“Este año, la Navidad llegó temprano para los fanáticos de la fotografía contemporánea”, anota el crítico de arte norteamericano Benjamin Sutton en un artículo donde celebra que -pocas semanas atrás- la excepcional Nan Goldin (1953, Washington D.C.) se haya unido a Instagram. Y aunque su arranque prácticamente pasó desapercibido al compartir NG el pasado 13 de diciembre su primer posteo, su cuenta ha ido ganado tracción, sumando ya casi 10 mil seguidores. Contentísimos todos, sobra la aclaración, de poder visionar sus collages con detalles ingeniosamente recortados de pinturas europeas, o bien, sus recientes y cándidas fotografías de -por ejemplo- dos jovencitos besándose en el campo, romántica escena pastoral. No faltan pics actuales de Goldin tomando un baño de burbujas en una tina de hotel, de su nuca (mientras mira una expo), de amigos y familiares de los 70s a la actualidad… Tampoco rescates de su colección personal: entre ellos, la icónica imagen de Nan en vestidito de cuero cual -autodefinida- dominatrix, tomada en Boston en 1977.
Curiosamente, cuando una nota de 2016 del New York Times decretó a su obra, antecedente inmediato de la compulsiva moda Instagram (“por su naturaleza confesional y reveladoramente autobiográfica”), declaró la artista: “No puede ser cierto. No soy responsable de nada vinculado a redes sociales, ¿verdad? Díganme que es mentira. De ser así, me sentiría horrible”. No tan terrible como para sumarse a la mentada red con cuenta propia: @nangoldinstudio. Un tesorito para quienes gusten estar al día con flamantes piezas de quien antaño dijese que “fotografiar la vida es como excavar en el peligro”, y a excavar dedicase la vida, con crudeza y honestidad, como bien demuestra su encumbrada serie La balada de la dependencia sexual (“el diario -definió Goldin- que dejo que la gente lea, mi forma de poner control sobre mi vida; me permite grabar de manera obsesiva cada detalle y recordarlo todo”).