Por más que Diplo, comandante del proyecto de música electrónica y dancehall Major Lazer, aún siga puteando a través de sus redes sociales a la lluvia y en especial a la organización del BUE por la reprogramación de su show en el segundo y último día del festival, lo que devino finalmente en su cancelación tras la tormenta que se largó, Daniel Grinbank demostró una vez más que es el amo de la realización de espectáculos musicales en la Argentina. Junto con Gorillaz, el veterano productor fue el protagonista de la jornada del sábado del evento. Y es que al enterarse de que se venía abajo el cielo, con rayos estruendosos, vientos envalentonados y demás efectos especiales manufacturados por Thor, decidió adelantar el horario de la actuación del laboratorio sonoro liderado por Damon Albarn, pautado originalmente para lo último de la noche, no una, sino dos veces. Con el minuto a minuto de la app de The Weather Channel a mano. Por lo que protegió a la banda, figura estelar de la fecha, en su debut local. Al igual que a las 40 mil personas que se dieron cita en Tecnópolis, quienes zafaron de cualquier imprevisto o decepción.
Si bien el BUE anunció en sus redes sociales que el recital de Gorillaz se iba a llevar a cabo a las 19:45, comenzó poco luego de las 20 hs. Y el posteo tuvo resultado porque para ese momento todo el público que se acercó hasta el predio de Villa Martelli se había apostado en el escenario principal. Después de arrancar con uno de los temas más Blur de la banda, “M1A1”, que además cierra el repertorio de su primer álbum, titulado igual que el grupo, el proyecto guiado por Albarn (fue su segunda experiencia en la Argentina con algún proyecto suyo ajeno a Blur) siguió adelante con “Last Living Souls”, suerte de serenata psicodélica jamaiquina. A la que le secundaron el ensimismado “Tomorrow Comes Today” y el primer súper hit de su performance: “19-2000”. Cuando apareció De La Soul para hacer “Superfast Jellyfish”, se transformó en toda una sorpresa porque de otra forma, y por más que su DJ, Maseo, ya vino varias veces a Buenos Aires, hubiera sido imposible ver en vivo acá al trío estadounidense, leyenda viva del hip hop.
Una vez que quedaron atrás la balada sideral “On Melancholy Hill”, el pop rococó “El mañana” y el reguetón alienígena “Saturnz Barz”, terna de canciones que advertían que el show estaba promediando la mitad de su recorrido, se vino propiamente el espectáculo. Uno digno de una entrega de premios MTV o del Grammy. Porque allí comenzó el desfile de colaboradores, amén de iconos de la cultura pop, que establecieron un punto de inflexión en el recital y subrayaron la genialidad de Albarn, pues empezaron a picotear el nuevo álbum de Gorillaz, Humanz (2017), al final de cuentas la excusa de su debut en la Argentina. Luego de que Vince Staples, uno de los raperos del momento, quien un rato antes había presentado en el escenario techado de Tecnópolis una actuación lamentablemente austera, apareciera en “Ascension”, el fabuloso Peven Everett, gran voz de la música house, saltó al escenario para cantar el funk cósmico “Strobelite”. Mientras que el rapero DRAM le puso su toque R&B milénico a “Andromeda”.
Si esto ya era demasiado, ver al también icono del house Jamie Principle cantar “Sex Murder Party” fue realmente una obscenidad. Al tiempo que confirmaba el fabuloso pulso de Gorillaz con respecto a las músicas dance y urbana. A pesar de que a muchos recitales de 2017 se les colgó la chapa de “Show del año”, lo que el grupo de Essex estaba ofreciendo no tenía comparación. Ni en ésta ni en otra dimensión. Pero aún quedaba energía por consumar. Tras “Stylo”, con Peven Everett nuevamente al micrófono, y el hit “Plastic Beach”, la francesa Jehnny Beth, conocida en la Argentina principalmente por su grupo de post punk Savages, pateó el tablero con una actuación, acorde con el costado indie de “We Got the Power”, volátil ¿Fin? Qué va. Una vez que la banda disparó su munición gruesa, ahora le tocaba soltar las bombas. Por las dudas. Entonces cayeron “Hong Kong”, “Feel Good Inc” (con De La Soul de vuelta y esa risa macabra de Maseo), “Clint Eastwood”, el beachboyriano “Don’t Get Lost In Heaven” y el épico “Demon Days”, con el que ese coro de negras hermosas, tras casi dos horas de show, reveló a qué suena la vida eterna.
Cuando acabó el recital y se anunció a Major Lazer, Thor, la bendita Contingencia o como lo quieran llamar no pudo hacerle más el aguante a Grinbank. O sí. Y es que en el escenario techado, a donde huyó el público para refugiarse de la tormenta, estaban programadas dos bandas emblemáticas del indie argentino: Las Ligas Menores y Los Reyes del Falsete. Así como la revelación no sólo de la escena independiente, sino también del rock argentino en 2017: Perras on the Beach. En el mismo lugar en el que en la tarde el inglés Baxter Dury, hijo del hito del punk y la new wave británica Ian Dury, dejó constancia de que de tal palo tal astilla, los mendocinos la fundieron toda con una propuesta brillante. Al igual que sucedió a lo largo del año, el cuarteto capitaneado por Simón Poxyran, dueño de un potente discurso generacional, presentó en el BUE no sólo su breve obra, que se ha ido ensanchando con temas nuevos que dan fe de su rápida y asombrosa madurez artística, sino también su seguro dominio del aforo (con apenas 20 años) y a sus amigos. ¿La revelación? Sin dudas. Debido a que se trató de su prueba de fuego en un festival de esta magnitud, en la que aprovecharon para pegarles un palito a los militares en su territorio. ¿Y Diplo? Pobre Diplo.