Desde Barcelona

El bloque independentista cumplió sus expectativas y revalidó la mayoría absoluta en el parlamento catalán, lo cual habilita la continuación del “procés” iniciado en 2012 con Artur Mas. Pero esta vez el camino será complejo, aún más de lo que viene siéndolo con el gobierno de Mariano Rajoy y todo el aparato estatal español como principal enemigo. En estas elecciones, a diferencia de lo sucedido en las anteriores de 2015, el reparto de escaños con el bloque unionista es más parejo y eso, sumado al enorme ascenso de Ciudadanos como portavoz de quienes no quieren la secesión, supone nuevos frenos para la causa independentista.

El primer dilema al que se enfrenta el bloque secesionista en este escenario es la elección de un candidato para la investidura como presidente de la Generalitat, ya que las dos formaciones con mayor número de diputados dentro del bloque dejaron clara durante la campaña la voluntad de imponer a sus respectivos líderes. Los republicanos confiaban en hacer presidente a su número uno, Oriol Junqueras, si se cumplían los pronósticos de las encuestas que hasta anteayer los daban como vencedores. Pero una de las sorpresas de la jornada electoral fue el avance de Junts per Catalunya –la formación de Carles Puigdemont– y con esto la más que factible postulación del ex president como candidato a la investidura. 

Carles Puigdemont anunció a lo largo de la campaña que si ganaba, volvería de Bruselas –donde  huyó desde hace un mes y medio– aun a riesgo de ser encarcelado al pisar suelo español. Su discurso se basó en la promesa de la restitución del “Govern legítimo” que él encabezaba y que el gobierno de Mariano Rajoy destituyó con la aplicación del artículo 155 de la Constitución. “No investiremos a ningún candidato que no sea Puigdemont”, repiten desde la formación para dejar patente que no permitirañ que ni siquiera quien fue su antiguo aliado de gobierno, Oriol Junqueras, ocupe la presidencia.

Pero, más allá del nombre que lleve el despacho gubernamental, el bloque independentista tendrá que resolver cuál es su nueva hoja de ruta para conseguir el Estado propio. Esquerra Republicana ya anunció que resigna la vía de la unilateralidad e, incluso antes de conocer los resultados de las elecciones, oficializó en el Congreso su apuesta por una negociación bilateral con el Estado. La Cámara Baja deberá posicionarse a la vuelta de las vacaciones de Navidad y votar una moción al respecto registrada la semana pasada por el portavoz republicano, Joan Tardá.

Habrá que ver si este nuevo planteamiento, mucho más suavizado e inclinado hacia el eje social, de ERC –“implementar la república a base de políticas sociales” fue uno de sus mantras durante la campaña– les convence a los de Junts per Catalunya. A “La lista del President”, de momento, solo le preocupa recuperar el gobierno cesado y obtener la libertad de sus miembros, así como el regreso de Puigdemont sin riesgo. Este fue el mensaje que lanzaron en todos sus actos y la convicción de que solo con una mayoría parlamentaria podrían forzar a Rajoy y a la Justicia española a cambiar de idea. “La victoria de JxCat es la que garantiza que los presos salgan, que los que estamos fuera podamos volver y un futuro para el conjunto de nuestros conciudadanos”, proclamó Puigdemont en uno de sus mítines por videoconferencia desde Bélgica. La victoria ya la tienen, ahora toca esperar si el gobierno español se ablanda y accede a negociar.