El local de Hipólito Yrigoyen 1440 es angosto y largo. Tiene una gran vidriera partida que deja ver las mesas de madera, la barra de costado, la escalera en el medio y el escenario al fondo. Desde hace menos de un año, este espacio que en algún momento perteneció a la Universidad de las Madres y que, hasta no hace mucho, albergó a la cooperativa de comunicación La Vaca, editora de la revista autogestiva MU, es el pulmotor del centro cultural y político El Hormiguero cuyos integrantes, el lunes pasado, convirtieron en posta sanitaria de asistencia durante la represión policial. Por allí pasaron más de 40 personas. 

“El jueves también habíamos abierto, sobre todo por si la gente quería usar el baño o tomar agua”, explicó Nicolás Petrungaro, integrante de la agrupación social y política El Hormiguero y trabajador del centro cultural. La movilización masiva del jueves 14 de diciembre contribuyó a que los diputados suspendieran la sesión en la que iban a debatir la reforma previsional, victoria que no salió gratis. La Gendarmería y la policía repartieron balas de goma y gases lacrimógenos sin pausa durante al menos cinco horas aquella tarde, y detuvieron a 40 manifestantes. Tras el amague de aplicar el ajuste a los jubilados por DNU, el Ejecutivo lo pensó mejor y reajustó el acuerdo con los Gobernadores para volver a intentarlo en el Congreso. 

La nueva sesión para aprobar el recorte de los haberes jubilatorios se pautó para el lunes. La movilización popular, también. En El Hormiguero recalcularon estrategias. “Después de la represión del jueves, teníamos que ofrecer otra cosa, que la situación requería de nosotros otra organización, otra estructura. Nos pusimos de acuerdo con ATE e instalamos en el local una posta sanitaria”, puntualizó Petrungaro. Aunque la movilización pintaba tranquila, desde las 12, ocho médicos con pecheras de cruces rojas estuvieron listos para cualquier imprevisto, el local fue levemente reacomodado para tener acceso rápido a insumos básicos, las camillas listas para ser utilizadas. “Nos vimos desbordados”, recordó. 

Fueron varios los espacios culturales y políticos que funcionan en los alrededores de la Plaza del Congreso y que el lunes brindaron asistencia sanitaria básica a hombres y mujeres gaseados, heridos de bala de goma, con ataques de nervios o de llanto producto de la represión que la Policía de la Ciudad desplegó pasadas las 15 y las corridas que éste accionar provocó. Por El Hormiguero, ubicado en Yrigoyen a media cuadra del final de la plaza, pasaron más de 40 que requirieron atención, muchos de los cuales se habían enterado de la posta sanitaria improvisada allí por mensajes de WhatsApp. Petrungaro estuvo a cargo de la posta y registró el paso de otros 60 que “se escondieron de la cacería”. 

“En un momento, los médicos y todos nosotros nos vimos desbordados. Fue cuando la policía comenzó a barrer a todos con más violencia”, contó. Los profesionales atendieron luxaciones de codo, fracturas de muñeca, un montón de personas con cortes y heridas en los ojos, “bocha” de gente ahogada por los gases. “Fuimos un hospital de campaña en pleno Congreso”, graficó Petrungaro.  

Una vez que la represión vació la Plaza de los dos Congresos, la fuerza de seguridad porteña hizo base en Saenz Peña, justo en la esquina de El Hormiguero. El integrante de la agrupación lo describió así: “Desde ahí, los policías en moto iban y venían barriendo las calles, tirando gases y balas de goma, deteniendo gente. No importó que el lugar funcionara como un espacio de atención de heridos. Cuando la policía decidió avanzar no le importó nada”. 

Petrungaro recordó que con el operativo el lugar se llenó de gas lacrimógeno por lo que “por momentos fue muy difícil respirar” y también, que la gente “asustada” se empezó a meter allí, de todos modos, para resguardarse. “En un momento decidimos bajar la persiana porque entre los gases y la cantidad que éramos podía pasar cualquier cosa”, apuntó.  

Christian Acuña

Se asustaron “un poco” los miembros de la organización. “Si estaban deteniendo afuera a quienes veían caminando, por que fue una cacería, ¿qué garantías teníamos nosotros de que no se iban a meter adentro del local a hacer cualquier cosa?”, añadió el coordinador de la atención sanitaria aquella tarde. Además de cerrar la persiana, apagaron las luces y trataron de hablar en voz baja “para no llamar la atención”. Así se quedaron hasta que la represión menguó. 

Antes de las 17, la zona de Congreso ya estaba arrasada. Los focos de tensión se habían trasladado a los alrededores de la 9 de Julio. “Un compañero se asomó y vio que ya podíamos empezar a salir. Anotamos los nombres de quienes estábamos adentro y armamos grupos. Salimos por etapas –describió Petrungaro–. Parecía que estábamos escapando de una emboscada.” 

Él integró el último grupo en abandonar el lugar. Eran “cuatro o cinco”. Para cuando pisaron la calle, la Policía ya no estaba. Caminaron hasta Corrientes, tratando de digerir los hechos de la tarde. El militante reconoció que él “nunca” había vivido horas así. “Las movilizaciones eran movilizaciones, no tenías en la cabeza la posibilidad de tener que ser asistido por un médico, no te preparabas con limones o pañuelos para cubrirte de los gases por si acaso”, contó y reconoció un “cambio de época”: “Ojalá que no vuelva a repetirse lo del lunes, pero lamentablemente la única forma de sostener las políticas de ajuste es la represión de la policía fuertemente liberada en las calles”, reflexionó. Las nuevas épocas requieren, entonces, darse “estrategias distintas”: “Ahora tenemos que cuidarnos entre nosotros.”

Honk Fotografia