Podría sacar el libro y aprovechar para leer, aunque hoy no tengo ganas. Por lo menos conseguí asiento, cosa que no logré en toda la semana. Y eso que salgo a la hora correcta. ¡Ay, cómo odio estos viajes! Es que sino llego demasiado temprano y me tengo que fumar la cara de Luis y sus comentarios, siempre banales y él que se cree tan divertido, o responsable, o buen tipo. Yo creo que es sólo un pobre tipo, solo y machista. En realidad, más pobre debe ser su mujer que se lo aguanta. A lo mejor, por eso él llega a la oficina tan temprano, porque su mujer seguro le prepara el mate ni bien sale el sol así se va rápido a trabajar y ella disfruta de la soledad o se ocupa de sus hijos, que bien chiquitos y seguiditos son. Tampoco quiero tomar el colectivo de las y treinta y cinco porque con ése llego tarde y me tengo que bancar los reproches de Clara y la oficina toda llena de gente. Los tengo que saludar uno por uno y no tengo ganas. ¿A quién se le ocurre saludar con un beso a la gente que ves todos los santos días y obligadamente cuando llegás y cuando te vas? Aunque la verdad es que cuando me voy lanzo un simple "¡Hasta mañana!" al aire y alguno siempre responde y nadie reclama el beso. Seguro que nadie lo quiere. Pero a la mañana temprano si no saludo quedo como una mala onda. Prefiero estar a la hora en que todavía queda gente por llegar y son ellos los que me tienen que venir a saludar a mí. No sé porqué me puse estos zapatos cerrados si ya hace calor. Todavía no llegué y ya tengo calor. La chica de al lado tiene sandalias, aquella otra del asiento de enfrente también, bueno, aquella no pero se viste raro. Yo también me visto raro a veces, pero no como ella. ¿Me puse demasiado perfume? No me puedo dar cuenta, ni lo siento. Tampoco quiero llenarme de aroma, "el olor a colonia barata del amanecer", como dice Baglietto en la canción. Espero que no se note tanto. No sé qué me pasa que ni me aguanto yo misma hoy. Capaz estoy premenstrual. Capaz, es que ya casi va a ser un año. Eso el cuerpo lo siente. Estoy segura. Dicen que las mujeres tenemos el tiempo metido adentro. Qué insoportable. Ya hace un año que me lo saqué y parece que fue ayer. ¿Qué hice en este año? Nada, o poco. Capaz tendría que haber cambiado mi vida. Dejar de pensar en él, dejar de extrañarlo como una tonta, dejar de hablarle todo el día en mi imaginación. No hubo vuelta atrás y era obvio. Siempre lo pensé. Era obvio que después de un aborto, las peleas, la distancia, nada podía seguir igual. Nada estaba igual. Todo estaba raro, yo se lo dije. Se lo dije y capaz que con eso lo avivé. Le hice dar cuenta de que nada podía ser igual y se desganó. Se convenció de que conmigo todo iba a ser más complicado. El aborto estaba ahí delante de nosotros todos los días. Dormía con nosotros, comía con nosotros. ¡Qué tonto! ¡Qué cagón! Siempre atrás de cagones yo. Siempre pidiendo peras al olmo. ¿Cómo son los olmos? Tendría que googlearlo cuando llegue a la oficina mientras me caliento el agua del mate. Ya pasó un año y yo haciendo las mismas rutinas. Quizás él ya está haciendo cosas nuevas, con gente nueva. Ah pero de mí no se olvida más. Es imposible olvidarse de la mina con la que te embarazaste y te desembarazaste. Con la que casi tenés un pibe y después no. De mí no se olvida más. Bueno, con eso me basta. Que jodida que estoy hoy. Sí, debo estar premenstrual.

 

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* Integrante del Taller de lectura y escritura creativa coordinado por Dahiana Belfiori. Invita a compartir los textos creados en el Taller hoy a las 21:00 en OUI Bar.