Luego del debate en la Cámara de Senadores, el 30 de diciembre de 2020 se aprobó la Ley 27.610 de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Una ley que recogió el reclamo del movimiento feminista, luego de un recorrido de varias décadas y que a partir de 2015 se empezó a instalar en la conversación cotidiana como un tema de derechos y salud pública. 

Así lo señala Valeria Isla, ex directora nacional de Salud Sexual y Reproductiva y ex coordinadora general de Plan ENIA (2019-2023): “En 2015 veníamos del Fallo FAL (2012), de la extensión en la cobertura de ILE (Interrupción Legal del Embarazo) y la utilización de misoprostol para abortos seguros, de 13 años de la ley de salud sexual y 9 años de la ley de ESI (Educación Sexual Integral), de compra y distribución gratuita de métodos anticonceptivos y preservativos mediante el programa REMEDIAR. Una lucha sostenida del movimiento de mujeres y diversidades durante décadas. Y Ni Una Menos fue clave para generar articulación con otras demandas y consignas en el espacio público, entre ellas la del derecho al aborto”.

El pañuelo verde fue símbolo de una lucha que cruzó fronteras y abrigó tanto a las feministas de las últimas décadas del siglo XX, como a les adolescentes, que la noche del 13 de agosto de 2018, permanecieron en las calles hasta que el Senado rechazó el proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) con 38 votos en contra, 31 a favor y 2 abstenciones.

Foto: Jose Nico.

Mariana Romero, médica e integrante del Proyecto Mirar dice que la lucha salió a la calle, fue parte de Ni Una Menos. “Las primeras guías, el fallo FAL y el debate de 2018 fueron puntos de inflexión importantísimos. La sanción de la ley es el resultado de un largo tiempo, paciencia y compromiso de la lucha de los movimientos de mujeres, de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, de la sociedad civil, de los equipos de salud, de las acompañantes. Se construyó de a poco, buscando pasos que fortalecieran derechos, acceso, decisiones. Se pidió rendición de cuentas, se exigió cumplir con las causales, exigimos la legalidad. Creo que fue (es) un proceso democrático que se construyó colectivamente, con mucha conversación y que llevó la discusión a múltiples espacios”. Sin dudas, lograr la ley implicó un entramado potente de articulaciones y luchas. El Proyecto Mirar, en su apartado “Es mucho más que un aborto” analiza cómo la sanción de la Ley 27.610 transformó la vida social, política y sanitaria de Argentina y su población. El informe da cuenta de que las internaciones por complicaciones de aborto en el subsector público pasaron de 52.817 en el año 2010 a 33.525 en 2020 lo que significa un descenso de 36% en una década. Las razones de este descenso se asocian a la mayor información sobre la posibilidad de interrumpir un embarazo de forma segura usando misoprostol, a las políticas de reducción de riesgos y daños por la implementación de las consejerías pre y post aborto, y a una política de acceso a los abortos legales.

“Ni Una Menos es la sabiduría de un movimiento que supo convocarnos y atraernos masivamente a las calles, contra los femicidios centralmente de 2015, y con una expansión programática en los años siguientes”; define Ruth Zurbriggen, activista de La Revuelta Colectiva Feminista y Socorristas en Red, y se interpela: “¿Cómo pensar Ni Una Menos -aun con las controversias internas que hubo y hay- sin pensarlo como ese proceso en que los feminismos hicimos contacto e irradiamos capilaridad plural y popular desde nuestras argumentaciones, prácticas y demandas?”. Para Ruth, el estallido de la ocupación callejera, la politización intergeneracional de las violencias, el impacto colectivo que interpeló las subjetividades machistas y patriarcales fue aquello “que nos conectó de otra forma con nuestros cuerpos para darnos voces propias, organizarnos, sentirnos, palparnos, ir haciéndonos cada vez más conscientes de que algo inusitado estábamos provocando: Ahora que sí nos ven, ahora que estamos juntes…”

Valeria vuelve al 2020 y al hito de la ley y los desafíos de generar una política pública: “Tuvo que ver con apoyar a los equipos de salud, publicar los protocolos de atención para guiar la implementación de la ley en el más alto estándar de calidad, promover espacios de formación, el misoprostol y la mifepristona que son medicamentos para un aborto seguro, el 0800 salud sexual, el énfasis en las usuarias, el Plan ENIA cambiando la vida de miles de adolescentes y la producción de información”.

El pañuelo verde de la Campaña por el Aborto Legal Seguro y Gratuito, un emblema de los feminismos. Foto: Jose Nico.

El panorama regresivo de los derechos 

Sin embargo, con el triunfo de Milei el intento de socavar el derecho a la IVE y el panorama regresivo de derechos es cada vez más brutal. Mariana Romero señala que sobre el final de la gestión anterior e inicios de 2024, se distribuyeron todos los insumos de salud sexual y reproductiva existentes. Posteriormente -agrega- no hubo entregas y las provincias iniciaron procesos de compra signados por la urgencia. “Al no haber una estrategia planificada y gradual que contemple como prioridad la necesidad de las personas y tenga como centro la equidad, la respuesta es segmentada y en general, poco eficiente. Su impacto aún no se puede mensurar”. En ese sentido, Ruth observa que es el derecho al aborto, y es mucho más también. “La ley de IVE ya está socavada. Pusieron freno a toda política pública de sostén de la misma, entonces las garantías del derecho quedan en la buena voluntad de los gobiernos provinciales, y ya sabemos que si algo caracteriza a nuestro país son las desigualdades de acceso a derechos básicos como salud, educación, trabajo, vivienda. Destruir una política pública como la que se inició una vez sancionada la Ley 27.610 implica también romper lazos comunitarios. O contiene el deseo vengativo de romperlos”.

Por todo esto, es que las redes de acompañantes son tan imprescindibles. Porque no solo cuidan que la ley se cumpla sino que esos abortos se lleven adelante sin riesgos. “En este tiempo de regresiones aceleradísimas, resulta más necesario que nunca organizar proyectos activistas de salud comunitaria y feminista”, apunta Ruth. SenRed insiste en que se garantice lo logrado, a la vez que empuja “prácticas políticas que construyan otros modos de vivir en este mundo, que se empeña en hacernos la vida cada vez más difícil. Modos afectivos, modos que registren a les demás, modos en los que revitalicemos las esperanzas de saber que estamos sosteniéndonos en tiempos difíciles”.

Para cerrar, la socióloga e investigadora Nayla Vacarezza (Conicet-UBA), trae las frases de Milei de días atrás en relación a la obsesión que tiene con la baja en la tasa de natalidad: “El presidente no solo distorsiona la realidad cuando afirma que “ahora el miedo es que el mundo se quede sin gente”, o que “se les pasó la mano en atacar a la familia”, o cuando habla de “asesinatos en el vientre de las madres”. Lo que hace es construir deliberadamente al movimiento feminista como un enemigo y como responsable de una supuesta crisis demográfica y moral que viene a justificar el desmantelamiento de políticas públicas conquistadas tras décadas de lucha incansable. Por eso, es importante continuar respondiendo a esa insidiosa imaginación autoritaria con más y más imaginación feminista, como ese grito contra las violencias machistas que es Ni Una Menos y que se nutre de décadas de luchas, símbolos y prácticas que crearon nuevas formas de sentir y pensar el aborto, la sexualidad y la reproducción. Los feminismos construyeron pacientemente repertorios expresivos y políticos que transformaron el estigma en orgullo, la clandestinidad en solidaridad, y el dolor en potencia transformadora”.