Las bancas centrales son claves para la política económica. La macroeconómica se concentra en tres variables importantes: la inflación, el crecimiento y el empleo. Las decisiones monetarias tienen impacto en cada uno de estos puntos y el éxito de la gestión del Banco Central puede definirse por el recorrido de esas tres variables. Federico Sturzenegger aprovechó el brindis de fin de año con la prensa para celebrar lo que él considera buenos resultados desde que asumió el nuevo directorio. Pero los datos duros de los últimos 24 meses muestran que por ahora no hay motivo para elogios ni festejo.
1. El PIB no creció en el acumulado de los últimos dos años. Cuando se lo analiza por años hubo una fuerte caída en 2016 y un rebote en 2017, lo que dejo un resultado neutro en términos de actividad económica (producción). En donde hubo cambios es en el protagonismo de los sectores que explican el nivel de Producto Interno Bruto. La rama industrial perdió participación, mientras avanzaron las finanzas y los negocios dedicados a la extracción y explotación de materias primas (soja, maíz, trigo, energía, minería, entre otros).
2. La inflación no bajó ni en términos interanuales ni en términos mensuales. El año pasado hubo un shock de precios, que hizo saltar la inflación del 24 al 41 por ciento interanual. Y en 2017, con un tipo de cambio quieto y un ajuste sobre el resto de los precios relativos (tarifas y salarios) algo más moderado, se volvió a la inercia que predominó hasta 2015. El año cierra con aumentos interanuales del 25 por ciento y diciembre, el último dato que resta publicarse, puede ser el más alto del año: algunos analistas de la city lo ubican en torno al 3 por ciento.
3. El empleo es la tercera variable en la que la política monetaria influye y, por tanto, permite cuantificar el éxito o fracaso de un Banco Central. La desocupación saltó dos puntos en los últimos 24 meses, cerrando este año por encima del 8 por ciento. El año pasado, cuando se registraron las mayores caídas de la economía, el desempleo había alcanzado niveles de casi 10 por ciento, un pico de los últimos 15 años. Esta situación del mercado laboral, que registró su peor cara en los rubros industriales, se complementó con una caída en la capacidad de compra de los trabajadores, cuyos salarios no consiguieron ganarle a la inflación.
No hubo crecimiento. No bajo la inflación. Ni mejor la calidad y cantidad del empleo. La política monetaria, más allá de los argumentos que quieran ofrecerse, no fue efectiva. Para completar el combo puede mencionarse que la desregulación financiera de los últimos dos años incrementó los desajustes estructurales. Si se anualizan los datos de octubre, la fuga se ubica en unos 30 mil millones de dólares. La cifra equivale a 4 puntos del PIB que dejan de invertirse y consumirse en el mercado interno. Otro de los elementos de vulnerabilidad es el ingreso de unos 11 mil millones de dólares netos para especular en activos de corto plazo como acciones, bonos y Lebac, que ante un episodio de crisis internacional o tensiones políticas internas saldrían rápidamente en busca de horizontes más tranquilos y rentables.
La deuda de las Lebac, aunque el Central no reconoce que sea una preocupación, se descontroló. La cifra que lo muestra es simple pero contundente: la autoridad monetaria no tiene los dólares suficientes en las reservas internacionales para devolver toda la deuda de Lebac