Las leyes de ajuste previsional y tributario que impuso el Gobierno, junto a la brutal represión y el escaso compromiso de varios sindicalistas con el paro nacional, terminaron por dejar expuestas las tensiones gremiales en la CGT. Sin embargo, la crisis en la Confederación General del Trabajo existe casi desde el mismo momento en que se eligió su triunvirato y no a partir de la reciente renuncia de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) a su Consejo Directivo. La conducción de la central no es la única responsable de lo ocurrido sino la cabeza visible de una estrategia de relación con el gobierno que no dio los resultados esperados, al menos para los intereses de los trabajadores que sostienen la estructura sindical. Para intentar impedir o retardar un Big Bang, esta semana convocaría a una reunión de los últimos secretarios generales de la central con el objetivo de contener la presión interna.
A partir de ahora comienza una nueva etapa sindical y sus consecuencias, algunas previsibles, podrían mostrar la existencia de más de una CGT. Sería un escenario repetido en la historia gremial, que perjudicaría la unidad. De todas maneras, ante la inexistencia de un programa común, con un real compromiso para acompañarlo y cumplirlo, esa declamara unidad se transforma en inocua y ventajosa para los intereses del gobierno nacional.
Si bien toda grieta presagia una fractura, no es necesariamente de manera inmediata. El desenlace puede producirse en unos meses más. Todo depende de cuánto pueda contener el triunvirato el malhumor que existe hacia adentro del Consejo Directivo y en otros agrupamientos sindicales que no tienen representación en ese cuerpo colegiado. También el gobierno nacional puede aportar a este proceso ya que si decide avanzar con la reforma laboral en febrero, y el triunvirato insiste con que lo consensuado no perjudica al trabajador, entonces la división se puede acelerar.
El año que termina tuvo como máxima expresión de la diferencias internas el paro del lunes pasado. No todos los dirigentes que participan de su conducción, que incluye el Consejo Directivo, comparten los mismos intereses y la mirada de cómo plantarse frente a un gobierno no peronista y liberal. Lo de los intereses tiene una cuota de razonabilidad ya que cada sindicato tiene su problemática particular. Pero hay problemáticas que son comunes a todos, como las que atacan las reformas previsional, laboral y tributaria, y allí es donde este esquema de unidad hizo agua.
La salida de Francisco “Barba” Gutiérrez del Consejo Directivo fue la expresión de esta errada estrategia donde se sobredimensionó el diálogo. No es el único que la cuestiona pero sí el primero en hacerla pública. El día de su renuncia afirmó que “la estrategia de la CGT fracasó como así también su conducción” y un par de días después señaló que “la gente está que arde, hay mucha calentura y la CGT no responde. Entonces, el que tenga miedo o algún compromiso, que deje el lugar y que lo reemplace otro que pueda hacerle frente a este avance contra los trabajadores”.
Esto produjo una serie de expresiones públicas encontradas. Por caso el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez, uno de los referentes del sector conocido como independiente, habló de actitudes “destituyentes” contra el triunvirato que conforman Carlos Acuña, Héctor Daer y Juan Carlos Schmid. No hizo nombres. Pareció estar destinada al metalúrgico aunque bien pudo haber sido dirigida a algún compañero “independiente” como José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), quién el mismo día del paro había expresado su desacuerdo con la huelga anunciada por el triunvirato que Martínez dice defender. También podría estar dirigida a Roberto Fernández, de UTA, que el lunes envió a la reunión del Consejo Directivo a su secretario de Difusión, Mario Caligari, para consensuar la metodología del paro que después no acataron. Y por último pudo haber sido dirigida a sí mismo ya que no participó en ninguno de los encuentros de la conducción cegetista pese a que ocupa la Secretaría de Relaciones Internacionales. Cuando se decidió el lanzamiento de la huelga, su sindicato no acompañó.
Sin la UOM en el Consejo Directivo comenzó una serie de comunicaciones que partieron de varios secretarios generales hacia el teléfono de Gutiérrez pero también hacia el de Antonio Caló, el titular del poderoso gremio. Las llamadas tuvieron como denominador común un respaldo a la crítica realizada por la UOM pero no se hicieron públicas, tal vez porque estas situaciones se cuecen con cierto disimulo. El reproche a la estrategia dialoguista fue generalizado. “La relación con el gobierno debe replantearse. Es urgente un cambio de estrategia”, fue una de las frases (bastante similar a la de Gutiérrez) que utilizó uno de los miembros del Consejo Directivo consultados. Lo dice pero también reconoce que una fractura debilita al movimiento obrero ante un gobierno liberal que avanza sin miramientos con la ayuda de gobernadores y legisladores peronistas.
La división en el peronismo también afecta a la CGT. Según un dirigente sindical el movimiento obrero también “sufre las consecuencias de la derrota del movimiento nacional y popular”. El punto es de qué lado quiere pararse la CGT. El origen del triunvirato nace de la necesidad de contar con una organización superestructural fuerte ante la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada. Cada uno de sus miembros representa a una de las tres grandes líneas internas de la CGT. Carlos Acuña llegó de la mano de José Luis Barrionuevo y su CGT Azul y Blanca. El moyanismo impuso a Juan Carlos Schmid, titular de Dragado y Balizamiento y de la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT). En tanto los gordos junto a los independientes nominaron a Héctor Daer, de Sanidad. Tres orígenes y perfiles diferentes para un tiempo complejo.
Los triunviros viven momentos aciagos hacia adentro de sus agrupamientos. El verano les puede deparar una pausa necesaria para reparar lo que está crujiendo. Pero será preciso realizar algunos cambios porque como afirma un dirigente de un gremio del transporte “no se puede seguir llegando tarde a todos lados, siempre jugando desde atrás”. No carecen de herramientas porque, por ejemplo, cuentan con el Comité Central Confederal que continúa en cuarto intermedio hace más de dos meses y desde donde se puede rectificar el rumbo y darle carnadura a la tan mentada unidad.
Ahora bien, los triunviros saben que deberán enfrentar la cada vez más difundida idea de retornar al esquema de la conducción unipersonal. Tal vez el único con capacidad para poder sobrevivir a esta marejada es Daer pero para ello tendrá que tejer una serie de acuerdos que incluso lo hagan dejar de lado su perfil de componedor. Y es que en una cada vez más concreta vereda de enfrente hay quienes imaginan un nuevo perfil de la CGT o incluso otra central obrera. Hay movimientos que pueden derivar en esta segunda opción. El ajuste a los jubilados y la reforma tributaria que impactará en los salarios con un incremento del universo que pagará impuesto a las ganancias llevó a un acercamiento de sindicatos ferroviarios como el de Sergio Sasia (Unión Ferroviaria) con Omar Maturano (La Fraternidad) y el señalero Enrique Maigua. Esto no solo provoca un cimbronazo en el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA) donde el taxista Omar Viviani, su principal referente, no acató el paro sino que también implica un fuerte desequilibrio para la conducción de Schmid en la CATT, que sufrió la desautorización por parte de camioneros cuando negoció la reforma laboral y la posterior ausencia del moyanismo en las movilizaciones anti reforma previsional.