En su casa, dice, el que dibujaba era el padre. Y es que el padre era nada menos que Kalondi, uno de los humoristas gráficos más importantes de la camada surgida en los ‘60 alrededor de Tía Vicenta. El hijo, Juan Pablo Compaired, es músico. Ha realizado la banda de sonido de innumerables películas, aquí y en España, donde vive desde hace años. Toca el saxo, estudió en la escuela Berklee de Boston y se sorprende, todavía, cuando en alguna parte lo nombran como “dibujante”. Tiende, aún, a sentirse impostor. Pero lo que empezó como un divertimento de redes sociales, a partir de cantidades crecientes de fans, derivó en un libro de humor gráfico, publicado por Ediciones de la Flor.
El título es una pregunta, ¿Quién es JPC? La respuesta tal vez no sea una sola. Y quizás esté inscripta en lo que sucederá esta noche a las 21.30 en Boris (Gorriti 5568). El libro se presenta en un club de jazz y la introducción en sociedad será a través de una serie de canciones que Compaired escribió especialmente, a partir de algunos de los dibujos del libro. “El fantasma es que los dibujantes me vean a mí de la misma manera en que yo veo a los que se dedican a otra cosa y de repente hacen un disco con canciones. Y es que no tengo una muy buena opinión de ellos. En realidad, nunca me había planteado esto como una profesión. Empezó en las redes sociales como una manera de no pelearme. Si escribía algo, la mitad de mis amigos me felicitaba y la otra mitad me insultaba. Si ponía un dibujo, unos entendían una cosa, otros entendían otra y se peleaban entre ellos”, dice a PáginaI12.
Las presentación correrá por cuenta de una verdadera selección de músicos, varios de ellos viejos compañeros de Compaired en distintos grupos propios y ajenos: el Pollo Raffo en teclados, Cristian Díaz en trompeta, Gustavo Cámara en saxo, Fabián Martín en bajo y Tomás Babjaczuk en batería. “Estas canciones me permitieron salir de una especie de empantanamiento creativo. Estaba en una época en que me pesaba la obligación de hacer algo a la altura de mis antecedentes (y Compaired sonríe apenas, con un guiño que alcanza para saber que, como sucede en sus dibujos, y posiblemente en el humor en general, está siendo cruel consigo mismo). En estos casos me lo planteaba como improvisaciones, los dibujos y las canciones; como algo sin la carga de la necesidad de la obra maestra. En realidad, estos dos mundos se juntan mucho más que lo que parece. Mi manera de dibujar es jazzística. Me dejo llevar por la línea. Y lo que va saliendo va dictando sus propias necesidades y condiciones.”
Los dibujos de ¿Quién es JPC? son de una síntesis perfecta. También allí hay algo del jazz. O, por lo menos, del jazz verdaderamente bueno: la pureza de línea, el abandono de lo innecesario, la certeza acerca de que el virtuosismo jamás es un fin. En algunos casos, no necesita palabras: el violinista de la tapa; el hombre que sostiene con su mano la cuerda con la que se ahorca; las sucesivas transformaciones de una hoz y un martillo hasta convertirse en signo de pregunta. En otros, las palabras son contundentes: “El problema fundamental de los optimistas es ver la botella medio llena sin preguntar cómo estaba la botella antes”, por ejemplo. Y en ocasiones, como en la mujer rodeada de amor o el político que declama la disminución del desempleo, unos y otras se necesitan mutuamente y completan una unidad indivisible. Mientras tanto, JPC sigue dibujando. Dice que no puede parar, que se ha convertido en su nuevo vicio. Y es que ha dejado de fumar y su diario de abstinencia, dibujado, cuenta también, a esta altura, con miles de seguidores. Tantos como sus ultra especializados “chistes de músicos (el de la presentación de la dominante secundaria debería enseñarse en los conservatorios). Para De la Flor, una editorial especialista en la materia (es la que publicó históricamente a Quino y Fontanarrosa, por ejemplo), la pregunta de la tapa, eventualmente, es retórica. Ellos sí saben quién es JPC.