Cualquier parecido con la realidad –la de hace sesenta años y la de este sombrío presente– no es pura coincidencia. La continuidad del saqueo y la expoliación es ominosa. Lo muestra la excepcional y necesaria edición facsimilar del periódico La Chispa, fundado en la ciudad de Esquel (Chubut) por Osvaldo Bayer, junto a Juan Carlos Chayep, del que circularon sólo ocho números, entre el 20 de diciembre de 1958 y el 4 de abril de 1959. El historiador y docente Bruno Nápoli, curador de la publicación por el sello Editores Ignorantes, advierte que el periódico “incendiario” desde el título tiene “una bajada sin ambigüedades”: “Contra el latifundio - Contra el Hambre - Contra la Injusticia”. Y reivindica una memoria genealógica de “suma importancia”: “Iskra” en ruso (chispa) era el nombre con el cual los exiliados socialistas habían bautizado su periódico revolucionario, en el destierro obligado por los zares. “El lema de estos rusos expatriados, a diferencia de nuestra ‘Chispa’ local rezaba: ‘de una chispa se reavivará el fuego’”, recuerda Nápoli.
La primera edición de La Chispa, del 20 de diciembre de 1958, despliega la primera de una serie de notas de investigación que explican paso a paso el despojo de las tierras del Cushamen mediante tretas comerciales, en el que están implicados comerciantes locales y Julio Telleriarte, que luego sería elegido diputado provincial por la Unión Cívica Radical (UCR). “Esas mismas tierras son las que hoy sigue reclamando la comunidad mapuche a su nuevo dueño, Benetton, y que en febrero de este 2017 terminó con una salvaje represión de la gendarmería contra los integrantes de esta comunidad”, plantea Nápoli. Otra represión se sumó el 1° de agosto pasado, con la desaparición y muerte de Santiago Maldonado. En el editorial del primer número se afirma que La Chispa “sale a la calle desnuda de alardes tipográficos y en un tamaño que parece de periódico escolar”. El estilo Bayer –que Ariel Pennisi, en el epílogo, caracteriza con dos adjetivaciones: “ingenuidad y radicalidad”— se respira en cada frase. “Esta hoja es humilde pero llevará en sus puños la verdad y la nobleza del humilde que no debe a nadie ni se debe a nadie. Será una voz de justicia. Una voz que buscará justicia. Estaremos en todo momento al servicio del pueblo, de sus problemas, de sus ansias. Estas páginas estarán abiertas a todo aquel que nos pueda demostrar que es un trabajador. Pero estarán cerradas a los explotadores, a los que se autotitulan ‘democráticos’, a los ‘padres de la patria’ que nos legan la vergüenza de una ciudad rodeada por el hambre y la ignorancia”.
Bayer había viajado con toda su familia en febrero de 1958 a Esquel, contratado por el empresario Luis Feldman Josín, para hacerse cargo de la redacción del diario Esquel. Unos meses después, en noviembre, fue despedido por diferencias de criterio en el tratamiento de las noticias, sumado a un complejo “silencio de estancia” sobre los políticos y terratenientes locales ligados al robo de las tierras a los indígenas, los negocios turbios de la Casa Lahusen –el acopio de mercaderías para lograr que los precios se dispararan– y los desmanejos del concejo deliberante y de la legislatura provincial. El despido llegó acompañado con la “desopilante” acusación de “doble tentativa de homicidio” contra Feldman Josín. “Yo no he hecho una carrera meteórica en el dinero como Feldman, que de maestro saltó a librero, de librero a propietario millonario de tres diarios, cinco automóviles, propiedades”, escribe Bayer en el número cuatro de La Chispa. El editorial del número dos –del 7 de enero de 1959– celebra el ingreso de las fuerzas del Ejército Rebelde, encabezadas por Fidel Castro, a Santiago de Cuba. “Cubano Castro, argentino Guevara, nuestro pueblo saluda. La heroica faena de la libertad os necesitaba como sus obreros mejores”.
En el número dos Bayer arremete contra los latifundistas en un artículo memorable titulado “Leleque no pagar”, por la estancia Leleque, fundada por la Argentine Southern Land Company en las tierras robadas del Cushamen y que hoy pertenecen a la familia Benetton. “En la asamblea de socios de la Sociedad Rural de Esquel de principios de noviembre se puso en descubierto una vez más la falta de respeto por la ley y la forma en que se actúa contra los intereses de los trabajadores argentinos”, se lee al comienzo de esta nota en la que se refiere con ironía a los “sacrificados ganaderos” que no quieren pagar el aumento a los peones de campo. “Los latifundistas ingleses dicen no tener plata para pagar el pan de los trabajadores criollos, que con el sudor de sus frentes mantienen a todos esos ‘misters’ y ‘ladies’ de Londres, que se hallan prendidos como garrapatas de nuestra sangre”. Pennisi percibe “un fondo de candidez” en el Bayer de La Chispa. “Algo de la insistencia por la que será reconocido, la emergencia de un estilo, asomaba entre tinta expandida y papel poroso: ingenuidad y radicalidad. Un discurso entre moral e incendiario, un estilo directo del que tiempo después se jactará, una voluntad de limpidez que conmueve, tanto por lo quijotesca como por lo necesariamente ética. Un dicho popular, de esos que por un instante vuelven mordaz al mismísimo sentido común, recae sobre quienes, según sentencia, ‘le encontraron el gusto al poder’. De Bayer podríamos afirmar lo contrario, le encontró el gusto al cuestionamiento de las diversas formas de poder con las que se topó –compara Pennisi—. Su humor, su ironía y su perseverancia lo desnudan en ese sentido, uno muy distinto al nudismo indeseado de los reyes. El desnudista Bayer exuda contestación, desafía a unos e invita a otros a plegarse, pasa de la incriminación periodística a la arenga popular sin solución de continuidad”.
La austeridad –ayer como hoy– es utilizada como caballito de batalla para despedir trabajadores. “No estamos de acuerdo de que se repita la historia de siempre, es decir que en los momentos difíciles los que tienen que soportar la carga más pesada son los más necesitados”, se afirma en un artículo titulado “Gobernantes y uniformes cumplen con la austeridad decapitando al pueblo”, publicado en el número cuatro (sábado 7 de febrero de 1959). En el número seis, en “La gran estafa argentina”, se refiere al entonces presidente Arturo Frondizi. “El problema argentino, aunque Frondizi no quiera, sigue planteado en los mismos términos que a la caída de Perón. En lo interno, no hay otra receta para borrar a Perón que hacerlo mejor que él. La revolución libertadora que le siguió y ahora Frondizi lo están haciendo peor que él. Por eso en la Argentina hay cada vez más peronismo. En lo exterior, la lucha de Inglaterra y los EE.UU. por sus posiciones en la Argentina continúa con más tesón que nunca. Frondizi se balancea entre uno y otro imperialismo”.
La breve experiencia “chispera” es “un documento invaluable” –como lo define Nápoli– por la persistencia de muchas de las denuncias que aún tiñen el presente económico y político del país. Pero también representa la posibilidad de reavivar el fuego, la apelación a una ciudadanía que no es ciega ni sorda contra los atropellos de toda índole. La invocación de La Chispa resuena en el cuerpo social: “¡Sean dignos ciudadanos, sean dueños de sus actos, no sean títeres!”.