Estudiantes del Instituto Tecnológico de Buenos Aires, el ITBA, fueron noticia esta semana al ganar un certamen de ingeniería aeroespacial, organizado por la NASA y la Sociedad Aeronáutica Americana. Desde Estados Unidos, fue viral el video que los mostraba exultantes ante la comunicación del primer puesto y su coronación como “campeones del mundial de ingeniería aeroespacial”. El equipo lanzó un satélite del tamaño de una lata de gaseosa (“CanSat”, por sus siglas en inglés), que realizó un descenso controlado y, como si fuera poco, aportó mediciones en pleno vuelo. Los jóvenes fueron felicitados en redes sociales por un montón de personas, entre ellas, por el jefe de gabinete Guillermo Francos y por Javier Milei. Con el mensaje “Orgullo total”, el presidente compartió el triunfo de los alumnos. Un mandatario que, paradójicamente, destruye la ciencia y la tecnología a pasos acelerados y obliga a los jóvenes talentos a emigrar nuevamente. ¿Dónde cree Milei que trabajarán estos adolescentes cuando crezcan? Si tienen vocaciones científicas, ¿no sabe que los lugares naturales para formarse son las universidades públicas y que los espacios para crecer como investigadores son los organismos científicos y tecnológicos que hoy desmantela?

El Gobierno felicita a algunos y desangra a la mayoría. Les quita posibilidades a los becarios del Conicet, los estigmatiza, los invita a retirarse del país. Valeria Levi, investigadora del Conicet y vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, destaca: “Es una gran alegría el premio obtenido por el equipo de estudiantes argentinos del ITBA. Siempre voy a festejar los goles de la ciencia argentina, como si fueran hechos por Messi. Lo que es llamativo es que el presidente no haya festejado ni se haya puesto contento con los cientos de goles de la ciencia que ocurrieron durante su mandato”.

Y, a continuación, enumera otros premios que no motivaron el saludo presidencial: “Milei no festejó el desarrollo de un kit de detección de dengue made in Argentina realizado por el grupo de Andrea Gamarnik. No festejó el ‘Nobel del Ambiente’ que recibió Sandra Díaz, investigadora del Conicet. Ni mencionó el Premio internacional L'Oréal–Unesco recibido hace muy poquitos días por Teresa Dova, física argentina”. Luego del diagnóstico, como buena científica, desliza una hipótesis: “Este presidente se hace el distraído cuando los triunfos son de investigadores y estudiantes que integran el sistema público de ciencia y tecnología, ese mismo sistema que él va desangrando”.

Parte del desguace que en el presente lleva adelante el gobierno libertario se explica por la falta de oportunidades que tienen los jóvenes investigadores formados en el país para continuar sus carreras en suelo doméstico. El lugar al que aspiran los becarios y las becarias del Conicet es el ingreso a la Carrera del Investigador Científico. Sin embargo, las nuevas incorporaciones se han suspendido y se les niega la efectivización en los cargos a 800 postulantes, que habían sido evaluados de manera favorable en el pasado.

Juan Pablo Paz, científico y exfuncionario del exministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, apunta: “El motivo de la felicitación de Milei es que percibe, en algún sentido, que la gente que hace ciencia tiene el respeto de la sociedad. Lo hace para quedar bien, o por conveniencia. Al mismo tiempo, destruye el conocimiento, desfinancia todo, incluso a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, la Conae”.

Antes volvían, ahora se van

En 2025, la salida vuelve a ser Ezeiza para muchos jóvenes que se formaron en las universidades públicas del país y aspiraban a convertirse en científicos y científicas. Una situación que contrasta con lo que sucedía en administraciones anteriores. Gracias al programa Raíces, impulsado por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, entre 2003 y mediados de 2016 fueron repatriados 1299 científicos, que se distribuyeron en dependencias públicas y privadas. Hubo entonces un promedio de 102 investigadores que volvían por año. Desde la asunción de Mauricio Macri, la caída fue abrupta. Las cifras muestran el lugar residual en que fue colocado ese plan durante la gestión Cambiemos. En 2017, los repatriados fueron dos y en 2018, cuatro. En 2019, los científicos que estaban en el extranjero extendían sus estadías por tiempo indeterminado. Con Milei, la historia parece repetirse.

El investigador del Conicet Rolando González-José se enfoca el tuit del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien afirma: "El talento y la capacidad de innovación de los jóvenes argentinos son motivo de orgullo nacional". Frente a ello, el científico consultado dice: “Creo que nadie va a estar en desacuerdo con esto, pero el planteo que surge es el siguiente: ¿qué hará nuestro país con ese talento y esa capacidad de innovación? Allí es donde la contradicción de Francos es astronómica, como la pasión de estos pibes”.

Luego, González-José, remata: “Francos es el brazo ejecutor, junto a los funcionarios del área, de masivos recortes presupuestarios, desarticulación institucional, estigmatización a la ciencia y la tecnología, incumplimiento de leyes de fortalecimiento de la ciencia y la tecnología, entre otros aspectos del cientificidio en marcha. El funcionario elogia a pibes apasionados por la ciencia y la tecnología a la 1:39 de la tarde, y un rato después estampa su firma en medidas que destruyen el sistema que debería acogerlos y brindarles un ecosistema de trabajo beneficioso para ellos como individuos, pero mucho más para nuestro país y sus capacidades de desarrollo humano y económico”.

Una vieja costumbre

Eso de felicitar a algunos y menospreciar a la mayoría no es una innovación de este gobierno. Algo similar hacía Mauricio Macri, ya que cuando fue presidente solía reunirse con los científicos y científicas que ganaban premios internacionales y se sacaba la foto de rigor, al tiempo que asfixiaba a todo el sistema. Así, recibió, entre otros, a Ernesto Calvo por su premio por el desarrollo de avances en el campo de las energías renovables, así como también al referente en cáncer, Gabriel Rabinovich. Cuando los investigadores aprovechaban el encuentro para solicitar mejoras en la situación del sector, Macri se hacía el desentendido y empeoraba la situación de los investigadores.

En 2019, Andrea Gamarnik, experta en virología, señalaba a Página 12: “Nos ponen en una vitrina. Nos destacamos en el extranjero, cosechamos premios y nos celebran, pero no entienden el fondo del problema. No tienen idea de para qué servimos los científicos en el país”. En este sentido, el agradecimiento a los galardonados no se traducía en el incremento de las partidas presupuestarias, al tiempo que los científicos, por su parte, se convertían en los mismos trofeos que recibían.

Marcelo Rubinstein, por aquel entonces, también lo destacaba en el mismo sentido: “Somos como los deportistas que ganan torneos y al regreso son recibidos por el presidente. Se nos reserva un lugar de adorno, pasamos a ser exhibidos como activos culturales de museo y no como motores cuyas ideas podrían mover el desarrollo inclusivo de la sociedad”.

Cuna de desarrollo aeroespacial

Más allá del oportunismo del gobierno, es innegable que la de los pibes y pibas del ITBA constituye una excelente noticia. Competencias como las que ganaron, florecen en todo el mundo, con el objetivo de despertar el gusto por la ciencia en los más jóvenes, a partir de diseños tecnológicos complejos. Can (lata) Sat (satélite) constituye una iniciativa internacional de la que participan varias agencias espaciales del mundo. De hecho, Argentina supo tener su propia competencia de Cansat y llegó a desarrollar dos ediciones entre 2022 y 2023. En general, los alumnos deben diseñar y poner a prueba cargas útiles de un tamaño similar al de una lata de gaseosa, y lanzarlas desde un cohete para conquistar un kilómetro de altura aproximadamente.

El desarrollo aeroespacial, además, está lleno de jóvenes promesas en Argentina. La semana pasada, sin ir tan lejos, fue noticia Atenea, un CubeSat (un satélite de 30x20x20 cm) pensado y desarrollado por investigadores e investigadoras locales que participará de la misión Artemis II, en la que la NASA se propone volver a la Luna. Su diseño, desarrollo y puesta a punto corrió por parte de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales en colaboración con la UBA, las Universidades Nacionales de La Plata y San Martín, el Instituto Argentino de Radioastronomía, la Comisión Nacional de Energía Atómica y la empresa VENG SA.

A fines de mayo, un grupo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA quedó en el quinto lugar de otra competencia CanSat impulsada por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Aunque son acontecimientos para celebrar, para ser justos, proyectos de mayor envergadura como Arsat (satélites geoestacionarios), Saocom (satélites de observación), Sabia-mar (satélites para observar el Mar Argentino) no tienen ningún lugar en la agenda gubernamental. Si el Estado se retira, el futuro de la ciencia y la tecnología, a corto plazo, estará dinamitado. Y en ese momento, ya no habrá retorno, ni espejitos de colores que tapen la debacle.