San Fernando, provincia de Buenos Aires. Un caserón hermoso, de esa arquitectura que un país racional apreciaría, preservaría y usaría. Abandonado por años, ardió el 6 de este mes para dolor de los vecinos que aprecian lo suyo. Más allá de la situación particular de la propiedad –¿especulación para construir en el terreno de media manzana?, ¿herederos que se pelearon?, ¿problemas de títulos?– este es un caso más de la desidia institucional ante las piezas patrimoniales. Una propiedad de este calibre no puede estar abandonada tantos años sin que le importe al Estado. Puede estar desocupada si no le importa a los dueños, pero no abandonada hasta el peligro público. La indiferencia se mezcla con esa convicción trucha de que como es propiedad privada nadie puede meterse, aunque sea histórica y tenga un valor comunitario muy claro. 

La cosa es que perdimos otra pieza de nuestro patrimonio.