El presidente estadounidense Donald Trump está a punto de lograr su primera gran victoria política, tras la aprobación de su reforma fiscal por la Cámara de Representantes, que debería ser adoptada por el Senado en las próximas horas.
Presentada por el mandatario como un “regalo de Navidad” para los estadounidenses, la Cámara baja, con mayoría republicana, aprobó ayer la reforma por 227 votos contra 203. Se esperaba que el Senado, donde el oficialismo ostenta una exigua mayoría, adoptase entre anoche y hoy la legislación. La minoría demócrata se opone unánimemente a la reforma, pero la mayoría republicana se muestra unida tras semanas de negociaciones. “Es el ejemplo perfecto de una promesa hecha y de una promesa cumplida”, dijo Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes. Pese a la ausencia de John McCain, que debió viajar a Arizona para tratarse un cáncer al cerebro, la estrecha mayoría republicana en el Senado debería secundar la reforma.
Trump se venga así de su fracaso en derogar la reforma sanitaria impulsada por su antecesor Barack Obama, conocida como “Obamacare”, ante la defección de senadores de su propio campo. La reforma fiscal reducirá a partir de 2018 los impuestos federales sobre las empresas y sobre los ingresos, a un costo de 1,5 billones de dólares para las finanzas públicas en la próxima década. Pero Trump espera que la reforma acelere la economía estadounidense más allá del 3 por ciento actual, lo que generará a cambio nuevos ingresos fiscales. La Reserva Federal (Fed) ya incrementó la semana pasada sus previsiones de crecimiento de 2,1 por ciento a 2,5 por ciento para 2018.
La Bolsa y la economía van a continuar creciendo una vez que la ley de reducción de impuestos se haya comprendido y apreciado completamente en su alcance y volumen”, tuiteó el presidente ayer. “La reforma fiscal nos llevará al 3 por ciento” de crecimiento, anunció Paul Ryan. La reforma también debía simplificar el código tributario, para que los estadounidenses pudieran completar sus declaraciones de impuestos como una “carta postal”, pero la promesa no se mantuvo ya que los lobbies lograron mantener algunas desgravaciones fiscales como, por ejemplo, la deducción de intereses de los préstamos inmobiliarios.
Y aunque la reducción de impuestos es permanente para las empresas, solo durará hasta 2025 para los hogares, a falta de un acuerdo a más largo plazo. Así, el aumento del poder de compra de las familias se erosionará progresivamente en la próxima década, hasta anularse para la mitad de ellas en 2027, según el Tax Policy Center. La adopción de la reforma significaría sin embargo una gran victoria política para Trump, cuyo primer año en el poder fue muy agitado, con derrotas en las elecciones locales en los últimos meses, con altos y bajos en las relaciones con sus aliados parlamentarios, a quienes no ha dudado en reprender públicamente. Los republicanos, para quienes esta reforma es prioritaria desde hace años, dejaron de lado sus diferencias para la ocasión, conscientes de que un nuevo fracaso legislativo garantizaría su derrota en las elecciones parlamentarias de noviembre de 2018.