Fuegos de octubre de 2017. Era la última fecha de las Eliminatorias y Argentina corría el riesgo de quedarse sin Mundial. Todos firmábamos el repechaje contra el segundo clasificado de la Polinesia. Chile soñaba en las redes sociales con que los brasileños le entregaran los puntos. Colombia y Perú arreglaban un empate. La Selección jugaba contra Ecuador en el altillo de Quito, y encima, a los 2 minutos del primer tiempo, ya íbamos perdiendo. No es spoiler: Lionel Messi dijo “qué diablos, allá vamos”, metió tres goles, fue 3-1 y subimos al Rocket to Russia. Qué bueno tener siempre en tu equipo la posibilidad latente del unipersonal perfecto, del stand up futbolero irresistible. Qué malo que Rusia 2018 pueda ser el último Mundial de Lio.
Los que tienen menos de 21 años son la Generación Messi: para ellos, él ha sido el corazón de la Selección desde siempre. Conocieron el fútbol con Messi ya rompiéndola. Empezaron a patear la pelota, o a calentar la consola, con Messi como referencia universal. Y tuvieron la suerte de nacer en la Era de Messi. Es que, al ojo millennial, Maradona es una vieja gloria, acaso prehistórica, casi como Gardel o San Martín; en cambio, Lionel es real, juega todas las semanas. Pero a Messi cada vez le quedan menos balas en la cartuchera.
Va a cumplir 31 años en Rusia, dos días antes de que se juegue el partido entre Argentina y Nigeria. Todavía no le empezó el inevitable declive físico y está en edad de cargarse un equipo al hombro, de meter tres goles y ganar un partido él solo, como hizo este año en Ecuador. Pero chequeá con los dedos: cuando se esté jugando el Mundial de Qatar 2022, Lionel cumplirá 35 años. Cualquier futbolista de 35 corre menos, se cansa más, es más lento, empieza a necesitar de los más jóvenes para poder destacarse. Y tampoco se advierte un exceso de talentos sub 21 en las canchas locales: acaso haya promesa de crack en Lautaro Martínez, el delantero de Racing, y no en muchos más.
Tal vez Rusia 2018 sea la última oportunidad real para que Messi consiga la Copa del Mundo con la Selección. Después de unas Eliminatorias terribles, una suspensión de escritorio y un regreso con gloria, Messi está. Con barba, como el Maestro Luke Sykwalker, tal vez con mirada algo cansada, pero vivo. Y mientras hay Messi, hay esperanza.