Un nuevo ciclo de teatro es siempre buena noticia, más aún por estos días. Es mucho lo que cifra cada esfuerzo por seguir adelante con las expresiones artísticas y culturales, únicas maneras de despertar sensibilidades políticas que estén a la altura de este (y de cualquier) tiempo. Un Pasaje hasta aquí es el ciclo que organiza Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) con la participación de obras de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, y una invitada española. De esta manera, se presentarán: Flota (hoy a las 19), creación colectiva de la Compañía Hasta Las Manos (Santa Fe, ganadora de la Fiesta Provincial de Teatro 2024); Manuelita (viernes 11 de julio a las 20), escrita y dirigida por Alejo Sulleiro (CABA, ganadora de la Fiesta de Teatro CABA 2023); Las aves (viernes 1 de agosto a las 20), adaptación de la obra de Aristófanes de la compañía española La Calòrica; y Bufón (sábado 9 de agosto a las 19), dirigida por Luciano Delprato (Córdoba). Todas las funciones son con entrada gratuita, y se retiran (2 por persona) en Galerías del CCPE, desde las 15 del día de cada función.
Para la realización de Flota. Rapsodia Santafesina (hoy a las 19), la Compañía Hasta Las Manos convocó a Javier Swedzky para hacerse cargo de la dirección general, junto a las interpretaciones de Mónica Álvarez, Juan Venturini y Manuel Venturini; y la co-dirección de Sebastián Santa Cruz. Santa Fe, abril de 2003, y la ciudad que se inunda. Títeres y objetos participan de la puesta en escena, a partir de datos estrictamente ciertos, que parecen increíbles, y despiertan al bienvenido juego de la memoria. “La obra contó con apoyo del Instituto Nacional del Teatro y fue posible a partir de la convocatoria de la Comedia Universitaria de la UNL. El espectáculo ganó la Fiesta Provincial del Teatro y está seleccionado para formar parte de la Fiesta Nacional”, señala Swedzky a Rosario/12.
“Con el grupo Hasta Las manos nos conocemos desde hace un tiempo. Ellos que querían hablar sobre la inundación del 2003 y habían visto Aquí hay leones, un trabajo que hice sobre la crisis del 2001. Como podíamos trabajar en conjunto, me convocaron, y fue un encuentro muy interesante, porque ellos tienen una cantidad enorme de material, muy diverso y desde la experiencia propia; en Santa Fe hay una enorme producción documental y literaria sobre el tema, con gente que trabaja tratando de elaborar documentación. Y yo fui un poco el extranjero, porque como no era de Santa Fe, me sentía como en Alicia en el País de las Maravillas: ellos daban por sentado, por ejemplo, que había palabras y expresiones como ‘nosotros somos los inundados’, ‘el inundador’, el ‘crimen hídrico’; y yo les decía: "Bueno, bueno, espérenme, ¿de qué estamos hablando?". Y cuando decidimos hacer la obra, nos dimos cuenta de que el tema es inconmensurable, y que jamás entraría en una obra de teatro. También porque no hay un solo punto de vista ni una sola manera de contarlo. Y surgió por eso; por un lado, ante la necesidad de hablar de algo de lo que no se habla en Santa Fe; y por otro lado, para poder ver qué es lo que se hizo y aportar algunas cosas que nos parecían interesantes”, continúa.
-¿De qué maneras?
-Por ejemplo, a través de una aproximación que no fuera solemne, y poder descubrir el absurdo, la extrañeza de todo lo que pasó. Durante un tiempo, en Santa Fe todo estuvo realmente extrañado, era un mundo patas para arriba. Y quisimos descubrir el humor dentro de eso, para poder hablar. Nos pareció muy importante poder tener una mirada desacralizada, a través de un poco de humor, a veces negro, a veces amargo, o el que te hace morder los dientes. Era tanta la diferencia, la incoherencia, los diferentes registros y maneras de vivirlo, que era imposible hablar de una sola manera. Por eso surgió la idea de trabajar una rapsodia; la rapsodia es esta forma musical en la que cada parte tiene su unidad estilística. Trabajamos estilos muy diferentes para que convivan, y eso nos parecía más coherente, con respecto a la realidad y a la experiencia de lo que se vivió.
-Trabajar con títeres y objetos, seguramente ayudó en este objetivo.
-¿Cuáles son las posibilidades de los títeres y los objetos? Por un lado, aportar un discurso visual muy fuerte. Por otro, los títeres generan una distancia, y esa distancia permite que se puedan decir cosas que a veces serían demasiado tremendas para ser escuchadas. Los materiales nos permitían, primero, evocar la realidad de la inundación desde otro punto de vista, de otra forma; la obra está hecha en base a cartón, plástico, bolsas y un poco de barro. Eso nos permitía hacer maquetas y poder traer el barro al teatro, traer la inundación misma o los testimonios. Nos daba mucha libertad y mucha poesía. Y nos parecía muy importante que la obra fuera accesible a todo el mundo, que nadie se quedara afuera. De hecho, todas las funciones han sido a sala llena.
-Entre esos pequeños sucesos elegidos, ¿cuáles te parece contar?
-Por ejemplo, una persona que sale de la casa con una llave y que se mete abajo del agua para cerrar la puerta de calle. En un punto es extraño, pero cuando mostramos la obra, una persona contaba que cuando vino el gomón a buscar a la familia, él llevó la bolsa con la carne congelada del locro que iba a hacer. O sea, la vida patas para arriba. Nos parecía también importante mostrar las marcas materiales, que es la posibilidad que da el trabajo con los objetos: ¿qué huella queda en una foto?, ¿qué es un libro mojado?, ¿cómo es doblar ropa en un centro de evacuados? Toda la hora es testimonial, hay muy poca ficción. Algo que aparecía mucho en los ensayos fue que la gente estaba hecha bolsa; entonces, los títeres pasaron a ser gente hecha con bolsas, que dan testimonios que no son simples, que dan cuenta de la diferencia de clase, o de una persona que está a punto de ahogarse, o de alguien que cuidaba los techos armado. Incluso, se hace referencia a un juicio popular que hubo en Santa Fe; obviamente, sin ejecución válida.
-A Reutemann, de hecho, nunca se lo llamó a declarar.
-Nunca. Y cuando estábamos haciendo la obra, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia le dio la absolución a tres personas condenadas, que ya habían fallecido. O sea, un acto político, porque si fallecieron, no hacía falta absolverlos de la responsabilidad de la inundación.