La FIFA consiguió que un futbolista sancionado por doping a un año de suspensión, ahora deba cumplir cuatro. El caso del ecuatoriano José Angulo casi no tiene precedentes en el mundo deportivo. El delantero de Independiente del Valle había sido castigado por dar positivo de cocaína. La Conmebol lo inhabilitó tras la final de la Copa Libertadores 2016, pero la federación consideró exigua la pena. Recurrió al TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) con sede en Suiza, y logró el máximo que podía aplicársele. El jugador de 22 años ya había completado el tiempo de inhabilitación. Regresó a las canchas, disputó once partidos oficiales en Primera –el último fue el 9 de diciembre– y mientras pasaba sus vacaciones se enteró de la noticia que podría cortarle la carrera. El suyo es un claro ejemplo de escarmiento. Un mensaje que va más allá, que intenta disciplinar a los atletas, aun cuando Angulo no haya intentado sacar ventajas de su conducta antideportiva. 

El futbolista no es un consumidor habitual de drogas. Eso se desprende de un examen especial que se le realizó a su cabello donde perduran por más tiempo las señales de la ingesta. La muestra fue evaluada en Francia donde se determinó que no ingería cocaína de modo frecuente. El dato lo difundió el diario El Telégrafo de Guayaquil. El mismo medio comparó su caso con el de Paolo Guerrero (ver aparte) al que la FIFA le redujo ayer la sanción por doping de un año a seis meses y podrá jugar el Mundial de Rusia. 

El comunicado con que el TAS difundió la sanción a Angulo esta semana, habla de “cuatro años de inelegibilidad”. Ese fue el eufemismo que utilizó. Tampoco dio a conocer los fundamentos del fallo que se conocerán en los próximos días y que solo le dejan al futbolista el recurso de apelar ante la justicia ordinaria. Si decidiera hacerlo, lo más probable es que deba presentarse ante algún tribunal de Suiza donde tiene su sede el Tribunal de Arbitraje Deportivo. 

El texto del TAS sostiene que “los hechos presentados por el jugador no se corresponden con la prueba producida por los expertos científicos” por lo que “revocó la decisión de la Conmebol y la remplazó por una nueva en la cual se sanciona a José Enrique Angulo Caicedo con cuatro años de inelegibilidad, a partir del 20 de julio de 2016”. El delantero ya cumplió casi un año y cinco meses de suspensión. Recién podría retornar al fútbol el 19 de julio de 2020, cuando tenga 25 años. Lo curioso es que había completado la pena que recibió de la Confederación Sudamericana y la Federación Ecuatoriana lo autorizó a jugar. Con Independiente del Valle consiguió clasificarse para la Fase 2 de la Copa Libertadores 2018 que se sorteó anoche.

La dimensión del castigo que recibió Angulo resalta cuando se la compara con casos emblemáticos de la historia del doping. Sobre todo, por tratarse de alguien que no es reincidente. Al velocista Ben Johnson le dieron dos años cuando se dopó para la final de los 100 metros llanos de los Juegos Olímpicos de 1988. Cuando repitió su conducta en 1993 lo sancionaron de por vida. A Diego Maradona le aplicaron una pena de 15 meses por el doping de efedrina en el Mundial de 1994. Entre los casos más recientes de futbolistas a los que se les detectaron sustancias prohibidas, Nicolás Figal de Independiente, Federico Barrientos de Lanús, Camilo Mayada y Lucas Martínez Quarta de River completaron dos años y medio de sanción entre los cuatro.

Angulo es defendido por el abogado español Juan de Dios Crespo. El mismo que consiguió la reducción de la sanción a Lionel Messi que le permitió volver a jugar antes en las Eliminatorias. También fue contratado por el peruano Guerrero. Ahora es la última carta que le queda al ecuatoriano. Su club, Independiente del Valle, se solidarizó con él. Pero el Granada de España que había comprado su pase en 2016, cuando se conoció la primera sanción de un año, le rescindió el contrato. En su perfil de WhatsApp, el delantero escribió una frase que le queda justa al momento que vive: “El viaje más difícil es el solitario, pero también es el que te hace más fuerte”. 

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