A fines de este 2017 que ya se despide, Ted Sarandos, director ejecutivo de contenidos de Netflix, pasó por la Argentina y predicó con que ésta es “la era del streaming”. La frase es más descifrable que “pico televisivo” y más cercana que “tercera era dorada” para referirse a la sobreabundancia actual de ficciones. Igualmente, la calificación no termina de cuajar con un panorama que, como un agujero negro a la inversa, expulsa contenidos sin pausa. Bastan dos ejemplos pertenecientes a series que rankean en lo más alto de 2017. The Handmaid’s Tale apareció en medio de la vorágine mencionada y la diversidad de formatos (aire, digital, cable, on demand, streaming). Si no hubiese sido por yeites tecnológicos, habría sido imposible de ver ese programa aquí, porque pertenece a Hulu, que no está disponible en la Argentina. Por otra parte, la tercera temporada de Twin Peaks agitó las aguas en lo referido a los géneros. ¿Fue una serie? ¿Un largometraje en capítulos? ¿Videoinstalación? David Lynch y Mark Frost lograron poner patas para arriba cualquier definición narrativa, artística e industrial. La ¿historia? con Dale Cooper (Kyle MacLachlan) como guía deglutió su propio mito y entregó algo tan ininteligible como fascinante.

The Handmaid’s Tale sólo pudo verse aquí mediante artilugios.

La apuesta por lo sombrío

Dentro del variopinto menú de Netflix (la plataforma on demand más instalada por estos pagos), Mindhunter y Ozark apostaron por la oscuridad americana y pagaron con creces. David Fincher, básicamente, reformuló el género de los asesinos seriales en su investigación sobre ese mismo término, entonces inexistente. El realizador, que es uno de los productores del envío, amalgamó dos de sus trabajos más aclamados en el cine: Seven y Zodiac. En este caso, un equipo del FBI entrevista a sociópatas para saber cómo piensa un homicida sin un móvil aparente. En la previa del Doctor Lecter mandó el trío conformado por Holden Ford, Bill Tench y Wendy Carr. Logró su objetivo, al adentrarse en lo sensorial, en esos pasajes que se sumergió en lo incierto, en su presunción del odio manifiesto contra las mujeres de esos hombres blancos adultos de mediana edad. En ese machismo latente e inconcebible, incluso, para dos tercios de los personajes protagónicos. Ozark, por su parte, se adentró en una negrura de digestión lenta, diálogos sutiles, white trash, ramalazos de violencia y lecciones turbulentas sobre el mundo material a cargo de la familia Byrde.

Ozark apostó por la oscuridad americana y pagó con creces.

Dragones y porno setentoso

“Tu tiempo vale”: ese fue el concepto que usaron en la presentación de contenidos de HBO para describir a su usuario. Uno que es capaz de deglutir los siete episodios de la séptima temporada de Game of Thrones como el más vicioso de los adictos. La señal se anotó otro punto con la historia de hielo y fuego en lo que fuera su versión más rabiosa, acelerada y con el mayor conteo de cadáveres hasta aquí... aunque muchos se quedaron con las ganas de verlo al momento del estreno por la saturación del streaming HBO GO. Otra notable producción de la señal fue The Deuce, con su retrato de una Nueva York setentosa. En la nueva propuesta de David Simon –y su pesquisa sobre el inicio de la industria del porno– brotaron dueños de bares, apostadores, prostitutas, proxenetas, policías y demás habitantes del microclima donde lo legal y lo ilegal copulan. La estructura coral como un enorme tapiz, los diálogos de jerga pulidos y el timing casi letárgico no dejaron dudas: el toque del creador de The Wire sigue intacto. 

The Deuce se metió con el inicio de la industria del porno.

Nacional buscando ser popular 

Cuéntame cómo pasó (Televisión Pública), El jardín de bronce (HBO) y Un gallo para Esculapio (Telefé) fueron los tres títulos producidos en la Argentina que sobresalieron frente a una ficción local carente de ideas y con una notable merma en la cantidad de horas al aire. La vuelta de Bruno Stagnaro tuvo, además, un desembarco múltiple (aire, cable, on demand), prototipo de lo que es la distribución auténticamente popular. Vale también la mención al arribo de Romanos a la pantalla de I.Sat como despedida para el actor Pablo Cedrón.

Aire, cable y on demand: Un gallo para Esculapio se multiplicó.

Un buen lugar para la risa

Fue un año superlativo para varias comedias (Atlanta, Master of None, Baskets, Future Man, Search Party), seguramente el género que mejor está describiendo las complejidades de la generación sub 35. Pero The Good Place (Netflix) es única en su complejidad y liviandad. Una mujer pecaminosa llega al paraíso por accidente y transforma el lugar en un caos. Además de esa gran chica tóxica encarnada por Kristen Bell, Ted Danson vuelve a refrendar su Magna Cum Laude para la pantalla chica. El ritmo aceitado de la comedia, sus gags permanentes, la paleta ominosa y el tono fresco que podrían hacerle creer al espectador que está frente a un programa de humor bonachón. Todo lo contrario. Nada es lo que parece en esta ¿sitcom? en la que reverbera un albedrío inusual para un programa original de la tevé abierta estadounidense (NBC).

El Ryan Midas de FOX

Aunque suene increíble, existe un proyecto de Ryan Murphy que no encontró pantalla en FOX. Pero eso fue antes de que lo designaran el auténtico Midas de la señal con sus personalísimos y extravagantes proyectos. En este año, metió un pleno con Feud, sobre la rivalidad entre Joan Crawford y Bette Davis. También pudo verse la séptima encarnación de American Horror Story, con mensajes bastante explícitos sobre los miedos de la sociedad estadounidense en plena era Trump. Más allá de Muphy, Legion, con el lado oscuro de los mutantes, y The Young Pope, de Paolo Sorrentino, fueron otras entregas de alto nivel de la cadena.

 

Big Little Lies tuvo su eco sobre la actualidad femenina.

Historias femeninas en pantalla

“Estaba dormida antes de que esto pasara, pero ahora estoy despierta”, dice la protagonista de The Handmaid’s Tale en uno de los pasajes de la serie más comentada (¿y menos vista?) del año. La frase tiene sentido dentro de la ficción, pero además arremete con toda su fuerza en el contexto actual de las campañas contra el patriarcado y la denuncia del acoso como norma en la industria audiovisual (incluidos los knock outs para Kevin Spacey y Louie CK). El relato distópico sobre una nación puritana y dictatorial dijo tanto del mundo imaginado por la novelista Margaret Atwood como por sus pliegues en los que se coló la realidad. Big Little Lies (HBO), relato sobre tres madres que acarrean y esconden sus frustraciones (dos de ellas encarnadas por Reese Witherspoon y Nicole Kidman), también tuvo su eco sobre la actualidad femenina. No fueron casos aislados: Glow combatió el sexismo y los estereotipos desde un ring. Hubo un profético episodio sobre el acoso de un chef mediático en Master of None. Las prostitutas de Harlots contaron la historia de Londres desde el punto de vista de mujeres que resultaron ser meretrices. Crazy Ex-Girlfriend mostró una su visión ajena a lo que uno podría esperar de ese título. Y hasta Las Chicas Superpoderosas sumaron a una nueva integrante, una morocha frenética llamada Bliss, porque con Burbuja, Bellota y Bombón no era suficiente.