La etimología de la palabra "viernes" proviene de rendir pleitesía a Venus. Entre todas las ofrendas a la diosa del amor, la belleza y el deseo rankea alto pasar cerca de una construcción cuando se presiente el arribo del fin de semana. El olfato no miente. En ese lugar al mediodía se cambia el fratacho por una cuchilla, y al cemento por unos cuantos kilos de carne y achura sobre las brasas. Hay un programa que se dedica a ese ritual del oficio y la cultura local. Se trata de Asado de obra que emite por Gourmet (viernes a las 16.30, repite domingos a las 20.30) que ya va por su tercera temporada

Dentro de la señal, donde brillan las recetas precisas de Osvaldo Gross o el turismo foodie de los hermanos Petersen, se rompe el molde con una idea tan simple como jugosa (o a punto): viajar al corazón de una construcción en ciernes y su almuerzo durante la última jornada laborable. Ahí, entre una mezcladora de cemento y a cielo abierto, son los propios obreros quienes revelan a cámara sus secretos culinarios. “Termina la semana, donde suene un taladro y una pala hay olor a asado”, se escucha en uno de los capítulos.

Nada de estrellas Michelin, cortes Tomahawk, parrilla kamado, ni de la estética explícita del Food Porn. El encanto de Asado de obra pasa por su retrato elemental e hipnótico que emana una parrilla hecha con ladrillos y unas chapas como conductoras del calor. “El viernes y el asado de obra es único. Es difícil describir esa sensación. El viernes tiene su esencia de espíritu alegre, de la emoción de compartir con la gente, con el equipo de trabajo. Es algo mágico estar rodeado de la gente y disfrutando del asado, es una sensación de felicidad”, asegura Pedro Gamarra, protagonista uno de los episodios de la temporada y seguidor de la propia señal de TV paga. “Recuerdo uno de un cocinero italiano que preparaba un chivito entre las rocas. Me impactó porque, como soy cazador, es una carne que conozco bien, así que me enganché enseguida”, le dice a Página/12 el constructor nacido en el Paraguay.

En su episodio no hay ningún condimentos especial. Gamarra cocina con su hijo de asistente delante de una casa a medio hacer en un country. “Para la leña uso madera de obra, que a veces arde demasiado rápido o no da buena brasa. Entonces hay que estar muy atentos, porque si no se quema o se enfría rápido. También influyen el viento, el polvo… Todo puede jugar en contra, así que es un asado que exige mucha improvisación y cuidado", dice el albañil radicado en la Argentina desde hace más de 20 años. ¿Qué preparó como tentempié? Mbeyú, suerte de tortilla frita de chipá con mucho queso. ¿El plato principal? Un estofado de ciervo -cazado por el mismo- al disco con arroz con queso como acompañamiento. “Todo eso también lo hace especial. Después de una jornada de trabajo tan dura, ese momento se vive con más ganas. Comemos más, lo disfrutamos más. Y lo más lindo es cómo se espera: ya desde el miércoles se empieza a hablar de qué se va a poner en la parrilla -si va a ser costilla, vacío, falda-, y eso genera una expectativa hermosa. Por todo eso, creo que no hay nada como el asado de obra. Tiene su propia magia”, sentencia el cocinero por un programa y de todos los viernes en una obra.