“Es una especie de remake de Akira: adolescente con poderes al que lo intentan contener algunas instituciones estatales para que no explote y que al final explota,” dice Berliac desde Alemania. El historietista argentino define así a su novela gráfica Sadbøi, subrayando la influencia de Katsuhiro Ôtomo, al que se suma como referente Osamu Tezuka, el padre de la historieta japonesa moderna. El resultado es Sadbøi, en el que los”poderes” vendrían siendo la creación artística, y el libro termina siendo una declaración a un solo color (azul) de principios del autor, que mutó con los años desde su noir tan bonaerense como sincero (que se encuentra en libros publicados antes de su partida, como Rachas o 5 para el escolazo, entre otros) al manga de autor. Es en el llamado “gaijin gekiga”, estilo visual temático que nace en los años 60 y 70 como alternativa a determinado tipo de historieta japonesa, donde Berliac hoy asume como su identidad como creador. Y es un estilo con el que ya venía jugando en Playground y sus publicaciones en revistas como Vice.

Publicada localmente por la editorial La Pinta, Sadbøi es la historia, precisamente, de Sadbøi, un joven refugiado en Noruega dueño de un historial delictivo, que es invitado/invade el mundo de la alta cultura y la performance. Desde la idea del crimen como forma posible de expresión cultural, Sadbøi  se convierte en el nervio principal de un libro que juega tanto con la tensión más básica –la narrativa– como con las categorías sociales que pone bajo la mira y en circulación. “Creo que es un libro muy contemporáneo, precisamente por la cuestión de la identidad, que es el marco imperante en la política y el arte. Se inserta dentro de una discusión que está ahí afuera, y donde intento, humildemente, aportar”, opina su autor. “Siento que quizás la manera en que laburo el discurso, donde el objeto, el inmigrante, se transforma en sujeto, es por ahí novedosa. Generalmente se lo mira desde la perspectiva del local, y en mi libro el tipo que es objeto, que es discusión, mantiene ese centro, donde autor y personaje están dentro de ese fuego cruzado y eso llama la atención.”

Cuando fue presentado al Fondo Nacional de Cultura en Noruega, el libro iba a ser “una biografía de Jean Genet, un autoproclamado outsider”. Con la idea aprobada, Berliac se mudó a Berlín: “Ahí tome contacto más directo con la situación de los refugiados, hable con ellos o con activistas que trabajaban con ellos. Se mezclaron mis experiencias como inmigrante en Europa, la experiencia de los refugiados acá y las experiencias que contaba Jean Genet en los años 40 y 50. Se formó un triángulo con un nivel de autenticidad donde esos tres factores podían estar interconectados”. El dibujante argentino explica que lo importante a la hora de leer el libro es tomar al personaje principal no como la cuestión particular, de los refugiados en Europa, sino como un exponente de una categoría existencial y política, del otro. “Intuitivamente lo que uno hace es la famosa pregunta del ‘What If...?’: ¿Y si yo fuera un refugiado? ¿Si yo viviese en los años 40? ¿Si Jean Genet fuese sudaca en Europa o viviera hoy en día? Mediante esta serie de ‘What If...?’ se arma la pulpa entre esos tres puntos de contactos.”

Más allá de su contenido, de su filo de género y sus mejores instintos narrativos (que los tiene y varios) Sadbøi fue, sin dudas, el catalizador de la polémica más grande del 2017 en el mundo de la historieta. ¿La razón? El 31 de mayo, la editorial canadiense Drawn & Quarterly anunció la publicación de Sadbøi en inglés. Desde ese momento, una serie de tweets, donde uno de los principales detractores fue el famoso dibujante canadiense Michael DeForge, reflotaron un cruce virtual que Berliac había tenido con la historietista Sarah Horrocks en el año 2015, a razón de un pequeño ensayo publicado por el mismo Berliac, donde comparaba el pasaje de un género a otro en los comics a la decisión de ser transexual. Horrocks (que es trans) intentó explicarle el error de decir algo así, y el intercambio subió de tono y se llenó de bromas pesadas y transfóbicas, de las que Berliac intentó disculparse recién cuando eso le generó un problema con sus editores canadienses. No tuvo casi tiempo de hacerlo: a las 48 horas de comenzada la polémica, se supo la noticia de la suspensión de la publicación del libro en Drawn & Quarterly, con un posterior descargo tanto de la editorial como del autor que finalizaba diciendo “al carajo el odio, al carajo la transfobia, al carajo yo, y al carajo los que usaron el dolor real de Sarah Horrocks como herramienta para difundir su odio y la corrección política”. 

Hoy, con Sadbøi elegido en varias listas como uno de los diez libros del año (fue publicado en Noruega, España y otros países de Europa), aquella polémica sigue estando presente. Berliac dijo entonces que aquellos intercambios había sido fruto de una mala época personal, y que cuando estalló la polémica varios amigos trans le habían hecho entender hasta qué punto había estado equivocado en sus argumentos iniciales. “Lo que me molestó no fue lo que se dijo, sino lo que no se dijo. Por privado mucha gente me contactó. Me refiero a historietistas profesionales norteamericanos, tanto por chat, por email y en persona en algunos festivales europeos donde estuve presente. Me dolió eso. No porque lo haya considerado un acto de cobardía y que tendrían que haber hablado en su momento, sino por lo triste del entorno en el que se tienen que mover, donde no pueden opinar mucho al respecto porque los meten en la misma bolsa. Trabajar así debe ser una porquería. Lo que fue dirigido hacía mí personalmente no me lo puedo tomar muy en serio, porque considero que se hizo un uso político del incidente antes de llegar a discutir el incidente en sí”, asegura Berliac, que tuvo la honestidad de aceptar en su momento no creerse la víctima del asunto. “Estaba muy enojado en aquella epoca, y Horrocks fue un chivo expiatorio que pasó por mi Tumblr. Siempre dije que tenía que asumir mi responsabilidad y pasar a entender plenamente las acusaciones de transfobia que generaron el incidente”.