Cuando todo quiere empezar y nada quiere decir adiós,

nosotros venimos a bailar un pogo en el borde.

 

Con los sueños apenitas somos el grito de la construcción,

mujeres/ hombres, seres con esperanzas de nubes encintas.

 

Desperdigados en la pampa y la montaña, en la vía y el desierto,

en las calles, en los barrios virtuales, en las islas y en las villas,

estamos,

socializando el porrito y el sábalo, la certeza, el guiso hecho caricia y el tinto.

   

"Cuando pronto será ayer, nos regalamos el momento"

que no se puede comprar con tarjeta ni efectivo.

 

Nada tenemos de ángeles ni de santos tenemos, nada;

apenas la necesidad del ceibo y los ametrallados de José León Suárez,

los pasos de San Martín y Artigas, el ejemplo cotidiano de Kosteki y Santillán,

la siesta y el mate, el 19 y el 20 de diciembre despidiendo la última dictadura.

   

Somos los labios hambrientos de futuro de los chicos

que hacen malabares en los semáforos,

la lucidez de las feministas y la urgencia del alba.

Somos un corazón de pueblo que olvida festejar la fuga del Penal de Rawson

y muchas veces se equivoca haciéndole el amor a la vida,

desde Usuhaia hasta La Quiaca estamos,

desde El Jáchal al río Uruguay.

 

Somos un grito, el granito de arena y la permacultura,

la luna y la cerveza a orillas del Paraná,

el combate de San Lorenzo y la nostalgia del exilio

los trigales y los jubilados,

l@s heter@s, l@s lesba@s y l@s trav@s,

el éxtasis insurrecto y las calandrias.

   

Somos nada, tenemos apenas los jazmines y las ortigas, 

los obreros en extinción y las chicas del call center,

el ejemplo del Che y los 30 mil desaparecidos:

Tenemos a los mapuches sosteniendo su espacio ancestral,

las tacuaritas y la ternura infinita;

somos y estamos en un grito construyendo lo que ningún mercado ofrece, 

despertando de la pesadilla más oscura

porque ninguna estrella se puede ocultar en un pozo,

ni con el muro de Facebook.

   

Somos la canción naciendo, las asambleas y la risa,

los surcos orgánicos y las Madres de la Plaza,

Somos rosarinos, leprosos y canayas,

apenas una bronca de puños crispados

sosteniendo el arco iris del Rosariazo y la memoria de la Patria

fusilada en la Campaña del Desierto y Trelew.

 

Apenas somos un grito brotando en la tierra nuestra,

en el borde la realidad que no deja de abrazar ni de obrar/reconstruir.

   

Ya sabemos que la Historia no se congeló en los noventa,

tampoco en los setenta;

la derrota terminó y los sueños continúan en las semillas nativas,

los parches ya están latiendo las esquinas, en el aire y el horizonte cósmico.

   

Todavía no sabemos bien la letra de la canción,

pero ya estamos bailando

un pogo en el borde incandescente de las utopías que no terminan de nacer,

cuando todo quiere empezar

y nada

quiere decir adiós.