Las palabras son “flechas clavadas en la piel áspera de la realidad”, dijo Susan Sontag. “Cuanto más solemnes, más generales son las palabras, más se parecen a salones o a túneles. Pueden ampliarse, o hundirse. Pueden llegar a saturarse de mal olor”, advirtió la escritora estadounidense. Esas flechas, cada tanto, se renuevan. El director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, presentó las correcciones y adiciones a la edición digital del Diccionario de la Lengua Española. Los cambios incorporados son 3.345, incluyendo nuevas palabras, definiciones (incorporación de acepciones), matizaciones en las definiciones (enmiendas de acepción de forma compleja) y supresiones de vocablos que ya no se utilizan. A la cabeza de las novedades están términos “nuevos” como posverdad, buenismo, chusmear, cliquear y aporofobia, esa fobia a los pobres que explicitó en el título de su último libro la filósofa española Adela Cortina. También aparece “especismo” –“discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores”–; pero curiosamente queda pendiente la inclusión de “animalista”, que según la académica y directora del Diccionario Paz Battaner está en estudio.
La impresión que provocan algunas elecciones es que las puertas están más abiertas hacia términos que segregan o desprecian, como “especismo”, que hacia aquellos vocablos que son más igualitarios o equivalentes, como “animalista”. Si la militancia del vegetarianismo y el veganismo han contribuido no solo a concientizar sino a poner en circulación además la palabra “animalista”, ¿por qué entra antes al diccionario “especismo”? Quizá los académicos sean carnívoros y simpatizantes del “especismo”. “El Diccionario nunca se elaborará con criterios de corrección política. La razón es simple: se destruiría”, aseguró Villanueva. “La Academia no realiza sólo una foto de la lengua de hoy, sino también de lo que hemos heredado”, subrayó Battaner. El conjunto de las mujeres seguirá siendo denominado “sexo débil”, con una modificación a modo de “premio consuelo”: el término tiene un añadido que plantea que se trata de una expresión despectiva. Desde la RAE descartaron que el cambio esté relacionado con la campaña en la plataforma Change.org, que ha conseguido más de 200.000 firmas para que esta definición sea eliminada del diccionario. El argumento de la academia es que esta campaña no ha influido en la decisión final porque el cambio estaba acordado desde 2016.
¿Por qué la RAE mantiene la definición de “sexo débil” en el diccionario? El argumento es que su uso está “documentado”. El dramaturgo Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) fue el primero en usarlo en 1790, según explicaron fuentes de la Academia a la agencia EFE. Desde entonces la han puesto en juego José de Espronceda, Emilia Pardo Bazán, Clarín, Benito Pérez Galdós, Gregorio Marañón, Miguel Ángel Asturias, Victoria Ocampo y Álvaro Pombo, entre otros escritores. Conviene no perder de vista la composición de la RAE para poner en evidencia que el machismo está en la estructura de esta institución. De los 45 académicos que la integran, 37 son hombres y tan sólo 8 son mujeres, cifra que representa menos de un 18 por ciento del total.
Aunque Villanueva había reconocido en una entrevista reciente que se estaba estudiando la inclusión del neologismo “heteropatriarcado”, finalmente no se incorporará. Se revisó la denominación de “oficios”, que solo estaban en género masculino, como “jueza”, que se recogía hasta ahora como “mujer de juez”, o “embajadora”, como “mujer de embajador”. La palabra machismo ahora tendrá una nueva acepción: forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón. Internet y las nuevas tecnologías son generadoras de vocablos como “pinchar”, “cliquear” y “clicar”. En opinión de Battaner –lexicógrafa y doctora en Filología Románica que ingresó a la institución a fines de enero de este año y reconoció que “es necesario feminizarlo todo, no solo la RAE”–, hay términos que deberían haber sido incluidos antes, como el caso de saga en su acepción de estirpe familiar; o británico, que refiere al humor (irónico y sarcástico) y a la puntualidad rigurosa.
Los barbarismos anglosajones son un gran dolor de cabeza para el director de la RAE. Algunos ejemplos ilustran la cuestión: Refugees welcome, Black Friday, influencer, followers y fake news. El abuso de los anglicismos se percibe desde los carteles publicitarios hasta en Internet; se extiende a la forma en que se renombra profesiones o trabajos como baby sitter o product manager; pero también alcanza al ámbito de la moda, con expresiones como fashion week, front row o print, entre otras. “Llegan a cometerse prevaricaciones idiomáticas como llamar a una serie española Family”, recordó Villanueva. “Nos vemos obligados a alzar la voz en este sentido. Es un asunto serio, muy serio. No censuramos los términos ingleses. De hecho, muchas palabras como raíl, vagón o fútbol, vienen de ahí y las hemos aceptado naturalmente –aclaró el académico–. Lo que nos preocupa es la reiteración excesiva sin necesidad, como si tuviera más empaque o prosapia decir determinadas cosas en inglés”.