La historia del largometraje El oscurecimiento de la luz remonta décadas, tiene que ver con una Rosario fantástica, sea por la del argumento pero también por las imágenes que la retratan, cuando la ciudad era otra. Su director es Fernando Zago; algo así ya había logrado con El investigador de ciudades (1997/98), en el registro de una Rosario cuya fisonomía mutaba, vía boom edilicio.
El oscurecimiento de la luz encuentra ahora su cauce final, con el pre-estreno que hará el propio director, este sábado a las 18 en Centro Cultural Cine Lumière (Vélez Sarsfield 1027), en el marco del Festival de Cine Latinoamericano Rosario, con entrada gratuita.
“El oscurecimiento de la luz es muy particular, porque ha estado dormida durante muchos años. Es una película que se filmó desde el 2004 al 2010 o 2011, y después quedó en un letargo, durante mucho tiempo. Algunas cuestiones tuvieron que ver con lo tecnológico, otras con lo emocional, por ciertas cuestiones personales que viví en esa época y que me hicieron tener un corte. Fue a partir de la pandemia, que si bien tuvo cosas tan malas y tan duras, cuando retomé la postproducción de la película. Pude contar también con programas especiales, que me permitieron hacer ampliaciones de video SD -videos digitales que no son de alta calidad- para empardarlos con otra época de la película, que fue filmada en HD”, comenta Fernando Zago a Rosario/12.
-No es un documental, está claro, pero hay todo un registro de época con el cual uno se va a reencontrar.
-Es la película de una ciudad de los 2000, y también una película fantástica; no es ciencia ficción, porque la ciencia ficción tiene que ver con otro ámbito; esto tiene que ver con un realismo del espacio. Todo lo que se ve de la ciudad y está filmado, no existe más: Puerto Norte, la torre de balanzas, lugares que fueron demolidos, implosionados, para que ahora estén las Dolphin. Fue un proceso del que indirectamente no me daba cuenta del todo, porque eran los espacios que necesitaba la película. Pero hay algo que quiero aclarar, cuando hablamos de los tiempos de la filmación, el tiempo no fue un problema, sino un valor en la forma. Hasta con respecto al guion. Y me aterra la actualidad que tiene.
-Producir cine en Rosario y la región no era fácil, ahora tampoco.
-Los tiempos de filmación a veces son complejos de entender, porque no es que nosotros obtenemos un presupuesto para filmar de una manera continua, sino que vamos filmando de maneras fragmentadas, adaptándonos a los tiempos de producción; en el medio se hizo la película de Fito (¿De quién es el portaligas?, de 2007), donde yo hice la fotografía, fue un año donde nos dedicamos específicamente a eso. A veces parece que si vos decís que la película se filmó en esa época, sería algo viejo, precario, pero se van a encontrar con algo que no es así, vamos a ver algo bastante actual, no solamente como argumento sino también en cuanto a cómo está filmado.
-¿Fotografiaste en blanco y negro, color?
-Todo es color. Hay mucha cuestión de multiformato, hay cámaras de vigilancia, cámaras de VHS mezcladas; pero con coherencia.
-¿Cuál es el argumento?
-Hay un personaje único, que es el que lleva y ordena todo en sí mismo, que es Ludo, un ex convicto que es reclutado por el sistema, para estar en un grupo de observación que mira la ciudad desde las azoteas, con largavistas, buscando una especie de suceso muy particular, que el sistema sabe que va a suceder pero no tiene capacidad de descubrirlo. Entonces, buscan a personajes outsiders como Ludo, que había estado en la cárcel por robar un camión de caudales. Son tipos muy peculiares, tienen una visión y una manera de encontrar o de observar muy particular.
-¿Tuviste que actualizar algunas cuestiones técnicas?
-Hace cinco años que estoy en la postproducción. Hubo mucho de efecto de imagen, de trabajo de efectos que ya estaban planteados en origen, pero hacerlos actuales fue complejo. Ni hablar del sonido, que hizo Ernesto Figge, de un trabajo increíble, no solamente en todo lo expresivo, sino también al recuperar los materiales que venían de lugares raros, como de las tomas directas. Gonzalo Aloras hizo la música y le encontró una vuelta buenísima con respecto a lo tecnológico, con los sonidos y la forma de grabarlo.
-¿Con qué actores y actrices trabajaste?
-El actor principal es Roberto Chanampa. Después están Ana Laura Martínez, Bárbara Crossetti, Roberto Sportelli, Tito Gómez, Raúl Calandra, Barbara Peters; son varios más.
-Todo un grupo que se reencontrará en la sala del Lumière.
-Yo creo que lo que sería bueno es que durante la función la luz esté bien baja, ¡porque si vemos lo grandes que estamos ahora! (risas). Pero es el valor del cine, el de congelar al actor. Seguimos viendo películas de todas las épocas, y el actor está ahí, cristalizado, y si la ficción lo atrapa, más todavía. Es una manera de eternizarse. Cuando se nos murió nuestro querido Raúl Calandra, con quien trabajé muchísimo, yo repetía sus textos en mi mente. Los actores son eternos. Por eso hay que terminar y estrenar, para que eso quede vivo.
-Contame sobre el símbolo del barco con una cruz, que está pintado en la fachada del frigorífico, frente a Plaza Libertad.
-Desde que me vine a vivir a Rosario, en calle San Martín entre Pasco y Cochabamba, frente a la Plaza Libertad estaba el frigorífico, las puertas a veces se abrían y entrábamos a dar vueltas. Siempre me encantó. Ahora está rodeado y más contenido, pero antes era una cajita, una heladera parada en el medio de la cuadra. Cuando lo buscamos para la película, pedí los permisos, era gente de Buenos Aires, y me dijeron: “Mire, esto hay que filmarlo antes de fin de año –estábamos en noviembre o diciembre- porque en enero se demuele”. Todo un quilombo conseguir las grúas, subirlas, los tipos que se colgaron a pintar la silueta: es el símbolo de los “Dignos de Luz”, que son los subversivos de la película; pero lo filmamos y lo logramos. Luego pasó enero, febrero, y no lo demolían. Un amigo del barrio me dijo: "Nos arruinaste el barrio con esa pintura que hiciste" (risas). Y así siguió, hasta el día de hoy.