Durante los primeros nueve meses del año el saldo bruto de la deuda externa escaló hasta los 216.351 millones de dólares al sumar 35.180 millones de dólares. El nivel de deuda para el tercer trimestre de 2017 presentado en la Balanza de Pagos del Indec representa un alza 19,4 por ciento en lo que va del año. El organismo estadístico precisa en su informe que la dinámica estuvo liderada por las emisiones realizadas por el Gobierno y, en menor medida, el Banco Central.

Los pasivos emitidos desde el Ministerio de Finanzas treparon hasta los 134.273 en septiembre. La cifra muestra un alza del 23,5 por ciento en lo que va del año y del 36,3 por ciento frente al mismo mes de 2016. Cuando se comparan los últimos registros disponibles con los números heredados en el recambio presidencial, finales de 2015, se observa que la deuda externa del Gobierno aumentó un 53 por ciento. El informe publicado ayer muestra que, además, se aceleró el ritmo de las emisiones realizadas por el equipo de ex banqueros que acompañan al ministro Luis Caputo.

La reinserción de la Argentina en los mercados financieros internacionales convirtió al país en el principal emisor del planeta desde diciembre de 2015. El Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala difundió esta semana su relevamiento de las emisiones de deuda externa realizadas hasta noviembre. Los datos del Observatorio de la Deuda muestran que a lo largo de los primeros once meses de 2017 se realizaron colocaciones por una suma equivalente a los 78.740 millones de dólares. “El crecimiento del próximo año requiere que las condiciones de acceso al financiamiento en los mercados globales no se vean negativamente alteradas. Sin embargo, la contracara es un proceso de endeudamiento que no parece brindar ninguna certeza de sostenibilidad y que, en caso de no resultar financiable, profundizará los costos socio-económicos de abandonar el esquema en curso”, expresan los investigadores del en su último informe económico. El endeudamiento externo se convirtió en un pilar ineludible para la sustentabilidad del modelo macroeconómico que no aporta a la expansión de la inversión local ni la realización de obras de infraestructura.