“Escribir. Amasar el pan. No hay diferencia”. El final de un artículo de Leila Guerriero quedó resonando como si fuera el estribillo de una oración pagana, una fuente de inspiración para encontrar un nombre en el fraseo de esa comparación. Manos de pan, la nueva editorial independiente que la escritora española Elvira Sastre materializó junto a su pareja Miranda Maltagliati y sus amigas Paola Soto y María Gutiérrez, se propone trazar puentes entre España y América Latina, una doble vía de circulación de narrativa, poesía y ensayo, las tres vertientes genéricas sobre las que construirán el catálogo. Cuatro mujeres asumen con entusiasmo y profesionalidad el riesgo de ingresar al complejo y vibrante universo de la edición de libros.

Manos de pan publicó hasta ahora cuatro títulos: los poemas Siempre será tu casa, de la poeta, escritora y editora venezolana Paola Soto (Venezuela, 1992); la novela El precioso ruido de un corazón, de la argentina Natalia Romero (Bahía Blanca, 1985); Mientras pasan otras cosas, poemas e ilustraciones del mexicano Román de Castro (Ciudad de México, 1988) y los cuentos Qué te hizo apagar la luz y quedarte dentro, de la colombiana Yulieth Mora Garzón (Bogotá, 1992).

Desde Madrid, Maltagliati cuenta que cuando empezaron a barajar nombres para la editorial “nada nos enamoraba” y ninguna idea las convencía. Hasta que abrieron el libro Teoría de la gravedad, de Guerriero, y se deslumbraron con el artículo “Escribir”, de donde viene el nombre Manos de pan. “La historia individual de cada una no se entiende sin América Latina. Paola es venezolana y vivió en Argentina muchos años, yo soy española-argentina y María y Elvira son enamoradas de ese continente. Tuvimos siempre claro que queríamos ser un puente entre España y América Latina. Llevar y traer esas historias que se quedan resonando en la memoria y que no te puedes quitar de la cabeza. Hay muchas historias que merecen ser contadas”, explica Maltagliati. Paola Soto agrega que buscaban reflejar en el nombre lo artesanal. “Nos interesaba resaltar lo casero, lo primario, como la lectura y un pan recién horneado en la mesa, sin dejar de lado el trabajo que parece fácil, pero es arduo, que envuelve y une también a estos dos oficios”.

Si cada editorial que nace aporta nuevas miradas y conversaciones a partir de los primeros libros publicados, Elvira Sastre subraya que “el foco está en las historias, pero también en el modo de trabajarlas”, desde el momento en que se eligen hasta que se publican. “Nuestra intención no es publicar un libro tras otro: nosotras queremos que tengan vida, que resuenen, que se queden. En un mundo donde la prisa impera, el libro es la resistencia. Nosotras nos colocamos ahí: en la pausa, en el trabajo bien hecho, en las historias cuya fuerza perdura. Y en mitad de todo esto queremos servir de puente entre América Latina y España, con autores y narrativas que se mezclen. Nuestras elecciones siempre parten de una verdad: son libros que nos conmueven, que nos cuentan algo nuevo. Ese es nuestro camino”, destaca la autora de Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo, primer poemario que publicó en 2013, a los 21 años, que también ha editado las novelas Día sin ti, premio Biblioteca Breve de Seix Barral, y Las vulnerabilidades. María Gutiérrez revela que se implican en cada libro como si ellas fueran las propias autoras. “Involucrarnos con las cosas que amamos creo que es algo que tenemos en común las cuatro y sin duda pienso que es algo genuino del proyecto”.

En la página web de Manos de pan las cuatro editoras invitan a quienes tengan materiales en narrativa, poesía y ensayo a que envíen sus manuscritos; una rareza, casi una anomalía, porque hoy las editoriales ya no leen ni reciben manuscritos. “Es increíble lo que una aprende leyendo manuscritos”, revela Sastre. “Te das cuenta de lo que interesa, de los temas que se están escribiendo ahora. Por ejemplo: hay mucha historia personal, mucha autoficción. Hay dramas, sobre todo, familiares, y mucha narrativa sobre la enfermedad, historias de agresiones sexuales y trastornos de alimentación. Eso es lo que se está escribiendo ahora, al menos la gente más novel. No todas las historias encajan en nuestro catálogo, pero de pronto llega algo que es diferente, que brilla, y entonces sabemos que queremos que sea nuestro. La recepción de manuscritos es un trabajo arduo, no te voy a engañar. Pero queremos dar oportunidad a quien no tiene medios o contactos para llegar a editoriales de otra manera. Es, también, una manera de democratizar este mundo”, reconoce Sastre.

La apuesta será por lo contemporáneo, por lo que se está escribiendo ahora en España y en los países de América Latina, confirma Gutiérrez. “Entre las cosas que buscamos cuando leemos, y de la más importante para nosotras, es que nos mueva algo dentro. Que nos convoque, que nos emocione, que nos haga reflexionar. Es cierto que para que eso ocurra es efectivo que el tema que trate no sea demasiado ajeno y esto probablemente haga que la balanza se decante más por lo contemporáneo, pero creo que ninguna diría que no a una obra solo por los años que lleva escrita. La idea de rescatar libros me enternece”.

Donald Trump en Estados Unidos; Javier Milei en Argentina; el crecimiento sostenido de Santiago Abascal en España: la derecha más conservadora y reaccionaria, antiderechos, anti LGTBIQ+, gana terreno en muchos países. “El mundo literario y cultural nunca ha sido un lugar amable para la supervivencia -subraya Sastre-. El de escritor no se concibe como un oficio salvo en casos excepcionales. El de editor, corrector, maquetador, traductor, distribuidor y demás agentes participantes en la creación de un libro son completamente invisibles en muchos casos. Hay quien se piensa que el autor percibe el 100% del valor de venta de un libro, por ejemplo. Nadie fuera de este mundo sabe bien cómo funciona y conocerlo, estoy segura, ayudaría más a las ventas y a los apoyos institucionales que hacen falta. Todo estaría mucho más cohesionado y sería más justo”. La poeta que reúne multitudes en sus recitales en España y Latinoamérica analiza el panorama político. “La cultura es eso que siempre se lleva por bandera, pero que poca gente apoya desde un inicio. Como editorial no es fácil sobrevivir: hay inversión económica propia, dedicación plena y poca retribución. Pero en un mundo donde la ideología neofascista y los genocidios avanzan, la cultura aparece como resistencia. Aunque no consigamos vencerlos, al menos tendremos la capacidad de comprender por qué pasan las cosas. Ese es el primer paso para dejar de repetir los mismos errores. Y nosotras estamos aquí, también, para eso”.

Soto suma su perspectiva. “Hay que saber dar batalla desde donde se puede y se sabe; la cultura es importante para entender nuestra historia y qué podemos hacer desde donde estamos. Los libros siempre han sido un lugar de resistencia y pensamos seguir desde allí tratando de aportar a un mundo que esperemos gire cada vez más hacia lo igualitario y lo justo. En este caso, alzamos la voz a través de historias que ojalá conmuevan, que inviten a la reflexión, al diálogo, al encuentro con los demás”.