Algo de este cuerpo ya no me sirve. Ese sueño se repite y me enrosco como un caracol y mi cuerpo informe, baboseado se basta a sí mismo. Estas tetas que no fueron más que botones, que a veces arden y duelen, pueden plegarse por la presión de una faja y desaparecer. Tengo la suerte de un rostro anguloso, de unas cejas tupidas. Dicen que la testosterona te pone violento, pero ayuda con el vello facial, oculta lo lampiño, lo débil. Desde que me sujeto las tetas, levanto más la cabeza, miro a los ojos, no me cruzo de vereda cuando veo venir otros chabones. ¿Me pasará lo mismo con el pelo rapado? Tengo miedo de que mi cabeza sea deforme, las mujeres desconocemos, desconocen la explicitez del cráneo. A fin de cuentas es verdad que miro más el espejo ahora, que mi temor es más la risa ajena que el piropo, la grosería, la manoseada, la violación.

Hormonearme o no, esa es la cuestión. Si tiemblo con la maquinita al ras que estoy por pasar por mi cabeza, ¿qué voy a sentir cuando despierte con barba?

¿Me crecerá el clítoris? ¿Será que esa protuberancia ‑babosa, caracol‑ puede echar a andar otros placeres? ¿Qué va a pensar Diana? No me decido a abrir el gel de testosterona, ¿cambiará si me lo aplico en el pecho en vez de en el brazo? No creo que le moleste, ella no ha hecho más que llamarme chonga, camiona... Si nos matamos de risa cuando me pegué los pelos que se había cortado del flequillo como si fuera bigote. Por momentos tengo más miedo a su mirada que a la calle, podría salir a la cancha con mi nuevo yo sin dudarlo a menos que supiera que ella está ahí sentada.

¿Será que todes demoramos la vida entera en ser quien somos? Uf, qué existencial. Por algo sueño un caracol, esto va a tardar, es lo único que sé.

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*Integrante del Taller de lectura y escritura creativa coordinado por Dahiana Belfiori. Invita a compartir los textos creados en el Taller el jueves 21 de diciembre a las 21 hs en OUI Bar.