Si la esquina de Acoyte y Rivadavia, en Caballito, es el emblema del caceroleo, el cruce de Carabobo y Rivadavia, en el pegado barrio de Flores, es el subsidiario de lo que fueron las movidas antikirchneristas en esos barrios porteños. Es una zona donde Lilita Carrió, al frente de la boleta de Cambiemos, arrasó en las últimas elecciones. Es la misma zona que anoche fue tomada por los vecinos en contra del ajuste a las jubilaciones. Hubo corte total, hubo fogata y hubo un espíritu asambleario que, en la víspera del 19 de diciembre, recordaba más al 2001 que a las protestas en contra del gobierno de Cristina Kirchner.
En los alrededores de Flores se venía escuchando desde las 21 el ruido de alguna que otra cacerola. O de personas que al paso de las calles hacían ruido con sus llaves en los postes metálicos. Y bocinazos de los autos sobre las avenidas.
Fue a esa hora cuando de manera espontánea muchos comenzaron a congregarse en la esquina de Carabobo y Rivadavia. En los rostros había bronca, indignación, pero también la alegría de encontrarse con los vecinos --de la cuadra, del edificio-- en la misma sintonía: juntarse para ponerle un límite al Gobierno.
El canto de entrada fue el obvio: “Qué boludo, qué boludo, la reforma, se la meten en el culo”, gritaba el grupo, que a esa hora reunía a un par de cientos de personas. El corte de Rivadavia se completó enseguida, aunque por Carabobo el tránsito seguía su flujo normal. Para esa altura, una fogata ya consumía buena parte de las maderas encontradas en los alrededores.
“Macri, basura, vos sos la dictadura”, fue el otro slogan en las preferencias. Pero si algún desprevenido hubiera pensado que en cualquier momento iba a aparecer el “Vamos a volver”, se equivocó. No hubo tal cosa, sino el “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Un padre le explicaba a su hija adolescente que eso era lo quen se cantaba en el 2001: clase de historia al filo de la medianoche, a una hora de cumplirse los 16 años de aquellos episodios.
--Hay cortes por todos lados --se entusiasmaba una chica, mostrando fotos que le mandaban sus amigos por celular.
--Casi no lo están pasando por la tele --se quejaba un hombre que vive en un edificio de Boyacá, la continuación de Carabobo.
El corte ya sumaba varios cientos de personas y la fogata crecía de manera peligrosa, sobre todo cuando el viento hacía volar las cenizas contra las personas. Finalmente, se paró el tránsito en las dos avenidas. Pese a ello, muchos de los autos que quedaban atrapados y debían girar en u para volver acompañaban la protesta con la bocina. Un muchachito que no pasaba los 18 iba tomando con su celular testimonios de los participantes de la protesta. “Para un programa que tengo”, explicaba.
Después de las 23, con más de dos horas de corte, el reflujo del 2001 fue creciendo: de pronto se logró un silencio inaudito en medio de tanto cantito, cacerola y --a esa altura-- también bombo y redoblante.
--Shhhhhh --fue la consigna que de pronto unificó a todos.
--¡Asamblea! --pidió alguno.
--¡Sí, sí, asamblea!
Enseguida sobrevino el diagnóstico.
--Acá estamos viviendo un momento terrible. Están quierendo sacar una ley a como sea y tenemos que impedirlo. Esto que estamos haciendo acá los medios no lo están pasando, tenemos que hacer que la gente se entere.
Algunos contaron que por las redes ya se sabía que en innumerables puntos de la ciudad ocurría lo mismo que allí. Otros insistieron en que había que ir hasta Congreso. Hubo quienes se mantuvieron en la identidad del barrio. “Tenemos que quedarnos acá”, reclamaba una mujer.
--¡Al Congreso, al Congreso! --coreaba un grupito, que sin embargo no lograba entusiasmar a todos.
--La ley la están votando ahora, tenemos que quedarnos acá o ir hasta el Congreso, pero tenemos que hacer algo para impedirlo.
Finalmente, ganó la moción intermedia: que un grupo se quedara allí mismo para continuar el corte y otros marcharan hasta Acoyte y Rivadavia.
Y allí partieron a la meca de los cacerolazos contra Cristina Kircher. Los otros se quedaron, en una madrugada que ya era 19 de diciembre.