Una editorial de Estados Unidos quiere publicar Vivir entre lenguas en inglés y Sylvia Molloy les dijo que preferiría traducirlo ella misma. “Más que traducir ese libro, lo tengo que reescribir, en el sentido de que la mezcla de idiomas cambia según desde que idioma escribís. Así que estoy con ese desafío”, cuenta la escritora y anticipa que está también con un proyecto vinculado con los animales. “Para mí los animales son una parte muy importante de mi vida –confiesa Molloy–. Tengo un perro, muchos más gatos, tengo gallinas -son más de mi pareja que mías, pero de todas maneras me llevo bien con ellas-, y ahora se integraron unos patos. Los patos tienen que entrar y salir todo el tiempo del agua. Y cuanto más sucia está el agua, más le gusta; son unos chanchos”. En Estados Unidos vive en South Hall, a dos horas de la ciudad de Nueva York. “A veces miro el campo abierto y me digo: ‘esto podría estar en la Argentina’. Me gusta ese momentáneo reconocimiento que sólo se puede dar cuando estás en un campo abierto, donde hay pocas señales distintas porque pasa un camión y ya se acabó. Me gusta hacerme la ilusión de que vivo dos realidades al mismo tiempo”. 

–¿Empezó a escribir algo sobre sus animales?

–Sí. El primer texto que escribí tiene que ver con algo que me pasó. Hace ocho años tuve un accidente muy feo, me atropelló una bicicleta en Manhattan, estuve bastante tiempo sin poderme mover bien. Una de mis gatas se me sentaba en la falda y ronroneaba y ronroneaba y ronroneaba… Un día hablando con una amiga me contó que el ronroneo de los gatos facilita que los huesos se recompongan más rápido. Mi amiga es un poco loca, pero dos años después leí en una revista de ciencia que las vibraciones ayudan a la recomposición de los huesos. Así que pensé: “la loca tenía razón y mi gatita me ayudó a curarme y yo no pude hacer nada por ella cuando se murió”…