En la “Leyenda de Boris y Gleb”, un poema anónimo del siglo XII, se narra la historia de un príncipe, Boris, que tiene un paje que lo ama con devoción. Cuando los conspiradores del reino matan a puñaladas a su señor, el paje se abalanza sobre él diciendo: “Si la belleza de vuestro cuerpo va a desaparecer, no quiero vivir en este mundo”. Desde el siglo XVI en adelante, numerosos viajeros cronistas se fascinan y dan cuenta en sus escritos de la permisividad social en relación con comportamientos homosexuales ya sea entre campesinos, nobles y miembros de la realeza rusa.

Solo a partir del proceso de occidentalización la homofobia comienza a manifestarse de manera explícita. En el siglo XVIII, Pedro el Grande introduce una serie de reformas que intentan convertir a Rusia a la modernidad y esos cambios trajeron aparejados un mayor contacto con el extranjero homófobo. Sin embargo, hacia finales del siglo XIX y ya en vigencia desde 1832 de leyes que penaban la homosexualidad se produce un inédito florecimiento de la cultura gay que destacará las figuras del genial Sergei Diaghilev y su efebo bailarín Vaslav Nijinsky o de la autora lesbiana Lydia Dmitrievna Zinovieva-Annibal, entre otros.

La abdicación del zar Nicolas II tras la revolución de febrero de 1917 supuso un breve interregno de garantía de las libertades individuales de manera inédita. La revolución de octubre (noviembre para el calendario que estaba vigente en Rusia) parecía, en principio, perseverar en el camino indicado: tempranamente, en diciembre de 1917, se abolió el antiguo sistema penal y con él, el artículo 516 que condenaba la homosexualidad. 

Influidos indirectamente por Magnus Hirschfeld, el científico alemán que fundó el Instituto de Sexología en Berlín y bregó por la abolición del parágrafo 175 que penaba a la homosexualidad en Alemania, los bolcheviques no incluyeron la prohibición de los actos homosexuales en los nuevos códigos penales en 1922 y 1926. Revolución parecía entonces liberación económica y liberación sexual del individuo. El director del Instituto de Higiene Social de Moscú y miembro de la Liga Mundial para la Reforma Sexual, Dr. Grigori Batkis, proclamó en 1923 en su libro La revolución sexual en Rusia “la absoluta no injerencia del Estado y de la sociedad en los asuntos sexuales, con tal de que nadie salga perjudicado y se respeten los derechos de todos” y por lo tanto “en lo que concierne a la homosexualidad, la sodomía y otras formas de gratificación sexual que las legislaciones europeas definen como crímenes contra la moral pública, la legislación soviética las considera exactamente de la misma manera que las relaciones llamadas naturales”.

Se suscitaron vientos de esperanza pero la posición fue ambigua. Si bien no existían las leyes condenatorias gays, lesbianas y travestis no estuvieron exentos de la persecución y violencia policial especialmente en zonas islámicas del Cáucaso y Asia Central y de palizas, chantajes o despidos de sus trabajos en todo el país. Se comenzó a debatir sobre la necesidad de terapias para "curalxs". 

Pero eso no impidió, tal como testimonian cartas, fotos y documentos que valerosos miembros de la comunidad se exhiban orgullosos de sus sexualidades. Rusia adoptó el look de las "estrellas de cine mudo occidentales" con el excesivo maquillaje y uso de máscaras y pestañas, estética andrógina que permitía el camuflaje de gays y lesbianas. 

La ambivalencia durante el primer período de la revolución o el punto de quiebre entre dos épocas quizás pueda ejemplificarse a partir de una extraordinaria boda gay organizada en Petrogrado por el marine ruso de la Flota del Báltico Afanasy Shaur en enero de 1921. Según la investigadora Olga Khoroshilova los invitados incluían a 95 oficiales del Ejército y la Marina, “junto con otros miembros de menor rango, y una mujer vestida con un traje de hombre”. Sin embargo la boda era una cita envenenada. Afanasy Shaur era un miembro de la policía secreta, y al final del festejo todos los invitados fueron arrestados acusados de buscar destruir moralmente al Ejército Rojo. Pero las acusaciones no prosperaron.

El fin de la primavera bolchevique

La ambigüedad desapareció cuando se impuso la vertiente de Stalin. Entonces. Se impuso entonces la idea de la homosexualidad como una forma residual, un resto de “antiguas formas de vida” ligadas a la decadencia de la burguesía y la nobleza, un derroche de la energía necesaria para la producción que exigía el Estado. Este cambio de paradigma se visualiza incluso en las diferencias de las estéticas leninista y estalinista con respecto a la imagen del trabajador. La tapa del primer número (1 de mayo de 1919) de la revista bolchevique Internacional comunista, presenta a un hombre de torso descubierto exhibiendo sus poderosos brazos que quiebran los grilletes burgueses que aprisionan el mundo. Durante el período estalinista el trabajador soviético raramente aparecerá semidesnudo. A la perversión burguesa o fascista se le opone la pureza moral del proletariado. 

En enero de 1934 se organizaron en Moscú, Leningrado, Jarkov y Odessa, las primeras deportaciones de homosexuales. El poeta Mijaíl Kuzmín, que hizo de la homosexualidad tema central de su obra, fue prohibido. Su amante fue ejecutado. Sus papeles confiscados siguen hoy sin publicarse. 

En mayo de ese año, Máximo Gorki escribió en Pravda un artículo que proclamaba: “Erradique la homosexualidad y el fascismo” y que establecía una comparación entre los países fascistas donde florecía impunemente la homosexualidad y “el país en el que el proletariado se ha hecho con el poder y en donde la homosexualidad ha sido declarada crimen social”. En efecto, un decreto de diciembre del año anterior reintrodujo en el Código Penal los términos condenatorios de 1832. Las relaciones homosexuales son declaradas ilegales en la URSS y castigada con como mínimo cinco años de trabajos forzados. 

Así la breve esperanza y el proceso que despertó la abolición de las leyes antihomosexuales en la “primavera” leninista terminó en los campos de concentración, las terapias con hormonas, los internamientos en manicomios.

Frecuentemente se producen en la historia de las sexualidades estos ciclos dialécticos de liberación / represión, estas regresiones a épocas que en algún momento se suponen superadas. 

A períodos de tregua y auge del uso de los placeres le suceden tiempos oscuros de condena e ignominia. Particularmente eso da cuenta que para la comunidad lgbti la conquista de derechos es siempre provisoria, nunca se cristaliza de forma definitiva sino que está permanentemente amenazada y en riesgo. 

La experiencia soviética es asimismo paradigma de la imposibilidad histórica de conjugar la liberación social y sexual y del perpetuo desencuentro a escala planetaria entre la izquierda y las diversidades sexuales. 

De aquel sueño, pareciera que nada más queda. Salvo, paradojalmente, el legado de la estética de Sergei Eisenstein, el artista sobre el que Stalin eligió hacer la vista gorda: la belleza masculina de los marineros rebeldes de o los tubos alzados de los cañones en El acorazado Potemkin, el martirio de los peones mexicanos como San Sebastianes en ¡Qué viva México!, entre tantas imágenes cinematográficas que dan cuenta de los deseos prohibidos y reprimidos. 

1917-2017 REVOLUCION RUSA