A 120 años del nacimiento de Antonio Berni y en el marco de la exposición Berni infinito, el Museo Castagnino (Pellegrini 2202) realizará este domingo a las 19.15, con entrada gratuita, la proyección homenaje de El Sueño de Juanito, de la realizadora Mariana Wenger. Como lo define la directora, un “documental animado”, dedicado a mirar, con sensibilidad y poesía, la obra de Berni, a partir del trazo animado que conforma el grupo integrado por Julieta Boccardo, Paulina Cesano, Marcelo Marull, Pablo Rodríguez Jáuregui, Diego Rolle y José María Beccaría. Un periplo compartido también junto a la música de Marcelo Lastra y Myriam Cubelos, y la voz de Quicco Saggini. “Es una película bastante fuerte, porque lamentablemente tiene una actualidad terrible. Habla de las infancias olvidadas y muy pobres, dejadas de lado; todo lo que rescataba maravillosamente Berni”, señala Mariana Wenger a Rosario/12.
“Yo había hecho Juanito, el sueño de la esperanza (2002), un documental que tenía imágenes de niños de la calle junto a las animaciones. Pero esas imágenes de la calle habían quedado avejentadas, y además ya no me gustaban a nivel relato. Las saqué y lo transformé en un corto totalmente animado, a excepción de la presentación de Quicco (Saggini), que está al principio, hablando frente al cuadro Desocupados. Hice hacer animaciones nuevas, y realicé un recorte bastante importante. La película había ganado muchos premios en su momento, y ahora está circulando por algunos festivales internacionales, de cine independiente. Creo que es un buen momento para presentarla, en el marco de la muestra; quedó linda con este recorte, pero lamentablemente muy actual. Yo la llamo documental animado, porque muestra una realidad muy terrible, que es la del niño de la calle, con mucha ternura y a partir del Juanito de Berni. También se habla de las Ramonas y un poquitito sobre Berni, al final, a partir de un texto mío y el rescate de otros textos”, continúa la realizadora.
-Entonces, conservaste todo el material animado y le agregaste nuevos segmentos.
-Lo que estaba animado está todo, pero algunas animaciones las modifiqué y agregué otras, como en la parte de las Ramonas, con un trabajo muy lindo de una animadora nueva, Paulina Cesano. Las encadené con algunos fundidos y con algunos fondos, pero las animaciones anteriores están. Es muy parecida la parte del texto, la banda sonora y exquisita de Marcelo Lastra permaneció, y se hizo un recorte de todo lo que es vivo, de la calle, que ya no está más. Esa parte del texto era un poco antigua también, le dejé lo más poético, en relación al Juanito y las Ramonas.
-¿Por qué elegiste, en su momento, homenajear a Berni?
-Mi padre, Roberto Wenger, tuvo una de las primeras galerías de arte de Rosario, en el subsuelo de la galería Libertad, conjuntamente con Raquel Real. Yo me crié en una galería de arte, era muy chiquita y conocí a Berni, quien venía a comer a mi casa; y así a todos los pintores del litoral. La cuestión es que yo crecí en ese mundo. Mi viejo era amigo de ellos, y les dio lugar cuando comenzaban; si bien Berni ya era Bernie y era buenísimo, los otros, como Gambartes, estaban despegando. Y yo quedé embebida de todo ese arte; ellos venían a mi casa o al estudio de mi padre, su estudio de arquitectura. La cuestión es que así lo conocí a Berni, y me quedó grabado su arte; sigo siendo fanática de lo que hizo, y a aquel primer trabajo, Juanito, el sueño de la esperanza, lo elegí por eso. Pero también porque todos mis trabajos tienen una mirada social, y a mí me encantó la mirada social de Berni alrededor de los Juanitos, de las Ramonas, de todas estas personalidades que muestra. Por eso Berni. No solo porque me encanta el arte, la pintura y porque crecí en ese ambiente, sino porque tenía una mirada ideológica con la que yo empatizaba, absolutamente.
-Revisar aquella película es también actualizar su discurso.
-A la película la llamo un homenaje que documenta, porque es un documental, un documental animado sobre los Juanitos y lo que representa Juanito, pero a su vez con mucha ternura y mucha poesía. Yo siempre trato de explorar eso; más allá de que el tema sea durísimo, siempre trato de no olvidar la ternura de los personajes, y de rescatarlos siempre. Es también la segunda vez que hago una remake, porque así lo hice con Cine negro (2007), la película sobre Fontanarrosa (a partir de Fontanarrosa se la cuenta y confiesa que ha reído, de 1997). Hice dos de Fontanarrosa y dos de Juanito (risas). Pero bueno, yo siempre quise reestructurar la película de Juanito, y cuando recibo del Castagnino esta invitación, me dije “¡Maravilloso!". Lo siento como un homenaje muy lindo a alguien que conocí desde muy chica, y a quien admiro profundamente.
-¿Qué más estás haciendo?
-Por un lado, estoy muy contenta porque Surfeando el cielo (2023) -documental dedicado a Georgina Melatini y Pablo Martínez, campeones de surf adaptado de Latinoamérica-, se estrenó en París y en Madrid; estuve allá, paré en la Casa Argentina, feliz de que se pudiera mostrar. Terminé ahora un videoclip para un grupo, y la verdad que he estado más productiva que nunca. Voy a hacer también algo de tipo experimental, acerca del tiempo, sin título todavía, tampoco tiene forma; tendrá que ver con el tiempo que nos queda. ¿Qué hacemos con el tiempo? También hice un homenaje a Lucha Aimar; cuando se inauguró su escultura, tuve el privilegio de que me eligieran para hacer ese trabajo, muy lindo, sobre su trayectoria.
Mariana Wenger tiene bien en claro que “el cine es un arte colectivo y se logra con un equipo, al que quiero destacar”. En El Sueño de Juanito participan también Luciano Barrera (fotografía y cámara), Claudio Perrin (iluminación), Edgardo Suárez, Charly López y Fernando Fontana (edición), Silvia de Pauli y Matías Carrillo (producción), Fernando Fontana (reedición de sonido), Matías Carrillo y Federico Matteucci (foto fija).
Luego de El Sueño de Juanito, a las 19.45 se proyectará Manifestación -dedicado a la producción, montaje e inauguración de Berni infinito en el Museo Castagnino-, segmento que forma parte del documental Bernianos, reversión 2025, largometraje de cuatro actos, producido por Leandro Rovere y Nacho Sánchez Ordoñez.