Una AFA con Julio Grondona, con lo malo y lo bueno que suponía su presencia en términos políticos, era una AFA menos vigilada, menos vulnerable a los gobiernos de turno. Claudio Chiqui Tapia sabe que su gestión es mirada con una lupa de laboratorio. La presencia de su suegro Hugo Moyano en la vicepresidencia 2º hace que ese seguimiento desde el Estado nacional se torne más ostensible. El auditor interno y externo es Daniel Angelici. Desde la vicepresidencia 1º y la Inspección General de Justicia, cuyo control ejerce a distancia. Por eso, en la asociación tratan de hacer los deberes para no ofrecer flancos débiles.
Una de las maneras de demostrarlo fue el último balance con superávit. Arrojó una ganancia de 99.852.878,08 pesos. Además, desde que el 29 de marzo asumió la presidencia de la AFA, Tapia lleva aprobados dos ejercicios. El anterior y en una parte considerable, le correspondía a la llamada comisión normalizadora que encabezó Armando Pérez, hoy refugiado en Belgrano de Córdoba.
También pasó de un patrimonio neto negativo a otro positivo. En cambio sigue abajo con los números por la suma millonaria que todavía le deben sus clubes afiliados: 919.753.938,54 pesos. La AFA de Tapia también se rige por un nuevo estatuto modificado el 24 de febrero de 2017. Ese mismo día rescindió el contrato que mantenía con el Estado por el Fútbol para Todos que estuvo vigente desde agosto de 2009. La televisación gratuita de los partidos ya forma parte del pasado.