No nos interesa lo que Eduardo Feinmann –apodado popularmente “el Malo”, por referencia inversa a su pariente ilustrado– dice o hace. De un injuriador y calumniador profesional –vulgarmente: de un mentiroso– nada puede esperarse. De hecho, nosotros no lo esperamos, por lo que sólo hoy nos enteramos por PáginaI12 de que Seba (Sebastián Farías Gómez) fue uno de los objetos reprimidos el último lunes. El pertenece a una familia de músicos que honra a nuestro país y a nuestro mundo provinciano, parte esencial de aquello que llamamos Argentina que los porteños acostumbran reducir a la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires. Nieto de santiagueños, orgullosos músicos folklóricos e hijo de Pedro Farías, fundador de los Huanca Hua, conjunto que hizo historia en el folklore, la música nacional y la cultura argentina, hoy prosigue él, incluso con su señora, esa veta.
Conocemos a su mamá y conocimos a su padre, nuestros amigos junto a aquellos que ellos nos transfirieron. A cambio de ocuparnos de algo poco interesante, queremos expresar que, precisamente por ello, después del pesar de conocer que había sido maltratado por el Estado argentino y sus fuerzas policiales que contribuimos a crear, pagar y armar, nos provoca cierto consuelo y placer el saber que “el Seba” también sigue la tradición de su mamá y papá de hacer política, de la única manera que es posible hacerla de modo ético, esto es, ocupándose de aquello que es común a todos, en defensa de la mayor igualdad popular, de los desfavorecidos, de los vulnerables y los vulnerados. A ellos se refieren los votos por una feliz Navidad y un 1968 alguito mejor, sin gases ni balas, que Jesús expresa. No les pasará lo mismo a los represores ni a los mentirosos, como quien encabeza este pequeño recuerdo, quienes, seguramente, podrán sólo sentir remordimiento por su comportamiento.
* Profesor Emérito U.B.A.