Cual colectora que recibe el tránsito en el horario más cargado del día, las Fiestas de Navidad y Año Nuevo acumulan la trajinada gama de sentimientos que los doce meses transcurridos arrojaron sobre quienes, para bien o mal, se disponen a desearle: íFelicidades! al prójimo. Lo cierto es que lejos están las Fiestas de propiciar un momento de serenidad capaz de albergar los encuentros entre las personas. La carga emocional que celebraciones como la Navidad arrastran consigo exacerban la sensibilidad a niveles insospechados, luego: los desencuentros, las discusiones o los sinsabores que la noche, sobre todo si abundó el alcohol, suele traer avanzada la madrugada. Desde ya, el sentimiento de finitud que determina la condición traumática propia del ser hablante está tan presente en el nacimiento del Niño como en el Fin de año que, además, impone el balance por lo general inquietante del año transcurrido. De esta manera, lo sepamos o no, nostalgia y melancolía suelen atravesar esas horas de la mano de los recuerdos que aporta la infancia y, sobre todo, de la memoria de aquellos que ya no están. Así, los duelos pendientes se hacen presentes desde varios días antes, a veces con su secuela de insomnio, ansiedad y/o manía. De allí que la vecindad de las Fiestas genere un abultado prolegómeno de discusiones en el interior de ese reducto de intensos y primarios afectos a la que llamamos familia : '¿de vuelta a lo de tu hermana?'; 'si va Fulanito yo no voy'; '¿hasta allá hay que ir?'; '¿y por qué no ponen el auto ellos?'; 'llevo la entrada, del resto que se haga cargo ella'; '¿y los chicos qué hacen?'; son algunas de las delicias que junto con el calor veraniego citadino sazonan los días previos al momento del brindis por la paz y el amor entre las personas. El consultorio es testigo de las elucubraciones ensayadas para anticipar el posible comentario que dispare alguna discusión. De allí que muchas veces la política no sea más que un pretexto para descargar los resentimientos que el anquilosado malentendido familiar ha cimentado a lo largo de los años. (De hecho, tanta "felicidad" hace que muchos opten por escaparse con rumbo incierto antes que soportar semejante presión.) En este contexto, la capacidad para no responder a las provocaciones ‑ciertas o imaginarias‑ sea quizás la mejor manera de testimoniar una sensibilidad atenta al delicado momento que supone atravesar el fin de año.

* Psicoanalista.