El recinto era un caos. Forcejeos, gritos, discusiones y acusaciones cruzadas. Los diputados opositores del FpV-PJ, el Frente Renovador, el Movimiento Evita, FIT y otros bloques menores permanecían parados, igual que los integrantes del peronismo dialoguista de Argentina Federal, que no se plegaron al oficialismo. Los legisladores de Cambiemos y sus aliados, en cambio, se aferraban a sus bancas a la espera de conseguir el ansiado quórum, que el tablero electrónico marcó por un instante pero que jamás pudieron recomponer. Había pasado casi una hora de las 14, el horario fijado para el comienzo de la sesión. Afuera, miles de policías y gendarmes continuaban la represión contra los manifestantes. Los legisladores más exaltados del oficialismo y el presidente de la Cámara, el macrista Emilio Monzó, insistían en seguir con la sesión hasta que sus principales espadas parlamentarias –en un discreto apartado– advirtieron que ya no podrían reproducir en el tablero el número mágico para avanzar con la resistida reforma previsional. Fue entonces que Elisa Carrió tomó la palabra en nombre del interbloque oficialista y, con una curiosa parábola, pidió que “se levante esta sesión escandalosa” y afirmó: “No vamos a contestar la violencia del FpV”. La oposición ya festejaba al grito de “¡jubilados!, ¡jubilados!”.
Pocos minutos antes de las 14, sobre la avenida Rivadavia se desarrollaba una escena dantesca: como en un partido de rugby, un improvisado rack de diputados opositores hacía retroceder más de 30 metros en un scrum a un numeroso grupo de gendarmes, que iban a formar la primera línea para reprimir a los manifestantes en Plaza Congreso, rodeados de decenas de fotógrafos y camarógrafos que registraban la acción. Fue entonces que el presidente de la Cámara, Monzó, salió a la calle pero pronto volvió al Congreso y detrás de él se cerraron las pesadas puertas del Palacio legislativo. Los diputados opositores Máximo Kirchner, Daniel Filmus, Horacio Pietragalla, Adrián Grana, Walter Santillán (FpV-PJ), Leonardo Grosso (ME), Nicolás del Caño (FIT) y muchos otros quedaron del lado de afuera.
En el recinto, los 106 disciplinados diputados del oficialismo ya ocupaban sus bancas y otros dos aguardaban poder jurar para asumir en reemplazo de la santafesina Ana Martínez (renunció) y de Joanna Picetti (fue apartada por la Justicia). De a poco, los opositores “dialoguistas” fueron sentándose y aumentando el número en el tablero. Apenas 3 de los 6 integrantes del Frente Cívico santiagueño (Mirta Pastoriza, Graciela Navarro y Hugo Orlando Infante) estuvieron entre los primeros, junto 4 de los 5 misioneros del Frente de la Concordia (Daniel Di Stéfano, Jorge Daniel Franco, Flavia Morales y Ricardo Wellbach). También los catamarqueños Silvana Ginocchio y Gustavo Saadi, y el bonaerense Alberto Roberti, que integra el Bloque Justicialista.
Otros 3 de los 4 diputados que responden al interbloque “socialdemócrata” –aliado al oficialismo y encabezado por Martín Lousteau– se sentaron en sus bancas. Lo mismo hicieron los chaqueños Elda Pértile y Juan Mosqueda, los cordobeses Juan Brügge, Paulo Cassinerio, Martín Llaryora y Alejandra Vigo, los tucumanos Gladys Medina, José “Mellizo” Orellana y Pablo Yedlin, y el sanjuanino Walberto Allende.
A las 14,30, el jefe del bloque del FpV, Agustín Rossi, se sentó para reclamar que, habiendo pasado la media hora reglamentaria, se diera por caída la sesión por falta de quórum. El tablero marcaba 116 diputados. Rossi también informó que dos diputados de su bloque, Mayra Mendoza y Darío Martínez, eran atendidos en la enfermería de la Cámara, agredidos con gas pimienta por policías y gendarmes, en medio de la represión desatada afuera.
Carrió fue la encargada de responderle. Le pidió a Monzó que prorrogara la espera para alcanzar el quórum, pero no ahorró una chicana: les reclamó también a los diputados del FpV-PJ “no atropellar a las fuerzas de seguridad”. Victoria Donda (Libres del Sur), en muletas por el golpe que los gendarmes le dieron en la pierna durante la represión del miércoles, le reclamó a Carrió, a los gritos, “respeto” por quienes eran reprimidos en la calle. Exigió que la sesión se levantara.
Entonces, el tablero marcó el número mágico: 129. Y Monzó dio por abierta la sesión en medio de los aplausos de los diputados oficialistas. La oposición reclamó airadamente. Los diputados Rossi, Pietragalla, Grana, Leopoldo Moreau (FpV-PJ), Romina del Pla (FIT), Cecilia Moreau (FR) y otros llegaron rápidamente ante el estrado de la presidencia para reclamar la nulidad de la sesión. “¡Hay un diputrucho!”, gritaron varios. Monzó quiso ampararse en el tablero electrónico, pero la pantalla solo sostuvo durante algunos instantes los 129 diputados presentes.
Entonces se entabló una dura discusión a los gritos, que casi llega a las manos cuando Monzó intentó responder a los insultos tirando un manotazo a los diputados opositores. El personal de seguridad quiso retirar a Monzó del recinto, pero él se resistió a los empujones. Los números del tablero seguían bajando al mismo tiempo que el resto de los diputados opositores, que no habían aportado al quórum, ingresaban al recinto. Ninguno ocupó su banca.
En un enardecido discurso, el jefe del bloque PRO, Nicolás Massot, le reclamó a la oposición que ocupara sus bancas y diera el debate. La massista Graciela Camaño empezó a hablar desde su banca, pero terminó por levantarse abruptamente cuando el tablero electrónico empezaba a acercarse nuevamente a los 129. “Hable tranquila sin mirar el tablero”, la desafió Monzó. Camaño reivindicó el derecho a no dar quórum e invitó a todos los opositores a retirase del recinto, convencida de que el oficialismo no tenía el número para sesionar.
Se improvisaron charlas y discusiones en todo el recinto. No fueron pocos los que se acercaron a la banca de Lousteau para que no avalara la postura oficialista, pero él y la radical Carla Carrizo justificaron su decisión a los gritos. El sanjuanino José Luis Gioja recorría las bancas de los diputados de distintas provincias con el mismo pedido. Camaño dialogaba con el salteño Pablo Kosiner (Argentina Federal), que no había dado quórum, y le reclamaba que le pusieran el cuerpo a la presión. Un desesperado Massot buscaba intervenir en las discusiones y redoblar la presión oficialista.
El prolongado letargo sin definición se estiró hasta pasadas las 15. Las noticias sobre la represión afuera no dejaban de llegar. El tablero electrónico no se movía en el sentido que Cambiemos esperaba y el oficialismo comenzaba a resignarse a que no conseguiría recomponer el efímero quórum. Monzó, Carrió y Mario Negri, jefe del interbloque de Cambiemos, armaron una discreta tertulia. Carrió regresó a su banca y pidió la palabra. “Hablo en una expresión de minoría (lenguaje parlamentario que se refiere a la falta de quórum para sesionar) en nombre del interbloque”, arrancó la líder de la CC. Luego culpó a la oposición del “ambiente de violencia”, dijo que no iban a responder con la misma moneda y pidió levantar la sesión. El malhumor acompañaba los gestos del oficialismo.
Los opositores festejaron. Hubo abrazos entre Rossi y el massista Ignacio De Mendiguren; el formoseño Luis Basterra y el socialista Gustavo Contigiani, las santafesinas Lucila De Ponti (ME) y Alejandra Rodenas (monobloque), Axel Kicillof celebraba sonriente con Facundo Moyano; Nicolás del Caño (FIT) dialogaba con Felipe Solá (FR). En la retirada se escuchó “es para Macri que lo mira por TV” y hasta algunas estrofas de la Marcha Peronista. Afuera seguiría, durante horas, la represión.