¿Intento de suicidio, accidente o femicidio? Juliana Gutiérrez, una joven escort de veintitrés años, cayó al vacío desde el quinto piso de un edificio en el barrio de la Recoleta. La joven que murió había sido invitada a una fiesta privada en la casa del empresario agropecuario Santiago Sánchez Pardo hijo, sobrino de un excomandante que fue juzgado por crímenes de lesa humanidad y murió en prisión. Verónica Balda, periodista que conduce uno de los programas de radio más escuchados de la mañana, es hermana de la víctima. La exitosa periodista nunca perdonó a su padre, que se separó de la madre y decidió formar una nueva familia. Y nunca quiso conocer a esa hermana. En La muerte ajena (Alfaguara), Claudia Piñeiro, siguiendo la estela de Ricardo Piglia, explora dos niveles narrativos: una historia principal en la que se despliega un entramado de política, trabajo sexual y espionaje; y otra en la que mete el dedo en una llaga periodística acuciante porque todo es susceptible de ser tergiversado, desvirtuado, manipulado. O, como dice la protagonista: “los hechos dejaron de ser lo que sucedió para convertirse en lo que nos cuentan que sucedió”.
El personaje de Juliana Gutiérrez tiene muchas similitudes con la modelo brasileña Emmily Rodríguez, que murió después de caer de un sexto piso en Recoleta, el 30 de marzo de 2023. “Mis novelas siempre empiezan con una imagen disparadora, que en este caso es una mujer que cae de una ventana. No tengo dudas de que esa imagen se me instaló a partir de ese caso. Después lo vi al padre, cuando vino a la Argentina, y tenía que lidiar con el hecho de que su hija le dijo que vino a estudiar. Y vino a estudiar, pero también era una trabajadora sexual VIP”, cuenta la escritora, dramaturga y guionista de TV, autora de las novelas Las viudas de los jueves, Tuya, Elena sabe, Las grietas de Jara, Betibú, Un comunista en calzoncillos, Una suerte pequeña, Las maldiciones, Catedrales y El tiempo de las moscas.
“La muerte ajena no solamente tiene el anclaje real de una chica que cae de una ventana. Verónica Balda, cuando era periodista gráfica, ganó un premio en España con una investigación sobre un prostíbulo VIP, que está tomado de una investigación que hizo Rolando Graña sobre una mujer (Karina Mujica), que presidía ‘Memoria Completa’ y aparecía en los programas de televisión reivindicando a los militares. Con una cámara oculta, Rolando Graña mostró cómo esa chica tan recatada regenteaba un prostíbulo en Mar del Plata. Después el resto de la novela está ficcionalizada”, aclara la autora de los cuentos reunidos en Quién no; las obras de teatro publicadas en un único volumen Cuánto vale una heladera y otros textos de teatro, y Escribir un silencio, donde compiló sus textos de no ficción.
-La muerte ajena es una novela que trabaja la ficción dentro de la ficción. ¿Qué buscaste a través de la estructura?
-La novela tiene tres partes y lo que me interesaba no es trabajar los puntos de vista, mirar la realidad desde distintas perspectivas, algo que ya hice en otras novelas. Acá lo que está en discusión es la realidad. Eso me parece que es muy actual. A partir de las imágenes de la inteligencia artificial, a partir de un montón de campañas de fake news, no sabemos más cuál es la realidad. Ya no se trata de mirar desde distintos puntos de vista, sino que te cambian esa realidad. Eso es lo que pasa en la novela y literariamente aparece el narrador poco confiable, ese que cuando estás leyendo te preguntás: ¿Me está diciendo la verdad? A medida que la novela avanza te das cuenta de que hay pocos narradores confiables.
La bolsa de la ficción
-Pablo Ferrer dice en un momento de La muerte ajena que “la cancelación es la inquisición de nuestros tiempos” ¿Por qué el varón se siente cancelado? ¿Por qué construye esa imagen de “víctima” de las mujeres?
-A mí me gustó muchísimo lo que dijo Pedro Mairal en la Feria del Libro. Él dijo algo así como que durante siglos el centro de la literatura estuvo puesto en los varones y ahora le tocó estar a las mujeres por circunstancias políticas y sociales y está bien que sea así y hay que aguantársela, porque después de tantos siglos en que los varones fueron el centro ahora a la gente le interesa leer las historias que cuentan las mujeres. Mairal y también Federico Jeanmaire son dos escritores que miran estos tiempos de manera empática y sin resentimientos. Este es un momento histórico en el cual empiezan a interesar historias que cuentan las mujeres que antes se sentía como literatura menor. Ursula K. Le Guin en ese hermoso ensayito La teoría de la bolsa de la ficción dice que mientras la literatura era de los héroes que van a matar mamuts ella se sentía fuera de la literatura, a ella no le interesaba que le contaran eso. Cuando leyó a una antropóloga norteamericana que se refería a la bolsa de la recolección, que mientras los hombres iban a matar mamuts con lanzas las mujeres se quedaban recolectando frutos para que hubiera comida para todos, y que la novela y la ficción podía ser una bolsa donde recolectás cosas, eso sí le interesó. Porque a lo mejor el centro de la literatura no era el que mataba sino esa bolsa donde se van recogiendo cosas. Mucho de esto se lo debemos también al feminismo, que nos puso en el centro de la escena. Y hablando de la cancelación muchas veces siento que las personas creen que son canceladas como un operativo a propósito: “Vamos a cancelar este discurso, este texto, esta novela porque está en contra de las mujeres”. A lo mejor a los lectores les dejó de interesar una historia donde hay un macho alfa que hace no sé qué cosas… simplemente se corrió el interés hacia otro lado. Como hay chistes que hace un tiempo te podían causar gracia y hoy ya no te causan gracia. No hay un ejército de mujeres que salieron a decir: “A estos varones los cancelamos”.
-Un tema controversial que aparece en la novela tiene que ver con la postura sobre la prostitución entre abolicionistas y regulacionistas. ¿Cómo te posicionás respecto de esta cuestión?
-Yo me posiciono un poco como Verónica Balda, en el sentido de que me hago muchas preguntas para las que no termino de tener respuestas ciertas. Por eso trabajé mucho con el libro de Diana Maffía, Prostitución/Trabajo sexual: Las protagonistas hablan, compilado por Claudia Korol y Lohana Berkins, donde hablan algunas prostitutas que están de acuerdo con el abolicionismo y otras que no. Me interesó mucho ese libro porque toma las dos posturas y te las muestra y no saca conclusiones. Me pasa que cuando escucho a las abolicionistas que dicen que detrás de la prostitución está la trata, que no hay libertad para elegir, pienso que hay que tener cuidado con esto. Cuando escucho a las trabajadoras sexuales que dicen: “¿De dónde sacaste que yo no tengo libertad para elegir?”, pienso que si ella lo eligió está bien. En el libro una de las mujeres se pregunta si el minero que baja a la mina elige bajar a la mina. O la mujer que limpia los baños públicos en la estación de Retiro, ¿elige ese trabajo?
-Probablemente, no. Pero no lo sabemos. No es como el protagonista de Días perfectos, de Win Wenders, que sí elige limpiar baños y es feliz haciéndolo.
-La pregunta es por que la indignidad de los trabajos está puesta en los trabajos sexuales y no con otros trabajos que quizá sean tan indignos. Como Verónica, yo estoy escuchando los argumentos de las partes y pensando las razones de un lado y del otro, pero no puedo definirme si estoy a favor o en contra de la prostitución. Nos están pidiendo todo el tiempo que nos definamos y a veces una todavía no llega a hacerlo porque necesitás avanzar un poco más o que se confirmen ciertas cuestiones. Mientras tanto no puedo ser abolicionista si no tengo la certeza sobre el tema. Si una mujer me dice que ella es libre en su elección de la prostitución y que tiene que trabajar como prostituta porque la da mucho más ingresos que trabajar de otras cosas, que también podrían ser indignas, tengo que respetar su libertad, ¿no? Tengo que confiar en que está haciendo una elección, que es su voluntad, lo que no quiere decir que yo apruebe la trata. La novela trabaja sobre la prostitución VIP, las escorts, y muchas de estas mujeres a veces se definen como “acompañantes de viajes”. “¿Qué hago después cuando acompaño a un señor? Es cosa mía”, te dicen. La novela está atravesada por la relación entre el poder y la sexualidad y cómo en el siglo XXI eso se muestra de una manera muy descarada, como no se mostraba en otros tiempos.
Dinero fácil y el derecho a subsistir
Claudia (Buenos Aires, 1960) observa que hay una generación de jóvenes que con la pandemia se quedó sin futuro y empezó a preguntarse si valía la pena estudiar y trabajar. “Ahí tuvo mucho éxito Onlyfans, donde muchas chicas suben sus fotos, y la prostitución VIP, el acompañamiento de señores a comer o a viajes. En el caso de los varones se fue más por el lado del juego y las criptomonedas. Estos jóvenes con las criptomonedas, las chicas con Onlyfans y la prostitución VIP, consiguen plata rápidamente para satisfacer determinados deseos o necesidades que antes las cubrían sus padres, pero ahora ellos no pueden generar ese dinero para los viajes que hacían, las vacaciones que tenían o vivir solos. Vivir solos para los jóvenes de hoy es dificilísimo si no los ayudan los padres”. La escritora continúa reflexionando sobre lo que sucede en torno a estas plataformas como Onlyfans. “No solo está trabajando la chica que sube sus fotos, sino que hay chicas escribiendo los textos que supuestamente dice la que puso las fotos o haciendo las voces. Hay distintos trabajos alrededor de lo que se sube a Onlyfans, que tiene que ver con el sexo, que son remunerados, y que lo están haciendo chicas que van al colegio con tus hijos o tus propias hijas”.
-¿Cómo explicás que haya toda una generación de jóvenes seducidos por ganar dinero fácil, ya sea a través de plataformas como Onlyfans o criptomonedas?
-El capitalismo mostró que es un sistema fallido; prometía un montón de incentivos que no están sucediendo. Una vez que falla esa promesa tenés que buscar otras cosas. Cuando vino Eric Sadin a la Argentina, que es un filósofo francés que trabaja mucho sobre el tema de lo que va a pasar con la Inteligencia Artificial y todos nosotros, él hablaba de la preocupación por la cantidad de gente que se va a quedar afuera del sistema. Nosotros nos preocupamos por la traducción, por la escritura; pero hay empresas de logística y de distribución, como puede ser Amazon, donde una máquina hace la distribución y elimina un montón de trabajadores. Sadin se preguntaba, ¿cómo vamos a administrar a esa gente sin trabajo? Entonces él proponía que una de las soluciones sea la asignación universal. Yo lo escuchaba y pensaba que acá llega a decir asignación universal y le van a saltar encima los que dicen que “son vagos que no trabajan, por qué les tenemos que dar”. ¡Porque el sistema explotó! Y hay un montón de gente que se va a quedar afuera del sistema y esa gente tiene el derecho a subsistir, a vivir como corresponde. Sadin decía que en Francia, en Europa, se está pensando en una reserva para que se pueda asistir a esas personas. En cambio acá, y en otras partes, lo único que se está pensando para las personas que se caen del sistema es que en algún momento fallecerán y el sistema se irá depurando solo.
-¿Por qué hay muertes que resulten “ajenas”, como se postula desde el título de la novela?
-El título es muy descriptivo de la novela y es algo que me interesaba trabajar: por qué hay muertes que las tomamos como propias y nos afectan y hay otras que las sentimos que les pasa a los otros. Verónica Balda un día está yendo a su programa de radio y se da cuenta al escuchar la noticia sobre una chica que cayó por una ventana y murió de que es su hermana, con la cual ella nunca tuvo una relación. Ahí tiene que decidir, como periodista y como hermana, si se involucra o no en averiguar qué pasó. Esto de la muerte ajena lo siento mucho con las noticias periodísticas. Desaparece Loan, un niño de cinco años, y toda la sociedad está movilizada. Hasta que se empieza a armar un escudo de protección para alejarlo de tu núcleo de pertenencia, que a los niños que están alrededor mío no les va a pasar eso, cuando empiezan a decir que “tal pariente estaba metido en tal cosa”. En el caso de Emmily, la chica escort, muchos comentaban en redes sociales “es una prostituta, es parte del riesgo”. ¿Parte del riesgo? No, la verdad que no es parte del riesgo que te maten, no está en el pacto del trabajo sexual que te maten.
Desafiar la muerte
-¿Por qué sólo la ficción se atreve a desafiar la muerte, como se dice en el libro?
-En el periodismo si muere una persona, por más que te pongas muy triste, tenés que anunciar que murió esa persona. En la ficción, nosotros podemos decir que ahora entra por esa puerta Virginia Woolf y se sienta a conversar con los demás en esta mesa. Si el pacto funciona, vamos a tener una conversación con Virginia Woolf. Hay algo con la inmortalidad que es interesante en la ficción. En El tiempo de las moscas digo que la literatura permite la transmigración de las almas. Ya vengo trabajando con este concepto de cómo la literatura hace que algo que está muerto esté vivo, ¿no? Varias escritoras y escritores (esto es una teoría de Rosa Montero) tenemos una conciencia de la muerte muy tempranamente. A mí me pasó eso, no porque haya tenido una muerte cercana, sino porque me acuerdo que de niña estaba angustiadísima pensando que me iba a morir. Mi mamá me decía: “No tenés nada para morirte; sos una nena, ¿por qué te pones así? Y yo pensaba: “Mi mamá no entiende que lo que yo le estoy diciendo no es que me voy a morir mañana, yo estoy angustiada porque un día me voy a morir”. Esta conciencia de que un día me voy a morir es una conciencia de la finitud que no tiene todo el mundo tan presente desde la infancia. A lo mejor con la escritura estamos buscando prolongar nuestra estadía acá después de la muerte. Alguien abre las páginas de mis novelas y yo estoy ahí. La literatura es una forma de seguir viva en las páginas de un libro.