión a la religión. “Travel”, la canción que inaugura ese repertorio (y una de las mejores del disco), da cuenta de ese carácter, con el órgano eclesiástico oficiando de guía. Sin embargo, previo a que la tocaran, el tecladista de la banda, Jake Sherman, y el baterista y cantante Abe Rounds (esta vez frente a la conga y al bajo), amenizaron la apertura del evento desenfundando algunos temas de Finally! (2024), álbum debut de su dúo Jake & Abe. No fue otra cosa que un abreboca de la estatura de los músicos que acompañan a Ndegocello en esta etapa de su carrera.
Mención aparte merece el vocalista Justin Hicks, quien, con ese estilo que evoca a Michael McDonald, nació con el don de conmover. Tal cual apóstol, en la medida que avanzaba el show, la gente se levantaba y se acercaba para atender a su parábola. En ese escenario chico, con ganas de fogón, él y Ndegeocello se sentaron en algo similar a un cajón peruano, y desde ahí alternaron voces (mechadas además con recitaciones en inglés y en español en off). Los escoltó el refinado guitarrista Chris Bruce, y en los costados se ubicaron Sherman y Rounds. No obstante, antes que comenzar con algo de lo nuevo (en cada función improvisaron un repertorio distinto), la música eligió arrancar con una relectura desacelerada de “I’m Diggin’ You”, incluida en su disco debut, Plantation Lullabies (1993).
Luego de que la música agradeciera por la asistencia, desenfundaron “Manifesto”, del disco que vinieron a presentar, a la que le siguió “Travel”, más psicodélica que la original. Entonces apareció el R&B espacial “Eyes”, precedida por el preciosismo etéreo de “Down at the Cross”. De pronto, Hicks rompió con todo al interpretar la espiritual “What Did I Do?”, solemnidad interrumpida por la suerte de afrobeat “Pride”. La bajista, Hicks y Sherman rotaron voces en la dulcemente tribal “Love”, y ese clima dio pie para el R&B lisérgico “Trouble”, secundada por la locura suculenta de “On the Mountain”. Tras revisitar lo nuevo, el final vino con dos temas de The Omnichord Real Book: la jazzera "5th Generation" y la africanista “Virgo”. El público pidió una más, pero no era necesario. Lo que habían hecho Meshell Ndegeocello y su banda ya era inolvidable.