Uno

Descienda en otra parte. Despierte y crea que no hay en su vida nada más que la historia de su vida. Basta, basta, basta, no piense más en Moloch. No vuelva a suponer que es el dios de los illuminati. Múdese a otra casa pero no dé su nuevo domicilio. Baje por accidente al río, sienta ese escalofrío perfectamente puro. Déjelo caminar sobre sí. Sea, en su absoluta intimidad. Jamás tropiece con sus órganos bajos, deles valor, póngalos, plántelos, llénelos de emoción, de ideas, de innovaciones. Váyase con los gitanos a andar caminos. Soles y lluvias pasarán. Sea la creatura de los platillos voladores. Ni macho ni hembra. O macho y hembra, pero déjese copular por Orión.

 

Dos

Trate de reírse para no perder el ánimo. Piense desesperadamente en un fragmento del Popol Vuh. Enciérrese con Tepeu, Gucumatz y Huracán en la sala de comandos. Haga esto que hará bien. Pero, ¡lo que son las cosas! No sepa por qué la válvula de escape se parece a una vulva: mírela en su transparencia. Avance en agitada lentitud. Que Tepeu tenga los órganos necesarios, igual a cualquier humano, y otros también. Que Gucumatz irradie su aura rojo brillante de dios que ve a otro dios. Que Huracán expropie las bulas y las distribuya a toda la humanidad. Que el amor sea hecho. De a uno, de a dos, de a tres, de a mil. Pliegue el alba y preludie. Estatúe el neón y susurre la nitidez del contorno. Celebre.

 

Tres

Vuélvase a dormir. Una noche. Una vida. Haga esto. Nada más. Siéntase obligado a servirse del espacio‑tiempo. Salte de la cama a la nave espacial. Es posible que se pregunte, ¿y bien, cómo anda esto? ¿Conozco sus secretos? Todo es posible. Aliéntese, a su modo. Quiérase a sí mismo. Grite su dicha. Sepa que su dicha es tan estrictamente propia y tan estrictamente ecológica y tan estrictamente cósmica. Pronto, goce. Vuélvase demasiado fuerte. Y dándose cuenta, pase a ser un misterio en su propia masa corporal.

 

Cuatro

Sea muy necesario. Salga al jardín. Adivine la luz. Que todo hombre sea dios para poner a salvo la palabra Dios. Trate de encontrarse con quien le ha llamado. Cuelgue sobre un rayo constelar la infinita ilimitación de sus actos. Conozca el gesto, siéntase completamente inútil, como Eisenhower pactando con los extraterrestres, para que no haya ni siquiera un pájaro que deba prescindir del vuelo. Sea de aire. Diga sus penas, murmure sin cesar en voz baja las coplas de su esperanza, los estribillos de sus anhelos, el lamento de sus miedos, los aullidos de su angustia. Préstese oídos, préstese voz, impídase abandonar los sueños, viva en comunidad, necesite a otros para que las cosas sean mejores, en suma, habite sabiamente, con entusiasmo, su destino, que puede ser demasiado perfecto.

 

Cinco

Pueda imaginar procedimientos para buscar el ángulo propicio que ahuyente a las grandes mentes vacías. Cohabite la genuina rodaja de longitud del mundo que ha heredado, no quiera estar a la moda, no hable mucho de sus pesadillas, restos... que queden sin efecto los huesos de los pensamientos parasitarios, de las tablas rasas. Vaya de polo a polo, nevado. Guarde para siempre el secreto de la forma que rodea el aura de su cuerpo, donde alguna vez lo simple no era otra cosa que lo vital.

 

Seis

Sea un halo, sea un hálito. Sea un respirar. Sea una manifestación. Sea el movimiento liberado de sí mismo. Ame los objetos, forme parte de la gran energía, tenga tanta energía que donde haya cenizas y manchas de esperma, se vea el sol que penetra como si fuera una determinación. Tenga en sí un toque de santidad enigmática. Siéntala desde las uñas hasta los rizos púbicos, como una vela doblegada que se usa con fines ‑ en todo sentido‑ amorosos.

 

Siete

Prolifere en instrumentos, vaya dejando una sombra en el reloj de arena, piense en aquellas otras zonas donde no se pueden oír estas palabras. Explique, con ejemplos simples, cómo se ha convertido en dios, sin revelar su verdadera habilidad para hacer milagros, y cambie con un leve toque, de sentimiento, de pensamiento. Vea la luminosidad sin fondo, sin fábula.

 

Ocho

Tenga el siguiente problema: la bola de vidrio de una vidente cuyo agitado conjunto compone una forma barroca, y siga el aroma del café en perfecta sincronía y perplejidad. Pregúntese en qué reino estuvo por la noche. Y que la respuesta sea: el pensamiento no puede nunca decir a gritos lo que ha pensado. Piense en otra respuesta, de ser necesario. Ice las altas eles, redondee las oblongas oes, serpentee las elípticas eses. Construya el alfabeto alienígeno a su imagen y semejanza. Aproveche su audacia. Salude con la mano. Haga algunos movimientos rápidos y vea llegar la dicha incluso a quienes no estaban preparados para recibirla.

 

Nueve

Forcejee en los amontonamientos interponiendo un conjunto. Respire la magna soledad de Tesla. Intervenga quirúrgicamente el otro lado de la veracidad externa y de la interna. Cuando no encuentre más tornillos, proceda a unirlas por el mismo procedimiento anterior. O aguarde. O valga la redundancia y válgame Dios.

Sea siempre más o menos el mismo, pero que su estructura sea más liviana. Parezca estar muy comprimido, como un hombre que alcanza la eternidad y se transforma. A cierta altura de la noche sea tal silencio que los pensamientos que advengan con los pies de palomas gobiernen el mundo. Sea así como un león con su alma gemela, y quiera saber si ha crecido proporcionalmente en íntima conexión con su destino, o lo ha pasado por alto con demasiada facilidad. Azúlese. A usted le está sucediendo su vivir personal en este mundo, en gran parte, mágico e incompleto.

 

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