Canciones pausadas, repletas de melancolía y emotividad. Una voz suave pero enérgica y un piano que marca la melodía con climas ambientales y profundos. Todo ese sonido transmite una sensación de calidez y de unión femenina que envuelve y reconforta. Música que se transforma en compañía cercana y letras que hacen empatía con algunas sensaciones que convocan.
“Me gustaba ser ángel del cuartel de la melancolía”, asegura en la letra de la canción “Víctima”, de su último y tercer disco Yugo. Agustina Paz tiene tres discos y una forma de cantar que transporta. Tiene una formación clásica que le sirvió para componer que es lo que más le importa. La técnica y el manejo de los instrumentos son una herramienta para poder decir, pero lo que trasciende son las canciones. “Yo vengo del interior, cuando vine a Buenos Aires entré al Conservatorio. Mi corazón estuvo en lo popular, pero el piano clásico te brinda un viaje que está buenísimo, en un momento empecé a necesitar volver a lo popular. Justo entré a trabajar en un estudio que hacía música electrónica y así aprendí esas. La vida me fue llevando. Después descubrí la canción que es mi lugar, que me permite mezclar todas las cosas. Es lo que más disfruto, es el espacio más abierto, da lugar a todo. Me permite decir mil cosas en distintas formas”, asegura.
“Soy el mundo que veo” es la leyenda que aparece al abrir el booklet del disco, como una forma de transformar el exterior en interior, el afuera se hace propio tamizado con la percepción interna. Para ella “la canción es un lugar muy catártico de auto conocimiento y después me llevó al mundo exterior. Empezó desde un lugar muy intimista, muy interno. Es la forma que tengo de rescatar mi corazón. Cuando compongo todo se silencia y entro en un estado primario, de búsqueda. Es un espacio verdadero.”
“Quiero vivir, quiero salir de esta melancolía. Quiero sentir la tibia luz del sol de un nuevo día”, dice la letra de “Sí, quiero”. Los sentimientos de melancolía están presentes como un modo de encarar la cotidianeidad que oprime, una forma de resistencia al dominio de querer imponer actitudes y expresiones pero con un deseo de alegría que trasciende. “La canción me sirvió para sanar, tengo letras melancólicas, la gente me dice que la hago llorar, y ahora me estoy cuestionando un poco eso en mi nuevo disco que estoy empezando a componer. Está buena la catarsis, necesitamos drenar, pero también la canción puede generar otras emociones que me gustaría explorar. El dolor me despierta, pero me gustaría que me despierte la alegría, pero la tristeza es más humana de alguna forma. El arte es una pastilla que nos dieron para los que sufren, nos permite conectar con algo más profundo y sentirnos menos solas”, reflexiona.
“Perdí la cuenta de los pasos que perdí, envuelta en una alfombra mágica me fui. Miré y debí caer del golpe que sentí, sentí la fuerza que tenía, la fuerza que tenía”, canta en “Soledad”, en una cadena de momentos que van de mayor a menos hasta hacer una oda a la valentía de estar sola. “Me parece que la humanidad está despertando, y a veces sufrimos por cosas egocéntricas, nos creemos mucho la ilusión que es la vida. Es un momento de revisionismo”, afirma. Agustina Paz se siente parte de una movida de mujeres que cantan y componen y al mismo tiempo hace lo que quiere. “Ahora hay un auge de mujeres más para afuera, hay muchas mujeres ocupando espacios importantes en la música. Me gusta mucho lo que hace Candelaria Zamar, la admiro mucho”, define. Mira alrededor y ve que “hay como una necesidad de hablar del despertar de la conciencia, hablar desde el amor, más que del sufrimiento. Veo más sensibilidad, que trascienda un mensaje de bondad, más que de manejo técnico. El enemigo está adentro, busco reflexionarnos más internamente. Poder convivir en las diferencias”.