Un teatro directo, sin metáfora, que no estatice su discurso, que no se retraiga frente a la brutalidad que a veces tiene lo explícito como una forma que se aventura a la mugre, a lo que no quiere ser visto. Si el teatro se vuelve panfletario tiene que hablar con aspereza, con consignas, no dejarse ganar por la ambigüedad de las interpretaciones.
Se trata de un teatro que descubre ese dispositivo de representación que en la política actual se vuelve cada vez más desafiante. Una forma que parece fácil de capturar pero que se transforma todo el tiempo hasta convertirse en una realidad absolutamente creíble. “En algunas experiencias como el ciclo Hacer Teatro, hacer política o nosotros, desde Barbados Artes Escénicas, intentamos poner en crisis aquellas metáforas que ya han armado representación desde el sistema porque el Teatro San Martín, como institución, construye metáforas antes que yo”, señala Diego Rodríguez quien desde el teatro Machado lanzó una convocatoria de Mujeres Panfletarias para trabajar este registro político desde un laboratorio escénico.
La construcción ficcional de una obra de teatro pasa a ser, en el momento actual, asimilable, más allá de su ideología. Por esta razón Cora Fairstein, una de las seleccionadas entre las mujeres panfletarias que llevó adelante el proyecto Tu sexo débil, pensó una escena que tiene la brevedad y la contundencia de una pancarta donde las canciones de Arjona, en un sinfín insoportable, enmarcan la cotidianidad de una mujer que debe atender a su bebé enfundada en unos guantes de boxeo que le sirven para asumir una actitud pendenciera pero la vuelven torpe al momento de ponerle el chupete a su hijo o darle de comer. Esa opresión se convierte en una imagen. No hay un desarrollo anecdótico sino la matriz de la escena descarnada que demanda un contexto para ser leída, para propiciar intervenciones y debates. Si la adhesión política atraviesa por una etapa más intermitente y esquiva, la sensibilidad que puede despertar el teatro panfletario ubicado en una calle o en un centro cultural logra ser más eficaz o inesperada que la argumentación que se desata en una discusión.
Leticia Martínez ideó su propuesta desde la particularidad que presentan los cuerpos cuando sufren la represión de la gendarmería en los barrios. Su panfleto nace de la mirada de las mujeres que viven o ven como esa violencia se instala en sus hijxs que corren con un movimiento que Leticia quiso capturar como una imantación política. “Yo no concibo representaciones, concibo ficciones. Me parece que lo que entra en crisis es la noción de ficción y realidad. Tenemos que mostrar que eso que aparece como realidad es una ficción, que lo que pasa en el congreso o en la reunión de la OMC es una ficción, que son cañones que dejan a muchos sin comer. Lo que me parece interesante de esta época es por qué nos sentimos interpeladas a usar el territorio calle, cómo recuperamos ese territorio, cómo nos hacemos ver porque si no encontramos la forma de generar adhesión es un territorio que nos lo quitan los caceroleros.”
Ir hacia el panfleto es también, como reconocía Rodríguez, incorporar la descalificación de panfletarias como una instancia que debería quedar fuera del arte.
Para producir un panfleto político es necesario poder hacer una lectura de la realidad. La tarea performática se encuentra en ese punto donde opera la política estatal disparando escenas normalizadoras. El panfleto habla de seres que se presentan, donde el cuerpo como un teatro de las fuerzas, nombre que Silvio Lang ensaya para dramatizar desde acciones situadas, tenga esa vibración de un momento de peligro.
Está abierta la convocatoria para participar del Ciclo Mujeres Panfletarias hasta el 10 de enero. La información en facebook.com/machado teatro.