Muy lejos han quedado los tiempos en que algunas de las primeras películas del realizador surcoreano Hong Sang-soo comenzaban a exhibirse en el Bafici, coincidiendo con el imparable despegue internacional del cine producido en el país asiático: Virgen desnudada por sus pretendientes fue una de las estrellas de la edición 2001 y, dos años antes, en la primera edición del evento porteño, ya se había exhibido su segundo largometraje, The Power of Kangwon Province. Hace rato que su nombre ha dejado de representar la idea de una joven promesa para transformarse en uno de los autores consagrados del cine contemporáneo, asistente usual a los más importantes festivales del calendario anual, por lo general en alguna de las competencias centrales –este año fueron Berlín y Cannes–, y figura adorada por la cinefilia de todo el mundo. En nuestro país, por caso, las funciones de cada una de sus nuevas películas en el Festival de Mar del Plata o el Bafici suelen agotarse rápidamente. Es por todo ello que el lanzamiento comercial de El día después, opus veintiuno en la obra del muy prolífico cineasta (aunque sea apenas su segundo largometraje estrenado en la Argentina, luego de En otro país) es lo más parecido a un regalo de Año Nuevo para los amantes del cine.
Con características culturales locales, pero, al mismo tiempo, temáticas de alcance absolutamente universal, sus películas pueden ser definidas en pocas palabras sólo de manera superficial. Detrás de sus relatos aparentemente sencillos y compactos, usualmente centrados en las relaciones humanas –en particular las amorosas– late una precisa poética cinematográfica, que el director ha ido puliendo y destilando película a película, dándole forma a una obra basada en la variación de dos o tres leitmotivs esenciales con variaciones. Nuevamente, con el trasfondo de una Seúl invernal registrada en un bello blanco y negro, en El día después hay un hombre y algunas mujeres, varias relaciones de pareja (oficiales y todo lo contrario), botellas de soju vacías, conversaciones diurnas y nocturnas sobre temas triviales que súbitamente adquieren toda la importancia del mundo. En comunicación exclusiva desde Corea del Sur, Hong responde a las preguntas de PáginaI12 a su particular manera, fiel a la fama de entrevistado de respuestas sucintas y directas, al punto. Y, en más de una ocasión, algo misteriosas.
–El día después es otra variación de un tema usual en su filmografía: un hombre algo inseguro rodeado de mujeres más decididas. ¿Cuál fue el punto de partida para la historia?
–Durante una conversación con el dueño real de la pequeña empresa editorial que terminó siendo la locación principal del film, alguien comentó que esa mañana había salido muy temprano de su casa para llegar a la oficina. Le pregunté si un día podía acompañarlo en su camino cotidiano hacia el lugar y así fue como, durante ese breve viaje en horas muy tempranas, todavía de noche, tuvimos otra conversación que me ayudó a encontrar el punto de partida del film.
–¿Encuentra alguna lógica en la división de su filmografía en películas en blanco y negro y en color? De ser así, ¿qué características dividirían esos dos grupos?
–Cada película es el resultado de la transmutación de las cosas que recibo en un determinado momento, cuyas características pueden ser muy numerosas.
–¿El día final fue rodada en su estilo usual? ¿Es decir, con un guion de pocas páginas seguido de un trabajo con los actores para completar los diálogos?
–En primer lugar, unos pocos actores contratados y algunas locaciones confirmadas. Una serie de conversaciones con los actores antes del rodaje, durante una cena o tomando algunos tragos. Muchas notas, pero nada demasiado definido o definitivo. Levantarse alrededor de las cuatro de la mañana y escribir entre tres y cinco horas, completando por lo general cuatro o cinco escenas, con sus diálogos y dirección de cámara. Los actores comienzan luego a memorizar las líneas a las nueve, diez de la mañana; ese proceso lleva alrededor de una hora. Suelo dar muy pocas órdenes durante un ensayo muy breve y luego se procede a rodar la primera toma de la primera escena de ese día.
–Este es el tercer largometraje que estrena mundialmente en 2017, luego de On the Beach At Night Alone y Claire’s Camera. ¿Se ve a sí mismo como un realizador que necesita estar siempre ocupado escribiendo, rodando y editando para ser creativo?
–Un mes antes de comenzar a filmar me encuentro varias veces con los actores y busco locaciones durante dos o tres días. Los rodajes usualmente llevan unas tres o cuatro semanas. Algunos días más para la posproducción. Respondiendo a su pregunta, parece ser que es así, ya que unos cinco o seis meses más tarde comienzo a hacer nuevamente lo mismo.
–Sus películas están habitadas por personajes femeninos muy fuertes. A pesar de ello, el centro de las narraciones suele estar ocupado por una figura masculina. Esto parece estar cambiando en sus últimas obras. ¿Lo siente de esa manera?
–Así parece.
–¿Quién compuso o cuál es el origen de la música que se escucha repetidas veces en la película?
–Tenía un pequeño piano electrónico en la oficina y la compuse yo mismo durante el montaje, simplemente para agregarle algo de música a las imágenes. El sonido es realmente muy pobre porque lo registré con mi teléfono celular.
–No es la primera vez que trabaja con el actor Kwon Hae-hyo y nuevamente volvió a dirigir a Kim Min-hee. ¿Encuentra confortable o demandante trabajar con gente a la que conoce muy bien?
–Siempre se descubre algo nuevo al trabajar con gente a la conocemos muy bien y también con aquellos que resultan nuevos en la producción. Y las cosas que descubrimos suelen ser un poco distintas en cada uno de esos casos.
–¿Es consciente de que ha redefinido el uso de los lentes de zoom? ¿Cómo comenzó ese amorío? No era muy común en sus primeras películas.
–Comencé a usar el zoom en mi quinto largometraje, Tale of Cinema. Simplemente quería acercarme más a los actores sin detener el flujo de la actuación. Luego me di cuenta de que con el zoom se podían hacer otras cosas.
–¿Le resulta más sencillo rodar en formato digital desde que se transformó en el estándar de la industria?
–Efectivamente. Es más barato y conveniente.