“Estamos viviendo tiempos de turbulencia global que llevan a los poderosos a quitarse las máscaras, siendo la careta democrática la primera en caer para dejar paso al gesto adusto de la fuerza bruta.”
Raúl Zibechi (1)
En un artículo, hace ya varios años, Mario Benedetti decía que los sentimientos habían pasado a la clandestinidad, porque nadie los respetaba. Que ya no cotizaban en la sociedad mercantilista que nos ha tocado vivir. El neoliberalismo, etapa actual del capitalismo, ha aprovechado la crisis que provocaron las grandes entidades financieras y bancarias para aplicar la doctrina del shock y robarnos bienes comunes como la sanidad, la educación y los servicios sociales y culturales, y así seguir abultando los beneficios de las elites dominantes.
Tenemos muchos ejemplos para demostrar este atraco mundial, pero el macrismo imperante en la Argentina es uno de ellos y el más cercano. Desde el comienzo de su mandato aplica con todo rigor y no exento de violencia el plan del Fondo Monetario Internacional y otros organismos mundiales, de esos que nadie vota pero que ejercen el poder como si los hubieran elegido. Plan que consiste, como en todos los países de su nefasta influencia, en arrebatar a la mayoría de la gente lo que le pertenece, para traspasarlo a los que tienen el poder, es decir las grandes empresas multinacionales y los mas obscenos millonarios.
Desde el principio, Macri y sus amigos empresarios tuvieron al fútbol entre ceja y ceja. No pueden permitirse dejar de convertir ese profundo sentimiento popular en un grandioso negocio.
No se si dios los cría, como dice el refrán, y tampoco si ellos se juntan, pero sí que están juntos en la consideración del fútbol como negocio. Días atrás, el presidente del Atlético de Madrid no tuvo reparo alguno en declarar que “el sentimiento en el fútbol se debe perder”. Enrique Cerezo afirmó seguidamente, y con rotundidad y alevosía, lo que piensan todos ellos : “Esto es un negocio”.
Ellos, quiero decir los que gobiernan y representan a los que mandan, resuelven estas cuestiones con una palabra que previamente han sacralizado: privatizar. Apoyados en un verdadero ejército ideológico y utilizando los medios de comunicación de mayor difusión, nos quieren hacer creer, desde hace muchos años, que el Estado es ineficiente y que lo privado funciona mejor.
No quieren al Estado, salvo para que legisle a su favor y para reprimir con contundencia a quienes se resisten a entender cómo funciona este sistema que llaman democracia representativa. En pocas palabras, nosotros elegimos a nuestros representantes para que, en su mayoría, representen a los intereses de las minorías, no a nosotros.
No obstante, siempre nos quedan representantes auténticos y dignos aunque minoritarios y poco menos que marginales como testimonio de las injusticias que cometen. Y útiles también para la toma de conciencia de una realidad que nos ocultan o tergiversan.
Todos sabemos que el fútbol es un sentimiento, y que pertenece a sus socios y sus hinchas. Y que mueve millones de pesos, dólares o euros, que van a parar a los bolsillos de quienes lo manejan. Que no son los socios o los hinchas quienes dirigen los clubes. Siempre o casi siempre, se trata de grandes empresarios que aprovechan la popularidad que les da el fútbol para sus fines particulares.
La clase dominante jamás entendió al fútbol y tampoco le interesa entenderlo. Solo sacarle provecho. Macri, empeñado en privatizar todo lo que encuentra por el camino sin reparar en el daño grave que pueda hacer a los jubilados, los maestros, los mapuches, los trabajadores, y en general a quien se interponga en el camino, ahora parece que dirige sus cañones al fútbol. (Ver artículo de Gustavo Veiga, página12 del 24-12-2017.)
Trump, en EE.UU., acaba de sancionar una ley tributaria que significa el mayor despojo a las clases populares en la historia de ese país. La plata que dejará de recibir el Estado al quitarle la mayor parte de los impuestos a las grandes empresas y multimillonarios la sacará, como siempre y como es dogma en el neoliberalismo, de los trabajadores y clases populares. Exactamente igual que Macri en Argentina, Rajoy en España, Piñera en Chile y todos los gobiernos al servicio de las clases dominantes.
“Con la emoción y con el sentimiento, todo”, decía Carlos Cano, un cantante popular español. Para estos tipos no existen los sentimientos ni los derechos humanos, solo la plata, y solo la plata los emociona.
Sin embargo, en Argentina tal vez no les resulte tan fácil. Las recientes manifestaciones de protesta en defensa de los derechos pisoteados de los jubilados y de las mayorías, desafiando la brutal represión militarizada, permiten la esperanza de la resistencia, de la oposición a perder también el fútbol, otro de nuestros bienes comunes.
Como dicen los investigadores Juan Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro, la tarea es “reconstruir la democracia y los derechos humanos desde abajo y para los de abajo”. (2)
(1) Periodista y pensador uruguayo.
(2) Investigadores del Observatorio de Multinacionales en América latina (OMAL) Paz con Dignidad.