La idea es sencilla, poderosa y oportuna. Lo es tanto, que su sola enunciación casi no deja lugar para que después exista una novela. The power –así, en inglés también en su traducción al castellano– imagina un mundo en el que las mujeres descubren cómo enviar descargas eléctricas con sus manos, sólo tensando sus músculos (o, más precisamente, un músculo nuevo que les aparece en la parte superior de la espalda). Así de simple, así de contundente. Es una novedad que es fruto de una evolución, y su explicación científica es lo que menos importa porque su significado es impactante: los hombres ya no son los dueños de la fuerza cuerpo a cuerpo, ahora el poder lo tienen las mujeres. Y el mundo, qué duda cabe, dejará de ser tal como lo conocemos.
Son las puertas que deja abiertas semejante cambio las que Naomi Alderman se dedica de manera fascinante a entornar una por una. De manera meticulosa, y al mismo tiempo con un vértigo narrativo irresistible. A partir de las voces de sus cuatro protagonistas –tres mujeres y un hombre– The power cuenta cómo el mundo comienza a saber la novedad, primero, a partir de los juegos de los chicos y las chicas en las escuelas. Las chicas empiezan a perseguir a los chicos, a filmarlos por sus celulares y subirlos a internet mientras reciben las descargas. Las autoridades se ven forzadas a intervenir, hay quienes piden que las jóvenes agresoras sean encarceladas, puestas en cuarentena, pero rápidamente las implicancias de semejante poder comenzarán a pasar de lo cotidiano y lo social hacia lo político e internacional. Y la clave para contar esa progresión son, por supuesto, las voces de sus cuatro protagonistas.
Dos de ellas han sido abusadas desde niñas, Roxy y Allie: una es la hija menor de una familia de maleantes, testigo de toda clase de violencia desde muy chica; y la otra es una joven que ha huido de la casa de sus padres adoptivos, donde abusaban sistemáticamente de ella, que busca refugio en un monasterio. Allí es donde terminarán muchas de las niñas que hacen uso de su nuevo poder, ya sea para defenderse como por simple búsqueda de placer, y han huido o sido echadas de sus casas. La tercer protagonista mujer de The power, Margot, es una política que, rápida de reflejos, decide que esas niñas y su nuevo poder pueden ser encausadas en campos de entrenamiento, lo que la hace ascender dentro del gobierno. La cuarta voz que Alderman utiliza para contar su historia es la de un varón, Tunde, un joven periodista que se dedica a recorrer el mundo cámara en mano y subir a internet los testimonios de los flujos y reflujos que comienza a generar este nuevo poder: las revueltas en Medio Oriente, la aparición de grupos supremacistas masculinos en Europa del Este.
Autora de juegos online además de novelista, la británica Naomi Alderman –que fue incluida en 2013 por la revista Granta dentro de la ya tradicional lista de escritores jóvenes que elabora cada diez años– ha confesado que lo que la inspiró para escribir The power fue haber visto en el subte de Londres una publicidad que mostraba a una mujer llorando. “Lo que pensé que decía ese aviso es que eso era lo que teníamos que hacer las mujeres, que para nosotros llorar era sexy”, explicó más de una vez Alderman. “Pensé entonces en qué tenía que cambiar en el mundo para que alguna vez hubiese un aviso que considerase como algo sexy mostrar a un hombre llorando. Así fue como apareció la primer semilla de The power”.
Desde ese mundo, un lugar donde las mujeres tienen el poder y los hombres lloran, es que en realidad se supone que viene The power, ya que la novela se presenta como un manuscrito que un investigador varón le presenta a una escritora que se llama como Alderman, donde imagina cómo es que el mundo podría haber llegado al “actual” estado de las cosas, donde las mujeres mandan y los hombres obedecen. Un juego metatextual que es una suerte de homenaje al epílogo de El cuento de la criada, de Margaret Atwood, mentora de Alderman, al punto que su recomendación preside la portada de la edición en castellano. De hecho, ha confesado Alderman, fue Atwood la que le sugirió que su Allie buscase refugio en un monasterio, un lugar que terminará presidiendo, y de donde lanzará su culto femenino al mundo.
Alguna vez William Gibson explicó que imaginaba sus novelas de ciencia ficción cada vez más cercanas a su tiempo: la dinámica del progreso tecnológico lo obligaba a ello. Sus últimas obras, decía, estaban ubicadas apenas unos minutos en el futuro. The power ni siquiera necesita eso: es puro presente. Todo lo que cuenta sucede aquí y ahora, lo único que es imaginado es ese poder en las manos de las mujeres, que hace que la tortilla se vuelva y también todo lo demás que pedía la canción. Aunque por este lado del planeta todavía nadie parece haberse dado cuenta, la novela de Alderman ha tomado al mundo de la cultura por el cuello, y ya hay anuncio de millonaria venta de derechos y futura serie de varias temporadas por delante y más. Por lo pronto, ha sido incluida por The New York Times entre sus diez libros del 2017.
Tal vez el poco interés local hacia la obra de Alderman tenga que ver con que, si bien es su cuarta novela, recién es la primera en ser traducida al castellano. La primera, Disobedience (2006), acaba de ser adaptada al cine, con Rachel Weisz como protagonista. Pero también puede ser el resultado de que la urgencia con que se traducen las novelas con destino viral internacional hace que su edición sea descuidada, y su lectura decididamente menos disfrutable que en el original en inglés. Si la ciencia ficción que supo presentar Minotauro en sus momentos de gloria hubiese sido traducida y editada con la misma displicencia con la que se presenta The power –sin siquiera tomarse el trabajo de traducir su título en castellano, sin ir más lejos–, no hubiesen alcanzado tan rápidamente en nuestro idioma la condición de clásico que hoy ostentan.
No quiere decir esto que la novela de Alderman tenga un seguro destino de clásico, pero lo cierto es que impresiona y fascina su aparición justo a tiempo, y la madurez con que su autora se despega rápidamente de la descripción y las consecuencias del poder que descubren las mujeres en sus manos, y pasa a referirse a lo que sucede cuando se tiene el poder, lisa y llanamente. Porque de eso en realidad habla The power, después de entusiasmar a sus eventuales lectores con lo justo y necesario de esa electricidad que empodera a las que hasta entonces eran víctimas. “Una vez que imaginé un poder que pudiesen tener las mujeres, basado en las anguilas eléctricas, capaz de cambiar el orden de las cosas, quise ver cuánto podía convencerme a mí misma de que las cosas podían cambiar”, ha dicho Alderman. Y agregó: “No nos olvidemos nunca que las mujeres consiguieron su derecho al voto a través de votaciones democráticas en congresos enteramente compuestos por hombres. La revolución feminista ha sido la revolución pacífica más exitosa de los tiempos modernos, y estoy orgullosa de ser parte de ella. No debemos perder la esperanza en el poder de los argumentos racionales y la conversación”.