A sus 58 años, Jesse Malin es toda una figura de culto en el rock neoyorquino, aunque parece que la chapa lo incomoda. “Si culto significa que tengo un público pequeño, dedicado y apasionado, quizás acepte la etiqueta”, afirma el artista en un hotel de Recoleta. “Le estoy agradecido a mis fans por bancarme, son los mejores”. Y vaya que tiene unos seguidores incondicionales, que le hicieron el aguante en las buenas y en las malas. Pero por sobre todo en su peor momento. En mayo de 2023, el cantante, compositor y guitarrista sufrió un infarto medular. Una condición rara, al punto de que representa el 1% en quienes padecieron un ACV. Sucedió en una cena, sin descontrol mediante. Él mismo se encargó de aclarar que no toma drogas, no fuma cigarrillos y tampoco le gusta el reviente: sólo le van el tequila y el rock.
Debido a que en la Gran Manzana los médicos no fueron optimistas con su evolución, un buen amigo suyo tanteó 40 clínicas en el mundo especializadas en células madre y encontró que en Buenos Aires había una que podía tratarlo. Así que el músico se estableció en la ciudad entre 2023 y 2024. “Estaba muy nervioso porque nunca había estado acá y no hablo español. Además, mi movilidad era muy limitada”, evoca. Durante esos meses en los que se entregó a lo desconocido, Malin compuso la canción “Argentina”. No sólo a manera de tributo al país que le brindó la posibilidad de rehacer su vida sino también como manifiesto a la perseverancia. “Se basa en la gente que conocí, en mis luchas personales y en el miedo a perderme en un lugar lejos de casa”, revela. “Cuando volví a casa, la grabé con la banda”.
Este viernes 20, a las 20, en La Tangente (Honduras 5317), el cantautor estadounidense tendrá la oportunidad de presentar esa balada ante el público argentino, en lo que será su debut en los escenarios locales, donde además repasará su obra grupal y solista. “Luego de hacer la fisioterapia y el tratamiento con células madres, pensé que estaría bueno tener una pequeña celebración para mostrar mi gratitud”, explica quien adoptó el andador como parte de su facha. “Desde los años '90, vengo teniendo estas ganas locas de actuar en Buenos Aires. Ese deseo se lo debo Joey Ramone, que solía decirme que éste era el mejor lugar del mundo para tocar, a partir de su experiencia con Ramones. Él era muy fan de mi banda D Generation, se ponía nuestra remera y cantaba con nosotros. También giramos juntos por Norteamérica”.
Aparte de telonear a Ramones, D Generation llegó a ser acto de apertura de KISS y Social Distortion. De los cuatro álbumes que sacó este grupo de glam punk, destacaron el segundo, No Lunch Released (1996), producido por Ric Ocasek, y el siguiente, Through the Darkness (1999), que tuvo a Tony Visconti de arquitecto sonoro. Sin embargo, Malin ya se había ganado un espacio propio en la escena musical de Nueva York a comienzos de los '80, tras ser parte de la banda de hardcore punk Heart Attack, con la que llegó a tocar en el legendario CBGB, a los 12 años de edad. Los 2000 lo encontraron iniciando su carrera como solista, publicando en 2003 el primero de sus nueve discos en ese plan: el conmovedor The Fine Art of Self Destruction, con el prolífico músico norteamericano Ryan Adams a cargo de la producción.
Como si se tratara de una especie de “Grandes éxitos”, el disco Silver Patron Saints: The Songs of Jesse Malin, publicado el año pasado, sintetiza su obra. Aunque en este caso, el cancionero fue revisitado por colegas suyos con el objetivo de ayudarle a costear los tratamientos médicos. Eso evidencia el gran aprecio que se le tiene, y más si se toma en consideración que el compilado cuenta con los aportes de Bruce Springsteen, Elvis Costello, Lucinda Williams, Dinosaur Jr, Billy Joe Armstrong, Spoon, Rancid, Agnostic Front y Counting Crows, entre muchas otras participaciones. “No estoy en el disco, pero éstas son canciones que escribí y toqué a lo largo de los años. Es un verdadero regalo escuchar a todos estos grandes artistas interpretarlas”, dice el autor. “No sólo fue un honor sino que les estoy muy agradecido”.
De hecho, la respetuosa revisión que hizo “The Boss” del tema “She Don’t Love Me Now” versa sobre el clímax creativo de Malin en su adultez, en la que el nativo de Queens sacó a florecer sus influencias: desde The Rolling Stones hasta Buddy Holly, pasando por Sam Cooke. Una metamorfosis afín a la que atravesó su amigo Joe Strummer, tras la separación de The Clash. “Me gustan las buenas canciones, y los grupos que tocan baladas tranquilas y cosas fuertes en un mismo disco”, reflexiona el músico. “Al final, todo esto es parte de la evolución. El punk rock es un cambio de actitud, pero como artista querés seguir creciendo. Si me animé a ser solista fue porque quería que las canciones fueran más personales, para que la gente escuchara las letras y llamar su atención de manera diferente”.
Malin forma parte de la que posiblemente se la última generación de oro de compositores norteamericanos de rock, reivindicadores además de una tradición, al lado de artistas como Jeff Buckley, Mark Lanegan, el ya mentado Ryan Adams, Jeff Tweedy o Jay Farrar. “Incluiría también a Billy Joe Armstrong, a quien respeto mucho”, expresa. “Pero hay algunos artistas de esta década que están en esa misma sintonía, como Fontaines D.C., por más que sean irlandeses. O The Nightshades, que es una banda canadiense joven que me gusta mucho. Existen cosas que tenés que buscar con atención, pero siempre hay música genial dando vueltas. Necesitás nueva inspiración para darlo todo, si no se vuelve aburrido escuchar los mismos discos de siempre”.
Ante la pregunta de si esta época, con Trump de vuelta en la Casa Blanca, puede servir para inspirar canciones sustanciosas, el cantante y compositor devuelve: “En la primera presidencia de Trump escribí una canción llamada ‘América’, pero ahora parece peor. La gente está más separada, polarizada y dividida en Estados Unidos, y este tipo es una verdadera vergüenza. Cuando voy a otros países, me siento muy avergonzado por el trato que tiene para con los estadounidenses y el resto del mundo. Es peligroso por su ignorancia y su intimidación, y espero que en mi país se den cuenta de que cometimos un gran error. La política y los políticos son sin duda algo que puede llevarnos a un lugar muy malo en este planeta. No creo en la guerra ni en todas esas luchas por la codicia y el dinero. Tampoco la indiferencia hacia las personas”.
El show de Buenos Aires forma parte de su regreso a los escenarios, luego de que se presentara por primera vez en vivo, tras el accidente, el 21 de septiembre de 2024. “Esta vuelta ha sido emotiva y empoderadora”, describe el artista, quien, al mismo tiempo que se recupera, prepara la salida de un libro y una obra de teatro. “La música es la medicina, es el poder, es la conexión con la vida, y me inspiró a seguir viviendo y luchando. Siempre hablo de la ‘AMP’ en mi música: actitud mental positiva. Hay que tomar el dolor y convertirlo en arte. Eso es lo que estoy haciendo con mis nuevas canciones, que espero vean la luz en 2026 (su último disco de estudio, Sad and Beautiful World, apareció en 2021). Intento trabajar lo más rápido y duro posible, con algunas copas de bebida energizante de más”.