Existe un determinado magnestismo en algunos personajes. Por histriónicos, por misteriosos, por profundos, por su inteligencia, por la manera en que confronta... Lisandro López es uno de esas figuritas difìciles que el mundo del fútbol argentino tiene y que encanta, justamente, por mantener un perfil muy alejado de todas las luces de la pelota. Pero nunca se esconde, aunque elige cuándo asomar la cabeza, selecciona cómo hacerlo y también mide a su interlocutor de turno. Ahora bien, una vez abierto el grifo, el hombre que es toda una referencia en Racing, ofrece argumentos tan sólidos de por qué armó su mundo de esa manera que es imposible no convencerse de que eligió el mejor camino posible dentro de esa jungla de egos en la que construyó su carrera deportiva.

Fue una charla con Enganche que se dio en la sala de prensa de la Academia. Resultó un ida y vuelta tan enriquecedor que perdió los carriles normales de una entrevista para desembarcar en un terreno de pleno sinceramiento. No fue un discurso armado. Lisandro López no sabe mucho de esas cosas. Lo suyo es más directo: piensa, siente y dice.

-¿El vincularte poco con los medios te puede haber perjudicado en tu carrera o no influyó?

-Me perjudicó mucho. Creo que sí, porque todos sabemos que muchas veces la prensa te pone arriba o abajo. Y creo que he tenido unos años de un muy buen nivel, en los que me destacaba en lo que hacía y siempre tuve poca prensa. Ojo, no sé si la palabra es perjudicar, porque yo lo elegí así y no me quejo para nada. Pero creo que si hubiera sido más abierto con la prensa y hubiera tenido más exposición, me parece que deportivamente hablando me podría haber ido mejor. Para ir a la selección, por ejemplo.

-Al tener tantos años en esto del fútbol, ¿te queda margen para el asombro?

-Sí, hay muchas cosas, creo que nunca dejamos de asombrarnos de las cosas…

-¿Por ejemplo?

-Soy un desastre para recordar cosas. Pero la verdad que hay cosas que no me dejan de sorprender, como lo que se dice o se hace en el juego.

-¿Más las malas que las buenas?

-Sin duda.

-Se nota que te enojan esas cosas.

-Sí, me duele que se invente tanto, que haya tanta mala leche. Que sólo por vender, por un papel más o un punto más de rating se inventen tantas estupideces que hacen daño a las personas y a las que las rodean.

-¿Estas cosas son las que te hacen ser un perro verde?

-No sé. A mí me molesta cuando se meten con cosas que no tienen que ver con el juego. Yo puedo decir que sos buen o mal periodista. Ahora si yo digo que sos de lo más conflictivo que hay… ¡Cómo alguien puede decir eso! Pienso que si no saben cómo trabajo o cómo me vinculo con los demás, cómo pueden asegurar algo que desconocen. Acepto que me digan que no les gusta como juego al fútbol, pero cuando se meten con otras cuestiones que tiene que ver con la intimidad de un grupo, esas cosas no las soporto y siempre me duelen y sé que estoy expuesto a eso hasta el último día que juegue.

-¿La gente cree que te conoce cuando estás en un lugar de exposición?

-Sí. Vienen y te dicen “yo te quiero mucho”. ¿Cómo me vas a querer? ¿Por qué me vas a querer? ¿Por un gol? No, hermano, si no me conocés. La gente te ve adentro de la cancha y piensa que si sos un loco ahí, andás por la vida siendo un loco. Y tiene que ver con que yo vivo los partidos de esa manera. Pero no necesariamente soy así.

-Dijiste que te molesta mucho de lo que ocurre alrededor del fútbol y que hay cosas que no entendés. ¿Firmarías volver a ser Lisandro, el del pueblo, una vez que termine tu carrera? ¿Te gustaría volver a ser un desconocido?

-Sí, lo firmaría. Firmaría volver a ser un desconocido el día que me retire. Me gustaría. Tal vez el día de mañana me retire y pueda llegar a extrañar que alguno pase y te diga “che, gracias por aquel gol”. Pero hoy me encantaría andar tranquilo. Tampoco es que la gente me anda atrás, eh.

-¿De verdad no quedó ni una camiseta?

-No, nada. Los primeros dos o tres años cambié algunas. Y unos años después no quedó nada. Regalé todo. Hace muchos años que no tengo nada. Ni colecciono camisetas ajenas ni mías. Ninguna.

-¿Ninguna? ¿Ni la primera?

-Creo que esa la tiene mi vieja. Pero yo no tengo nada. Material, eh. Después tengo hermosos recuerdos todos acá (se señala la cabeza).

-¿Y cuál es la razón de eso?

-Que no me gusta atesorar cosas. No me interesa. No quiero sonar soberbio ni hipócrita, pero no le doy importancia. No tengo ni medallas, ni camisetas, ni ninguna que haya cambiado. Seguro. Nada.

-¿Pusiste fecha para el retiro a fin de año o es algo sobre lo que dudás?

-No. No puse fecha. Es algo que vamos a evaluar en diciembre. Las lesiones son más difíciles y el tiempo pasa. Yo no quiero pasarme más días en el consultorio que adentro de la cancha. Y yo no siento que aporte si no estoy en la cancha.

-¿Y si eso pasa vas a guardar la última camiseta?

-No sé. Si me la pide alguno se la regalo. Pero después me quedará el recuerdo. Mirá, si mañana me pusiera una carnicería, ¿guardaría el primer delantal o el último? Yo creo que no.