Siete de cada diez ciudadanos considera que en este momento tiene bajas o nulas posibilidades de conseguir trabajo si tuviera que buscarlo. La mitad de esas personas piensa que la búsqueda está ahora más difícil que hace un año, es decir que conseguir trabajo en este momento es –para ellos– casi una utopía y no lo era tanto durante la administración kirchnerista. Pero tal vez lo más serio es que el 45 por ciento de quienes tienen trabajo en la actualidad sienten que están en peligro, es decir que podrían perder su puesto próximamente. Esa sensación está instalada porque casi la mitad de los consultados vivieron un despido en carne propia o fue víctima de despido un familiar. Finalmente, a este cuadro dramático se agrega que el 63 por ciento afirma que perdió poder adquisitivo en los últimos tres meses. Lo que se percibe en forma global es la existencia de una enorme incertidumbre en todo lo que tenga que ver con el empleo y el futuro personal.
Las conclusiones surgen de un extenso trabajó que hicieron en conjunto la consultora Ibarómetro y el Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo (CETyD), de la Universidad de San Martín. La encuesta fue dirigida por el sociólogo Ignacio Ramírez y en total fueron entrevistados 1.400 ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires y 24 distritos del conurbano bonaerense. En la encuesta se respetaron las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.
“Existen muchos estudios e indicadores sobre la marcha de la economía y del mercado laboral –sostiene Ramírez–. La particularidad del Monitor Socio-laboral de Opinión Pública del CETyD e Ibarómetro es que su foco reside sobre las percepciones y sentimientos de los ciudadanos, es decir estudia de qué manera la evolución del entorno socioeconómico impacta sobre el estado de ánimo de la opinión pública en general y de la población ocupada en particular. En contra de lo que indican recurrentes discursos apocalípticos sobre una supuesta perdida de la cultura de trabajo, la encuesta revela que para los argentinos el trabajo es muy importante y es sinónimo de sentidos positivos: dignidad, crecimiento y orgullo. Un hallazgo especialmente interesante alude a los jóvenes: entre los menores de 30 años, a quienes muchas veces se caracteriza de vagos o apáticos, se acentúan y crecen los sentidos positivos vinculados con el trabajo”.
La percepción que se acentuó en éste último año y que está instalada ahora es la inestabilidad.
Ramírez explica que “es elocuente, a la hora de caracterizar los sentimientos y miradas de los argentinos sobre la marcha del entorno sociolaboral, que cuando preguntamos sobre la experiencia cercana de desempleo o dificultades de empleo, un 51 por ciento declara conocer a alguien cercano que en los úlitmos meses ha perdido su trabajo. Desde ya que se trata de una percepción que no debe ser tomada como una estadística objetiva de la marcha del empleo, pero sí que debe ser analizada como una percepción que revela que la preocupación por el empleo esta fuertemente instalada en la opinión pública”.
Una característica que distingue al estudio del CETyD e Ibarómetro es que además de medir aspectos sobre el conjunto de la opinión pública formula preguntas y aproximaciones específicas a la población ocupada. “Allí aparecen algunos resultados importantes–completa el director de Ibarómetro–: casi el 45 por ciento de la población ocupada manifiesta temor a perder su trabajo; temor que crece de manera muy pronunciada entre los cuentapropistas y los jóvenes, los dos segmentos que manifiestan los niveles más altos de incertidumbre laboral”.
Esta preocupación se manifiesta en las encuestas globales. Todos los consultores coinciden en que hace un año el temor al desempleo no figuraba en ningún sondeo como una preocupación importante. Siempre a la cabeza estuvo la inseguridad y luego aspectos de la economía como la inflación. Pero en el último tiempo, la preocupación por el empleo aparece en forma creciente. Sucede incluso que cuando se le pregunta a un encuestado sobre el aumento del desempleo en el país, la respuesta no es dramática: contestan que sí, que hay una caída en el trabajo, pero no abrupta. Sin embargo, cuando la pregunta se dirige a su situación personal, las respuestas agobian: que se consideran en peligro de perder el trabajo, que en su familia hubo despidos y que si tuvieran que salir a conseguir un empleo, sus posibilidades serían escasas. Es decir que hay una incertidumbre cada vez mayor y más cercana.
El trabajo de Ibarómetro y la CETyD se completa con las preguntas que tienen que ver con el poder adquisitivo. El resultado es casi cantado porque la inmensa mayoría de las paritarias cerraron por debajo de la inflación –superior al 40 por ciento– de 2016. Y quienes no están bajo el paraguas de convenios colectivos y paritarias quedaron en situación aún peor. A esto se agrega que el aumento de las tarifas y de la mayoría de los servicios produjo una verdadera hecatombe en el presupuesto familiar. De manera que no resulta extraño que el 63 por ciento de los consultados haya contestado que perdió poder adquisitivo en los últimos tres meses, un período muy corto y que sin embargo produjo un deterioro de envergadura en la capacidad de consumo de los hogares.
Frente a una gran mayoría de consultores que vienen sosteniendo que la administración Macri todavía despierta expectativas en buena parte de la población, Ramírez alerta sobre el deterioro de esas expectativas. “Las encuestas detectan que la incertidumbre y el desánimo tiñen a cada vez más segmentos de la opinión pública, un creciente pesimismo basado en las percepciones del entorno socioeconómico. Sin embargo las expectativas existen y son políticas. Es que la grieta sigue en pie. La grieta explica que la misma realidad - percibida como negativa en las dos orillas - sea percibida y elaborada de manera divergente: para una mitad se trata de herencia y para la otra mitad se trata de ajuste”.