Por Pablo Esteban

Bajo la consigna “No son reformas, es ajuste”, se realizaron en el ágora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) las actividades previstas para el II Encuentro Nacional de Ciencia y Universidad. Tras extensas jornadas de fin de semana, los científicos lanzaron el “Frente Federal Ciencia y Universidad” que articula las propuestas de 16 organizaciones de distintos puntos del país. A pesar de los matices, el propósito es coordinar esfuerzos, jerarquizar ideas y apuntar hacia un horizonte que ubica al fortalecimiento de la ciencia y la tecnología como un factor central para la conquista de un viejo anhelo: la soberanía. El objetivo subyacente es reflexionar en un contexto adverso acerca de las políticas del Cambiemos, signadas por una avanzada neoliberal de ajustes, retrocesos, flexibilización y represión.

Durante sábado y domingo se realizaron múltiples mesas de debate, paneles y talleres protagonizados por directivos universitarios como Jorge Calzoni (rector de la Universidad Nacional de Avellaneda), Alejandro Villar y Alfredo Alfonso (rector y vicerrector de la UNQui), Graciela Morgade (decana de Filosofía y Letras, UBA) y Carolina Mera (decana de Sociales, UBA). También dijeron presente los científicos Rolando González-José, Juan Emilio Sala, Sabina Frederic, Juan Pablo Paz, Eduardo Dvorkin y Alejandro Grimson, así como otros referentes de la política como el diputado Roberto Salvarezza, Dora Barrancos (Directora de Conicet), Héctor Recalde (FPV) y Mario Lozano (Director ejecutivo del Consejo Interuniversitario Nacional).

El calor no fue un obstáculo para una cita que contó con la presencia de agrupaciones provenientes de Buenos Aires pero también de Salta, Rosario, Santa Fe, Puerto Madryn, Tucumán, Córdoba, Mendoza, La Plata y Bariloche. Casi al unísono, sus exponentes subrayaron la importancia de tomar la palabra e incrementar su participación en el debate público en un escenario difuso como el actual. Sucede que a diez años de la creación del MinCyT, Lino Barañao opta por repetir fórmulas gastadas –como la necesidad de “pasteurizar la ciencia”– en un afán refundacional que nunca parece culminar y amenaza con prolongarse de manera indefinida. Desde aquí, pese a no cumplir las metas lanzadas en el Plan Argentina 2020 (la semana pasada) la cartera redobló la apuesta con el Plan Argentina Innovadora 2030. Como si un nuevo objetivo renovara los aires y barriera debajo de la alfombra las metas incumplidas. 

En este marco, científicos y universitarios lanzaron el Frente Federal con una agenda propia independiente de partidos políticos y gremios. “Pensamos en un modelo multisectorial capaz de integrar en el debate a todos los espacios comprometidos. Los investigadores debemos discutir nuestra agenda política y en esta línea estamos convencidos de que en 2018 la clave pasará por las universidades”, señala Paula Lenguita, investigadora del Conicet y una de las principales impulsoras del espacio. Para Calzoni, la crítica debe ceder frente a la construcción de propuestas capaces de modificar la realidad: “Estos encuentros son fundamentales para pensar acciones. No nos podemos quedar en la crítica, debemos agruparnos para ensayar nuevas ideas, por ello es que el vínculo entre las universidades y la ciencia y la tecnología es clave”.

En octubre de 2015 comenzaron a advertirse experiencias aisladas de científicos y universitarios movilizados por las mismas preocupaciones. Al año siguiente, la toma del MinCyT operó como una fuerte apuesta política y sirvió como punto de partida para que el movimiento se federalizara y adquiriera organicidad. En 2017, con más convencimiento que recursos, la propuesta de la conformación definitiva adquirió forma durante un encuentro en Tucumán. “Con el gobierno kirchnerista el apoyo que recibieron la ciencia y las universidades fue indudable. A partir de 2015, los científicos observamos la necesidad de presentar ante la sociedad una voz colectiva para defender un modelo de desarrollo basado en el conocimiento”, destaca Morgade. 

Frente al cortoplacismo, la financierización de la economía y el desinterés por la soberanía que transpira el gobierno de Cambiemos, hombres y mujeres de la academia proponen un debate abierto y capaz de incorporar a representantes de todo el arco político. “Es cierto que el gobierno nos obliga a un lugar de resistencia, sin embargo, nosotros buscamos dar un salto cualitativo hacia la construcción de iniciativas propias. Los científicos nos hemos constituido en un actor político”, indica Lenguita. Sucede que durante mucho tiempo se alimentó un imaginario que etiquetaba a los científicos como sujetos que solo contaban con saberes técnicos y que eran incapaces de ocupar espacios de poder. En efecto, se les reservaba el rol de “buenos consejeros”, mientras que los políticos se constituían como los verdaderos protagonistas de los procesos de toma de decisiones. Sin embargo, los investigadores se han organizado y fomentan escenarios de discusión para poder pensar la realidad más allá de los laboratorios y las aulas. “Hay un fuerte compromiso de los científicos con la política. Creo que estamos ante una nueva oportunidad, el marco nos obliga a estar juntos. Necesitamos una agenda parlamentaria”, plantea Calzoni.

Una de las características más importantes del Frente es su carácter federal. Este rasgo también constituye una novedad, sobre todo en una nación con tendencias históricamente centralistas, que concentra su peso en las grandes ciudades. Así lo entiende Villar: “Nos parece central cultivar una mirada federal de la ciencia ante la fuerte concentración de investigadores en Buenos Aires”. En esta línea, “necesitamos el desarrollo de todas las provincias y debemos constituir una perspectiva regional para abordar los procesos de cambio que afrontamos”, subraya la representante tucumana del Frente, la investigadora Alejandra Korstanje. Por ello, reunirse en un espacio heterogéneo permite agrupar la enorme diversidad de necesidades y aspiraciones que cultivan las diferentes regiones en Argentina. “Construimos una mirada capaz de incorporar las distintas voces de los representantes que plantean sus ideas de acuerdo a los conflictos que enfrentan en cada punto del territorio”, afirma Morgade.  

No son reformas, es ajuste

En la actualidad, las universidades y el sistema científico participan de un contexto de crisis institucional y serias restricciones presupuestarias. “Para el actual gobierno la ciencia y la universidad no tienen ningún sentido. Ello es común a todos los regímenes conservadores que desconfían del conocimiento. Le temen a la apuesta reflexiva del científico, ya que la ciencia incomoda al poder”, afirma Dora Barrancos, Directora por el área de Ciencias Sociales del Conicet. Y completa: “Aunque se alardee sobre el aumento del presupuesto, es mucho menor en términos comparativos ya que la tasa de inflación muerde la realidad del sector de manera severa. El Conicet seguirá agravando su estado en los próximos años, y para 2018 no habrá recursos para su funcionamiento interno”.

Detrás de las políticas vinculadas a la ciencia y a la universidad, yace la antigua disputa por los modelos país. Básicamente, la disyuntiva se teje entre una opción que opta por importar conocimientos y continuar relegados a un segundo plano en la trama económica internacional, o bien en una alternativa (como la propuesta por el kirchnerismo) que implica un fuerte apoyo estatal y la valorización de la ciencia y la tecnología como engranaje fundamental en el sistema productivo de la nación. En este sentido lo destaca Villar cuando afirma que “sin ciencia no hay nación, ya que un desarrollo inclusivo necesita del aporte del conocimiento. Debemos descartar esa visión que define a la ciencia y a la educación como un gasto”. Salvarezza comparte este punto de vista y plantea: “Este modelo que impulsa el macrismo nos conduce a ser un país periférico, y lo que necesitamos es una nación inclusiva que sea capaz de promover sus propias tecnologías e innovaciones con impacto social. Queremos una sociedad basada en el conocimiento para el beneficio de todos los ciudadanos”.

El quiebre se ha producido en 2015. No solo cambió de inquilino el Sillón de Rivadavia sino que también se detuvieron los proyectos a largo plazo que expandían sus raíces hacia un futuro que apuntaba a un desarrollo inclusivo. “Se ha producido un punto de inflexión, pasamos de tener un estado que contribuía al fomento de las potencialidades de ese conocimiento hacia uno que impulsa la fuga de cerebros”, apunta Alfonso. Y luego concluye: “Estamos ante la presencia de un gobierno coherente en todos sus planos. Está conformado por grandes empresarios y propietarios que tienen una concepción muy vinculada a la lógica financiera y al endeudamiento externo. Por supuesto, en un escenario de represiones y de crisis institucional, el aporte de la ciencia y las universidades no les resulta significativo”.

 

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