El consumo de carne vacuna por habitante se ubicó entre enero y noviembre en 55,2 kilogramos, lo que implica una caída del 7,5 por ciento en la comparación anual, informó ayer la Cámara de la Industria de Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra). La entidad vinculó el desempeño del mercado de carne a “la caída de la capacidad adquisitiva de la población, por aceleración de la tasa de inflación y por caída del nivel de actividad general y del nivel de empleo”. El deterioro del salario real implicó una baja del consumo equivalente a 154,7 mil toneladas de res frente a 2015. En cambio, las exportaciones de carne vacuna acumulan en lo que va del año una suba del 21,2 por ciento que beneficia a la industria frigorífica.
Según los precios medios que publica el Instituto de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el kilo de asado en octubre de 2015 estaba en 82 pesos y ahora ronda los 114 pesos (una suba del 40 por ciento), la carne picada común pasó en el mismo período de 46 a 66 pesos (43 por ciento); el kilo de paleta, de 79 a 107 pesos (35 por ciento); el kilo de cuadrada, de 86 a 129 pesos (50 por ciento); el cuadril, de 97 a 140 pesos (44 por ciento) y la nalga subió de 95 a 141 pesos (48 por ciento). Prácticamente, no hay sector de la clase trabajadora que a lo largo de este año haya logrado mantener a través de las paritarias su poder adquisitivo medido en carne vacuna.
“El consumo de carne sigue bajando. No se si la gente se está guardando algo de plata para el verano o es el efecto de los feriados largos. Todo el año fue planchado. Ahora hay muy pocos pedidos para las fiestas”, dijo a este diario Alberto Williams, dirigente del sector de carnicerías. Detalló además que a lo largo del año el consumo se volcó hacia los cortes más rendidores como la picada, milanesas y churrascos sin hueso y los más económicos, como el roast beef y la paleta. En cambio, bajó la compra de los cortes más finos, como el peceto. El asado, el corte más inelástico al bolsillo, quedó sin cambios. De cara a las fiestas, Williams aconsejó “comprar la carne con anticipación porque sino el carnicero se queda sin stock y te mata con el precio”.
A diferencia de la baja del consumo local, las exportaciones de carne registran un crecimiento del 21,2 por ciento entre enero y noviembre en relación al mismo período del año pasado. En función del comportamiento dispar entre el mercado local y el externo, la participación de la exportación sobre la producción total subió del 7,6 por ciento al 9,6 por ciento frente a 2015. El principal cliente en el exterior fue China.
En noviembre, la faena de hacienda subió 5,9 por ciento en la comparación anual. Sin embargo, en once meses la faena total llegó a 10,6 millones de cabezas, una caída del 5 por ciento. Los frigoríficos alertaron que “el aumento de la faena –en noviembre–, la caída de los precios del ganado en pie y el consumo interno sin signos de recuperación pone en evidencia que, si no aumentan las exportaciones de manera significativa, se destruirá el precio del ganado en pie y retrocederemos en el incipiente crecimiento que el sector ganadero mostraba a través de los índices de retención de vientres y del aumento en el peso del animal enviado a faena”. Es decir que la industria pretende profundizar el vuelco de la producción hacia la exportación.
La señal de alerta de los frigoríficos tiene que ver con una leve caída en el precio promedio de la hacienda en pie, de 2,8 por ciento mensual, para “retornar al nivel promedio del bimestre junio-julio de 2016”, dice el informe. De todas maneras, Ciccra asegura que “la carne vacuna en mostrador no registró modificación durante noviembre pasado”.